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MÁLAGA.- Llega puntual a su cita, después de dedicar la mañana a promocionar su nueva novela, Todo ese fuego (Planeta), dedicada a las hermanas Brontë. La escritora Ángeles Caso narra la historia de estas tres mujeres que debieron luchar contra la rigidez de la Inglaterra victoriana, hasta llegar a ser grandes escritoras. Un relato del siglo XIX pero que la autora vincula con la actualidad. Caso desvela en sus novelas el alma de sus personajes y confiesa que la suya es, ahora, un “alma revolucionaria” que ha crecido tras sentirse perseguida por la Agencia Tributaria. Un alma que, reconoce, también está dolida con la inconsciencia de parte de la sociedad civil, con la impunidad, con la corrupción y por el devenir de este país del que plantea marcharse si no se produce un cambio.
Hay muchas frases de la novela, sobre necesidades económicas o las limitaciones personales que recuerdan a la actualidad.
Yo creo que hay verdades de la condición humana que se mantienen desde el origen de los tiempos y no cambiamos tanto. Muchas cosas que les ocurren a las hermanas Brontë tienen un paralelismo exacto con lo que ocurre a día de hoy. También es verdad que he utilizado en la novela una voz que reflexiona, la mía, porque no quería escribir una novela histórica del siglo XIX, sino que tuviese conexión con el mundo actual. Por eso, como narradora, he aprovechado estos asuntos que pueden ser universales.
En su escritura hay dos fortalezas que, quizás, hemos perdido un poco en la sociedad: indagar en la búsqueda de la mejor palabra que exprese lo que queremos y sustituir la acción por la reflexión.
Has señalado las dos cosas que como escritora más me interesan. Recuerdo que cuando hablé de esta novela con mi editora, que acababa de llegar, le dije que iba a escribir sobre las hermanas Brontë y me dijo: “¿Y qué pasa?”. Yo le respondí que nada, y ella me miró un poco horrorizada porque yo no soy una escritora de tramas. Una vez, un productor de cine, que leyó una de mis novelas pensando que la podría adaptar, me dijo que no la iba a comprar porque no pasaba nada. Pues a mí eso me pareció un halago. No soy una novelista de tramas. A mí me interesan los personajes, la mente humana, el alma. Junto a los sentimientos está la razón y para mí es eso fundamental.
Pero su forma de escribir es muy elaborada.
Lo que a mí me da la lata es la búsqueda de las palabras porque siempre tengo la sensación de que las palabras están muy ajadas, las usamos demasiado y demasiado mal y les quitamos el valor. Yo tengo una lucha para no repetir tópicos, no caer en lo manido, intentar decir las cosas de una manera que resulte un poco distinta. En la novela, una de las hermanas dice que al escribir siente que tiene que buscar las palabras y casi arrancarlas como hace con las patatas del huerto. Por su época, era el ejemplo más cercano, pero yo lo comparo con sacar mineral de una mina porque las palabras existen, tienen que existir, pero a veces están tan escondidas que es necesario picar. Y como profesional es necesario hacer ese trabajo porque escribir, escribe todo el mundo.
Ahora hay una literatura más comercial, con autores de rostros muy conocidos.
Es cierto. Piensa que yo me crié en una casa con un padre catedrático de Literatura, rodeada de libros de historias que mi padre me leía como si fueran cuentos. Siempre tuve la idea de la literatura como algo extraordinario para el ser humano. La idea de la literatura como entretenimiento nunca la he tenido, ni como lectora, ni como escritora. La literatura, para mí, es una salvación. Una manera de darle belleza al mundo, de ordenarlo, incluso de abrir más dudas, de reflexionar sobre la vida. Es una actividad difícil y para la que hay que prepararse mucho. Yo empecé a escribir con ocho años y hasta los treinta y dos no publiqué mi primer libro porque me estuve preparando todo ese tiempo. A veces sí me duele esta banalización de la literatura, y se produce en todos los terrenos porque la sociedad se contenta con eso.
Dice que, personalmente, la literatura la ha salvado. ¿Podría salvar a un país?
Sí, claro.
¿Y cómo conseguirlo cuando, además de los recortes en cultura, las reformas educativas desprecian las humanidades?
"Es inconcebible una sociedad democrática libre sin creación cultural. Y esto tiene que ver también con esa gente que dice que disfruta de la cultura, pero que no hay que pagarla, que no tenemos derecho a ser remunerados"
Claro que la literatura salva a un país. A veces creo que hemos perdido la consciencia de lo importante que son las humanidades. No sólo para tener una vida más rica, más valiosa, para disfrutar más; sino sobre todo para crear sociedades más libres. Yo no concibo la libertad si no está acompañada por la cultura, el pensamiento, la reflexión, la creación… Es inconcebible una sociedad democrática libre sin creación cultural. No existe la una sin la otra. Y esto tiene que ver también con esa gente que dice que disfruta de la cultura, pero que no hay que pagarla, que no tenemos derecho a ser remunerados.
