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Las pifias de Calatrava

Santiago Calatrava es una de las estrellas de la arquitectura mundial.  Los problemas de sus obras y su intransigencia no fortalecen esa imagen

G. MALAINA / I. ALONSO

En Bilbao se dice que Santiago Calatrava hace cosas bonitas que no sirven para nada. El arquitecto valenciano no despierta simpatías desde que en 1997 pusiera sobre la Ría el puente Zubi Zuri. Los paseantes se resbalan cuando llueve y el suelo se rompe.

Durante esta década, el Ayuntamiento ha tenido que cambiar todas las losetas de cristal –560–, y como son de diseño, cada unidad sale a 240 euros. El desembolso de las arcas municipales supera ya los 140.000 euros.

Con este antecedente, el Ayuntamiento recibió en febrero como un bofetón una demanda  de Calatrava, después de que este polémico puente quedase unido a una pasarela peatonal, obra de otro arquitecto-estrella, el japonés Arata Isozaki. “Ya está bien de la dictadura del señor Calatrava”, explotó entonces el alcalde, Iñaki Azkuna.

El juicio se celebrará hoy con una cuestión a dilucidar: qué debe prevalecer, el sentido práctico de ambas estructuras que defiende el Ayuntamiento, o el concepto artístico que plantea Calatrava. En su demanda, pide una indemnización de 250.000 euros y el derribo de la obra de Isozaki. Si éste no fuera posible, reclama una suma no inferior a los  3 millones de euros.

Aeropuerto de Bilbao

Otro caso paradigmático es el aeropuerto de Bilbao. Aunque aquí le ha salido bien, porque cobrará de nuevo por reformar la terminal, siete años después de su inauguración. La mejora, que costará 3,3 millones de euros, incluye el cierre de la actual zona de espera, donde los usuarios deben aguardar a la intemperie y la colocación de sistemas de climatización, rampas mecánicas, así como de dos nuevos ascensores.

La relación de Santiago Calatrava con Valencia data de 1988, cuando construyó el puente del 9 d’Octubre. En aquel proyecto ya quedó claro el carácter incompleto de sus obras, pues la lámina de agua que debía emplazarse bajo los ojos del puente jamás ha sido realizada.

El Palau de les Arts fue inaugurado el año 2005 y luego permaneció cerrado durante un año. Para entonces, y según las cantidades fiscalizadas por el Síndico de Cuentas, el Palau tenía un sobrecoste del 260% y de los 84 millones de euros presupuestados se había pasado a los 304 millones.

De sus cuatro salas, una no  se ha llegado a abrir jamás. Otra está cerrada por su acústica deficiente y hubo que retirar 200 butacas de la sala principal por carecer de visibilidad. Cuando el Palau de les Arts iba a ser inaugurado de nuevo en 2006, la maquinaria que mueve la plataforma escénica se hundió junto con los decorados y dejó inútil el escenario.

La gota que ha colmado la paciencia de los valencianos ha sido ver cómo se inundaba el edificio tras las últimas lluvias. Hasta un metro de altura ha alcanzado el agua y los daños están por evaluar. Oficialmente se ha reconocido la inutilización del aparataje informático, pero los daños pueden ser multimillonarios.

Pero Santiago Calatrava no solo es polémico en nuestro país. A finales de los años noventa trató de denunciar el plagio que había sufrido a manos de Norman Foster porque le habría copiado la cúpula del Reichstag berlinés.

No había tal. El penúltimo suceso ha tenido lugar en Venecia. Allí Calatrava ha tendido el primer puente que construye la ciudad desde hace 70 Años. Al mismo se accede por una elegante rampa de cristal con escalones que presenta problemas: los disminuidos físicos no pueden usarlo.

El ayuntamiento trata de buscar soluciones, pero Calatrava no se muestra predispuesto. Y ¡que no se atreva Casciari, el alcalde-filosofo de la ciudad del Adriático a cambiar nada sin su permiso! La querella puede estar a la vuelta de la esquina.

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