MADRID.- La presentación este martes de Adiós, Chueca (Akal) en el Teatro del Barrio, libro póstumo del recientemente fallecido Shangay Lily, referente en la defensa de los derechos de los homosexuales, derivó como era de prever en un sentido homenaje por parte del mundo del activismo y la cultura. Su último texto, lúcido y políticamente incorrecto, sirvió para rememorar la lucha incansable de un artivista, como le gustaba llamarse, que siempre estuvo del lado de los marginados. Un hombre que, como se encargó de recordar Jesús Espino, editor del volumen, “supo como pocos plantar la semilla de una lucha que nunca debemos abandonar”.
La fagocitación del movimiento reinvindicativo por los derechos de los homosexuales por parte de las lógicas neoliberales, así como su conversión en un bien de consumo fácilmente digerible, son los ejes principales de un libro que, según Espino, “plasma la concepción valiente de la vida y el activismo que siempre tuvo Shangay”. Una lucha que compartió con su buen amigo Willy Toledo, también presente en el acto, y que el actor quiso reivindicar visiblemente emocionado: “Los grandes hombres y los hombres libres cuando son generosos son imprescindibles”. El actor tuvo a bien enumerar algunos de los incontables frentes en los que batalló incansable Shangay –siempre atento a las injusticias y humillaciones que afectan a los más desprotegidos–, así como su capacidad para distinguir aquellos que “estaban por las causas” de aquellos que se “movían exclusivamente por intereses personales”. “Nos encontraremos y sé muy bien dónde; al fondo y a la izquierda”, zanjó el intérprete.
El periodista y columnista de Público Aníbal Malvar se sumó también al homenaje con una breve semblanza de la Chueca que Shangay revitalizó y empoderó desde sus inicios en el activismo. “Cuando Shangay llega a Chueca era un nido de tugurios por el que no pasaba ni la policía ni los camiones de basura”. Allí es donde Shangay establece su centro de operaciones, entre los ninguneados por una sociedad que dejaba atrás cuarenta años de dictadura. En ese sentido, Malvar hizo hincapié en el valor historiográfico de Adiós, Chueca: “No solo es un libro que cuenta una historia personal, sino que nos cuenta la historia verdadera de la Transición desde la óptica de los oprimidos, que es desde donde nunca se ha contado”.
A continuación, la activista por los derechos del colectivo LGTB Eva Abril quiso señalar que estamos ante un libro “absolutamente humanista”, un texto que narra ese paso “de la pedrada al gueto y del homosexual al gay”, un texto, a fin de cuentas, que “refleja la motivación de Shangay por cambiar el mundo”.
El cierre corrió a cargo de Paloma Linares, representante y amiga cercana de Shangay, que con voz quebradiza se encargó de la difícil tarea de dar voz al autor. “Para él, lo más importante es que la gente entendiese qué significa ser homosexual, así como recuperar un sentimiento de comunidad que se ha perdido”.
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