La piratería.
Yo soy muy partidaria del iPad, sobre todo porque me he mudado tantas veces y trasladar las bibliotecas supone peso físico y a tus espaldas. La tableta me parece que, al final, va a ser un buen sistema de organizar mi propia biblioteca. Eso sí, jamás me descargaré un libro pirateado. Fuera de España es un tema del que apenas se habla y mí me duele muchísimo. He tenido discusiones muy dolorosas con amigos, profesores de universidad que presumen de lo mucho que leen pero se descargan los libros gratis. Y al que los paga, encima le llaman tonto. ¿De qué vamos a vivir los autores? ¿Vamos a tener que ponernos la manzana de Apple en la cabeza y hacer publicidad, por ejemplo, para poder sobrevivir o vamos a tener que depender de que nos subvencione el gobierno de turno? Hay amigos que te llegan a decir: “Como Cervantes murió pobre, ¿por qué tú vas a tener que ser distinta?”. Yo creo que la gente no es consciente del daño que le está haciendo a la literatura. No escribimos para ser millonarios, sino sólo para poder pagar nuestras facturas a cambio de nuestro trabajo. Aquí la cultura importa muy poco y un país que no protege a sus creadores culturales es un país, necesariamente, condenado a la pobreza y a la sumisión.
¿Se ha saqueado la cultura en estos últimos años?
No sólo se ha hecho un saqueo a la cultura por los recortes o el IVA. Es que, en España, se ha hecho una persecución consciente a la cultura, utilizando como arma una institución absolutamente respetable que es la Agencia Tributaria. El Partido Popular, a través de la Agencia Tributaria, se ha dedicado a perseguir a creadores de cultura, escritores, directores de cine o actores, en vez de a corruptos o a multinacionales. Se ha puesto a perseguir a gente que hacemos cultura y que expresamos nuestro pensamiento de una forma libre y, por lo tanto, casi siempre crítica respecto al poder y no sólo sobre el poder del Partido Popular. Esto es así y hay que decirlo y denunciarlo. Yo lo denuncio porque he sido víctima de esto y sé que me juego mucho diciéndolo pero me da lo mismo, a mí no me pueden amordazar, no me van a amordazar. Y hay que decirlo porque la gente debe saber qué está ocurriendo en este país.
Pero parte de la sociedad os ve como una élite que no queréis pagar, sin ser consciente de vuestros problemas de fiscalidad.
¡Claro que hay que pagar! Yo, que soy una persona de izquierdas, creo profundamente en la distribución de la riqueza, creo en un sistema tributario donde quienes más ingresen tienen que pagar más, obviamente, faltaría más. Pero una cosa es eso y otra es que la Agencia Tributaria ha decidido no respetar los gastos de un escritor que son imprescindibles para ejercer su actividad. Es una cosa que sólo pasa en España. En el resto de Europa y esos países que tanto admiramos por su talento cultural como Inglaterra, Francia, Bélgica, Holanda, Austria, Italia y países nórdicos, el trabajo creativo e intelectual tiene una consideración fiscal particular, con su propio nombre, y se dice que es de tal manera. Incluso hay países como Irlanda, tierra de escritores gigantes, donde los derechos de autor no tributan nada porque se considera que son aportaciones valiosísimas para la sociedad y para el nombre de sus países. Yo no me canso de decirlo. Estoy traducida a 17 idiomas y tengo un premio en China a una de mis novelas, la mejor novela extranjera del año, que no lo tiene otro escritor. Eso es lo de menos, pero yo también soy eso que ellos llaman “Marca España”, pero a nosotros no nos valoran.
Os tratan como si fueseis millonarios.
"¿De qué vamos a vivir los autores? ¿Vamos a tener que ponernos la manzana de Apple en la cabeza y hacer publicidad, por ejemplo, para poder sobrevivir?"
Bueno, yo me muero de risa. Mis derechos de autor en todo el año 2014 fueron, textualmente en bruto, 164,48 euros. De una escritora que, bueno, tengo una cierta obra. Esto, insisto, hay que decirlo porque hay una inconsciencia en este país.
¿Y decirlo no sale caro?
Sí, sí, claro, yo lo he pagado caro. Yo publiqué un artículo en el magazine de La Vanguardia, hace tres años, sobre la presión fiscal a la clase media en este país, justo en el momento en el que aparecían los papeles de Bárcenas y cuando empezamos a saber que, supuestamente, los mismos políticos que nos están agotando con impuestos a los españoles cobraban parte de sus sueldos en B. Y a los 15 días me abrieron cuatro inspecciones fiscales.
¿Casualidad?
