En clave de humor, Ken Loach otorga el protagonismo de su nuevo trabajo, La parte de los ángeles, a una generación con un presente complicado y un futuro aún más negro. Se trata de esos jóvenes con los que el paro se ha cebado en estos tiempos de crisis. Esos que en el Reino Unido llegaron al millón el pasado año y que en España registran una tasa de desempleo de más del 50%. Los protagonistas de la película que se estrena este viernes viven en Glasgow y como escoceses tiene su propia idiosincrasia, pero sus problemas, sus dudas y su futuro incierto pueden extrapolarse a casi cualquier punto del globo.
La parte de los ángeles supone un cambio de registro para el tándem formado por Loach y su guionista habitual, Paul Laverty. Por un momento han dejado a un lado el tono melancólico, gris e incluso amargo de muchos casos de sus trabajos anteriores para probar con la comedia. El resultado es una historia que conecta por su capacidad de mezclar lo cómico y lo trágico. Porque la historia de Robbie y sus ‘compinches' es tremendamente trágica sin que por ello la forma en la que se cuenta evite esbozar una sonrisa ante su forma de ver el mundo y afrontar los problemas.
Pese a cambiar el tono, Loach y Laverty se mantienen fieles a su compromiso social. Retratar y denunciar la situación de una minoría sigue siendo su objetivo principal. Esta vez los protagonistas son un grupo de jóvenes encabezados por Robbie (Paul Brannigan) y criados en un ambiente de delincuencia y bajos fondos. Inmersos en una espiral de la que la sociedad no les permite salir, parecen condenados a llevar la misma vida que llevaron sus padres y que llevarán sus hijos. Proceden de familias desestructuradas, malviven delinquiendo, nunca han trabajado y puede que nunca lo hagan. Nadie quiere darles el espaldarazo que necesitan.
Robbie es un chico de la calle, que vive de sofá en sofá, con una novia embarazada y con un talento que nadie ha sabido explotar. Al menos así es hasta que Harry (John Henshaw) decide autoproclamarse ángel de la guarda de Robbie y brindarle esa oportunidad que todo el mundo le niega. Ahora este joven que ha crecido de condena en condena tiene una razón para enderezarse, su hijo Luke. Al que promete una vida distinta a la suya. Por suerte para ambos, Harry se cruza en su camino, porque ni la sociedad, ni la familia de ella están dispuestas a confiar en él.
Este ‘ángel' encargado de tutelar a un grupo de condenados a servicios a la comunidad le introduce en el mundo del whisky y hace que germine en él el interés por el mayor orgullo de los escoceses. Laverty, guionista de La parte de los ángeles, conoce muy bien el país del kilt y las gaitas. Por eso decidió llevar la historia a Glasgow y aprovechar la Escocia más conocida para ambientar la realidad que pretendían retratar. Es la Escocia que vive por y para el whisky, la de los cielos encapotados, la lluvia y sus impresionante Highlands.
La parte de los ángeles es una historia que podría ser real (aunque con toques muy de guión cinematográfico) sobre un chico anclado en el mal camino que asume que ser padre conlleva sacrificios. Renunciar a la vida que ha llevado y luchar contra todo y todos por salir del pozo y sacar de él a su hijo. Una historia de segundas oportunidades, ángeles de la guarda muy de carne y hueso y una lección para todos aquellos que juzgan y condenan a las personas sin conocer sus circunstancias. Todo centrado en una generación con la que la crisis se ha cebado especialmente y cuya situación parece complicada de resolver.
El nuevo trabajo de Loach y Laverty se estrena este viernes tras un fructífero paso por el Festival de San Sebastián, donde recibió el Premio del Público SGAE-Fundación Autor a la Mejor Película Europea. El título, tan particular, responde a una leyenda que circula por Escocia sobre el whisky y que tiene que ver con la parte del preciado licor que se evapora dentro del barril que lo contiene.
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