Cinco. Diez. Quince minutos. Media hora de conversación y aún no ha salido el nombre de Harry Potter. Extraño. Como si el joven mago hubiera hechizado a los presentes con la varita del silencio. Se habla de casi todo: de la autoedición, de la influencia de Internet sobre la literatura, de la escritura a cuatro manos. Menos de Harry Potter.
Pasan 40 minutos y, por fin, surge el nombre. De boca de Anne Plichota, coautora junto con Cendrine Wolf de la saga de género fantástico protagonizada por Oksa Pollock. El primer tomo, Oksa Pollock y el descubrimiento de Edefia, llega a España —lo publica Planeta— con una carga pesada a sus espaldas: no sólo porque la sombra de Harry Potter es alargada e inabarcable, sino porque el éxito conseguido en otros países ha sido tan brutal que igualar las mismas cotas, o al menos acercarse, no será trabajo sencillo.
Las aventuras de esta chica de 13 años impetuosa y de gustos masculinos —amante del karate o del monopatín, reacia al color rosa— se desencadena un día en el que empiezan a suceder cosas extrañas: una mesa que arde, cajas de la mudanza que explotan y una estrella de ocho puntas que le aparece a la protagonista alrededor del ombligo. Oksa descubre que su familia procede de Edefia, un mundo invisible y que posee poderes sobrenaturales.
La historia ha vendido ya 200.000 ejemplares, ha sido traducida a más de 25 idiomas y la productora de Crepúsculo prepara su versión para el cine. Oksa Pollock ha generado la Pollockmanía: miles de chicos que intentan mimetizarse con Oksa, Gus o Tugdual, protagonistas de la historia.
'Harry Potter es el motor, lo que nos impulsó a escribir. Sin Harry Potter no existiría Oksa'
Una fantasía que bebe directamente de Harry Potter. Nadie, ni siquiera las autoras lo discuten: 'Las comparaciones son inevitables', asume Cendrine Wolf, quien, con todo, anota algunas diferencias: 'Oksa es más realista; Harry más fantasioso. Él tiene que demostrar que es mago; ella esconde sus poderes'. 'Harry Potter es el motor, lo que nos impulsó a escribir. Sin Harry Potter no existiría Oksa Pollock. No podemos ser ingratas', agregan al tiempo que zanjan cualquier similitud con J.K. Rowling, madre del aprendiz de mago: 'Es un ejemplo a seguir'.
En un mundo de fantasía en el que coincidieran Potter y Pollock, ¿qué pensarían el uno de la otra? ¿Podrían llegar a trabar amistad? 'Honestamente podrían ser amigos. Oksa le diría: 'ya vale, deja de quejarte, de lamentarte, y actúa'. Le daría una patada en el culo para que reaccionara. Creo que, por su parte, Harry mandaría a paseo a Oksa, aunque podrían ser buenos amigos. Quién sabe, algún podrían llegar a encontrarse...', deja caer Cendrine Wolf, responsable de la parte más imaginativa de las historias. Es la que exprime cualquier idea fantasiosa, la que muchas veces cruza la línea roja. La que recibe la amonestación de su compañera, más centrada en la escritura.
Oksa Pollock y el descubrimiento de Edefia es el primero de los seis libros de la saga. 'No habrá ni uno más', prometen las autoras en perfecta coordinación. Su justificación: 'No nos interesa la Oksa adulta. Hay que saber parar'.
En Francia ya se han publicado tres novelas y la sexta servirá para echar la mirada atrás, 'al estilo de las películas de La guerra de las galaxias', aclaran.
La evolución de la protagonista se irá percibiendo libro a libro. En el primero 'es una chavala, una chica de 13 años que está aprendiendo. No es coqueta, no es cursi, le gustan los deportes masculinos, y su libertad'. Pero Oksa crecerá 'hasta ir tomando conciencia de su lado femenino', avanza Wolf, quien asume que la chica 'tiene mucho de mi temperamento'.
Un temperamento que a veces ha saltado durante la escritura a cuatro manos. Anne Plichota y Cendrine Wolf se conocieron hace 17 años, cuando ambas intentaban superar una ruptura familiar. Eran bibliotecarias. Plichota era encargada de la sección infantil. Entre lectura y lectura concluyó que ella también lo podría hacer. Podría construir un mundo en el que los jóvenes se sintieran cómodos, con el que pudieran sentirse identificados. El mundo de Oksa Pollock. Convenció a Wolf: ella escribiría en rojo, la segunda en negro. Todo bajo una premisa: para trabajar juntas deberían rebajar sus cotas de ego: 'Hay que saber escuchar, aprender de la otra parte', explica Plichota. Wolf asiente.
Escribieron, pero ninguna editorial les compraba la historia. Inasequibles al desaliento, decidieron autoeditarse el libro: eran responsables de la paginación, la portada, incluso 'llevábamos los volúmenes a las librerías en carretillas', evocan. Comenzó el boca a boca por Internet: redes sociales, blogs, foros. Un fan de 14 años escribió una carta quejándose del desinterés de las editoriales. Mandó la misiva a editoriales y revistas. Consiguió apoyos y Nouvel Observateur publicó la carta de protesta y un artículo sobre la Pollockmanía.
'Siempre, siempre, siempre nos creímos que podía funcionar, que podríamos llegar lejos. Por eso confiamos en la autoedición', explican las creadoras con una sonrisa de felicidad y satisfacción en la cara.
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