Puede que fuera casualidad y se acordaran de mí. Por supuesto, tuve que devolver mis desgravaciones. Esto, quien no sea autónomo, lo entiende mal. Los autónomos saben de lo que estamos hablando porque según el criterio de Hacienda, un escritor tiene que escribir en la calle, al sol, con un lápiz y un papel. No lo cuento porque me haya afectado a mí sólo. Es que esto se está haciendo con muchos escritores, periodistas, profesores de universidad o economistas que se han atrevido a cuestionar al ministro de Hacienda, y a la semana siguiente los han empezado a perseguir.
Y, ¿no se siente sola en esa lucha? ¿No esperaba que parte de su gremio lo denunciase también?
Sí, lo eché de menos. Hubo una persona que salió a contarlo, Lorenzo Silva, quien publicó un artículo cuando algunos lectores arremetieron contra mí y tuvo el valor de dar la cara. Entiendo que es un tema profundamente desagradable y que genera malentendidos, que la gente reacciona de forma virulenta contra las propias víctimas de esta persecución, y entiendo que es un tema muy íntimo. Yo al principio me moría de vergüenza, pero es que creo que hay que contarlo y hacer esta denuncia, porque la ciudadanía debe saber cómo se comporta el gobierno actual en determinados ámbitos.
¿Qué te ha enseñado este proceso?
Jamás me había importado el dinero. Si me hubiese importado me habría quedado trabajando en la televisión y ganando más que siendo escritora. Nunca me ha movido el dinero en la vida, hasta que dejas de tenerlo y te ves en una situación de agobio. Le decía a mi asesor fiscal: "Que me lleven a la cárcel porque yo no tengo ese dinero". Y él me decía: "Es que no vas a ir a la cárcel, es que te van a embargar todo y no vas a cobrar nada, todo lo que ganes será para Hacienda". Es terrible porque, además, al margen de todo esto, me he dado cuenta de que Hacienda es omnipotente en este país y no hay ninguna manera de defenderse contra eso. Es terrible y te puede hundir y te pueden arrasar, arruinar, y no hay forma de defenderse. Es brutal el poder que tiene este organismo sobre la vida de los ciudadanos. Yo pasé unos meses malos pero ahora te diría que incluso estoy agradecida al señor Montoro porque me ha hecho un favor. Me ha hecho más fuerte, más solidaria, muchísimo más, y ya lo era bastante. Me ha hecho entender ciertos problemas de este tipo que quizás antes ignoraba y me ha hecho ser más revolucionaria e, incluso, por mi compromiso social y político. Y además me ha obligado a mantenerme joven porque me debo reinventar y no puedo envejecer.
¿Qué experiencia tiene de su participación en la lista electoral de Somos Oviedo?
"He sido víctima de la persecución del PP a través de la Agencia Tributaria"
Yo estoy ahí como una ciudadana comprometida que se cansó de sentirse víctima de los políticos. Parte de la sociedad española se han sentido víctima de las maneras de hacer de unos representantes que no merecen ese nombre, ni los sueldos que les pagamos con nuestros impuestos. Lo han demostrado y lo estamos viendo día tras día, no sólo por la corrupción, que es atroz, sino también por su incapacidad, por su falta de preparación. Me cansé un poco de tener esta sensación de víctima e inoperancia o, directamente, de las mafias políticas, y decidí que había que dar un paso adelante porque ellos son los responsables.
¿Sólo los políticos?
Los políticos son responsables, pero la sociedad también es corresponsable. No hemos sido una sociedad civil que vigile al poder político, como ocurre en otros tantos países. Nos quejamos de que nadie dimite pero es porque nosotros permitimos que no dimitan porque después vamos y les votamos en las siguientes elecciones. Yo ya no entiendo nada. Te dejan sin sanidad, sin empleo, sin apoyo a la dependencia… y los volvemos a votar.
¿Quizás es por esa deficiencia educativa de la que hablábamos?
Vivimos en un país donde las personas que más ingresos generan, aparte de algún banquero o altísimo ejecutivo de una empresa grandísima, son los futbolistas y algunos personajes de televisión. Eso demuestra qué sociedad hemos construido y eso, además, se está apoyando desde los poderes públicos. Un autónomo como yo puede ser arrasado y arruinado, pero los equipos de fútbol deben millones y millones y millones a Hacienda y no pasa nada. Interesa para formar una sociedad inculta y, por lo tanto, acrítica y obediente.
Para esto están algunos medios.
Yo soy bastante crítica con el periodismo. Quizás porque lo he ejercido sin ser periodista. El periodismo de calidad sólo lo pueden hacer quienes estén decentemente pagados pero están contratando a periodistas jóvenes, a los que se les paga muy poco y se les exige demasiado. Y me preocupa muchísimo la concentración de medios de comunicación en pocas manos. Es un fenómeno que vengo observando desde hace muchos años y he venido alertando sobre esto. No puede ser que existan estos grandes grupos que controlen la información según sus intereses. Va contra la libertad de expresión y el derecho de la información. Dicho esto, todavía hay un sector valiente de periodistas en este país, muchos de ellos muy por libre, o en medios sobre todo digitales, qué están haciendo una labor fundamental en estos últimos años frente a las necesidades sociales y la corrupción de este país.
Parece que, a pesar de la solidaridad de los ciudadanos, también existe una falta de humanidad institucional porque se ha reaccionado tarde en la crisis de los refugiados sirios.
"Me parece una vergüenza ese proyecto llamado Europa que, una y otra vez, comete actos de vergüenza, como en Hungría. No se sanciona lo suficiente y, en cambio, a Grecia no la hemos echado del mapamundi porque no se puede"
Europa… me parece una vergüenza ese proyecto maravilloso llamado Europa, en el que tanto creímos y que, una y otra vez, comete actos de vergüenza, como en Hungría. No se sanciona lo suficiente y, en cambio, a Grecia no la hemos echado del mapamundi porque no se puede. Si hubiésemos podido hundir a Grecia en el mar, lo hubiésemos hecho. No entiendo la postura del Gobierno español. Creo que hay un lavado de imagen de quedar bien, de qué compasivos somos acogiendo a refugiados. No sólo es el dinero que se destina a ellos. También hay que ofrecerles un proyecto de futuro. Pero cómo vamos a hacer todo eso, si eso lo tenemos en la valla, en las ciudades de Ceuta y Melilla y los estamos torturando y nos saltando todos los derechos humanos. Cómo vamos a ayudar a los refugiados si hemos impedido, por ejemplo, que esos inmigrantes ilegales (un término asqueroso, por cierto) puedan recibir asistencia sanitaria en nuestro país. Con Siria, la opinión pública se movilizó ante unas imágenes terribles, pero la opinión pública va y viene, alegremente, y se olvida de las cosas. La opinión pública no tiene memoria y se sintió muy satisfecha con traer a este refugiado como entrenador de fútbol. Fue maravilloso, yo lloré, pero parece que ya hemos cumplido y es una tragedia.
Ahora que menciona la tragedia, en sus obras, y en esta última novela, hay dos temas importantes como la muerte y la fe.
Sí, pero son dos temas fundamentales en la vida de estas mujeres que relato porque su casa daba a un cementerio donde su propio padre enterraba varios días de la semana a personas jóvenes, porque había un índice de mortalidad muy alto. Yo creo que la muerte formaba parte de la vida con más naturalidad que ahora para nosotros. Nos hemos alejado de ella día a día. Por un lado puede que esté bien, pero por otro también es un error porque acaba imponiéndose. No estamos preparados para enfrentarnos a la muerte, ni a la de nuestros seres queridos, ni a la nuestra propia.
Creemos que somos eternos y quizás eso justifica algunos de nuestros comportamientos más arrogantes e insolidarios.
Hemos creído en esta sociedad que somos eternos y cuando empiezas a hablar de la muerte, incluso yo misma, digo: "Qué horror, qué horror, no hablemos de este tema". Y, por desgracia, siempre nos persigue. El tema de la fe era fundamental en la sociedad de su tiempo y más de unas mujeres que eran hijas de un pastor protestante. Y yo, que soy una persona atea, no puedo evitar preguntarme cómo se puede mantener la fe en unas condiciones de tanto dolor y sufrimiento. Los que tienen fe tienen un consuelo importante ante la muerte y, de alguna manera, hay una parte de mí misma que envidia eso y me cuesta trabajo entender que gente inteligente, lúcida y reflexiva, que la conozco, tengan fe. Siempre tengo la sensación de que la reflexión te lleva al ateísmo.
Recuerdo un artículo suyo que tuvo mucho éxito: Lo que quiero ahora. Con todo lo que le ha ocurrido después, ¿sigue pensando igual?
Fue un artículo que me salió muy de las tripas, donde quería responder a personas, con nombres y apellidos, de lo que yo estaba sintiendo y de lo que me estaba pasando. Me ha hecho entender que a veces los deseos más sencillos son enormemente difíciles de conseguir y que vivimos en un mecanismo social que es una auténtica vorágine. Que, a veces, querer salir de ese mecanismo es muy complicado y yo, ingenuamente cuando lo escribí, creía que conseguir esas cosas simples era fácil. Y no, es muy difícil. Es más difícil bajarse del tren que subirse al tren. Pero sigo pensando igual, y ahora soy más fuerte y más valiente, muchísimo más que antes. Esto es como las sabidurías de las abuelas, que se aprende en la vida a base de golpes. Lo malo es que a veces esos golpes acaban con proyectos y personas. Por desgracia, a veces es así, pero mientras podamos conseguir que los golpes no acaben con nosotros, sino que nos hagan resucitar, mejor.
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