El 20 de marzo de 1995, la secta de Aum Shinrikyó atacó la red de metro de Tokio en hora punta. Más de 5.000 personas fueron víctimas del peor ataque terrorista sufrido nunca por la sociedad japonesa. Aquel desastre caló hondo en Haruki Murakami y le llevó a escribir su último novela, 1Q84 (Tusquets). El escritor recibe hoy en Barcelona el XXIII Premio Internacional Catalunya, lleva ya tres días en la ciudad y está un poco disgustado con la lluvia que le dificulta salir a correr. Las visitas del autor de Tokio Blues despiertan muchas expectativas, pero él, aunque sigue sin sentirse cómodo con los periodistas, se prestó ayer a ofrecer una rueda prensa restringida y sin fotógrafos, en la que habló de cómo sobrevive Japón a la devastación del tsunami.
Contó que los japoneses están habituados a sufrir desastres, pero que a causa de la crisis nuclear actual viven en 'estado de shock'. 'Estamos desorientados. Cuando acabó la Segunda Guerra Mundial, tomamos el camino recto hacia la riqueza y la paz, y soñamos con un país rico y pacífico, pero estos sueños han desaparecido. Estábamos embelesados con nuestro poder técnico, pero ahora estamos perdidos, aunque creo que nos recuperaremos', aseguró.
'No sé cómo se da coraje a un pueblo, lo que sí sé es que esa es mi tarea'
Desconoce si escribirá sobre lo ocurrido pero tiene claro que los escritores de su país deben trabajar para crear historias que 'animen' a la gente. 'No sé cómo se da coraje a un pueblo, lo que sí sé es que esa es mi tarea', remachó este novelista especializado en construir personajes con vidas solitarias y escenarios que conectan lo onírico con la realidad más prosaica.
Dostoievski, Kafka y Stephen King son tres de los escritores de cabecera de Murakami. Pero por encima de todos ellos sobresale George Orwell con su 1984, cuya lectura le atrapó de un modo especial. 'Es un icono de la literatura y sentía que tenía que escribir alguna cosa relacionada con esa obra. Al principio pensé titular mi libro 1985, pero Anthony Burgess se adelantó y opté por 1Q84. Orwell consideró que había escrito un libro futurista, sin embargo yo he escrito un libro sobre el pasado. Pero lo que él escribió podía haber sucedido, lo de Orwell no es ciencia ficción'.
El autor afirma no distinguir entre lo oriental y lo occidental
Cordial y sonriente, Murakami demostró que es un maestro en salirse por la tangente cuando no le interesa una pregunta. 'Cada lector es libre y debe establecer sus propios paralelismos', respondió cuando se le preguntó sobre las analogías entre lo que cuenta 1984 y la actualidad.
Si el jurado del Premio Internacional Catalunya (dotado con 80.00 euros y una escultura de Tàpies) distinguió el año pasado la trayectoria de Jimmy Carter, en esta edición ha elegido a Murakami por 'haber construido un puente literario entre Oriente y Occidente capaz de aunar los dos mundos'.
No obstante, Murakami se ve incapaz de descifrar lo que es oriental y lo que es occidental: 'Nací y crecí en Japón, y como tofu, pero me gusta el jazz y la literatura occidental. ¿Qué es Oriente y qué es Occidente?'.
El autor no pierde el tiempo en esta clase de distinciones, ni tampoco en reflexionar sobre el sentido de las historias que escribe: 'Cuando escribo, veo imágenes en mi mente y me limito a seguir las instrucciones'.
Sin embargo, el torrente de deducciones que los lectores sacan de sus libros le divierte. 'Yo sólo escribo las visiones que tengo. Aunque estoy contento cuando escucho los sentimientos que mi obra suscita en los lectores', comentó con aire travieso.
Desde que le entraron ganas de escribir mientras miraba un partido de béisbol, han pasado treinta años. Durante este tiempo, ha conseguido crear una obra personal, que a la vez se ha convertido en un referente del panorama literario mundial. 'A lo largo de estos años, he tenido que luchar mucho, pero nunca con los lectores. Siempre he notado que estaban de mi lado', sostuvo.
Cuando empezó a publicar, los críticos japoneses le reprocharon la falta de referentes nipones en sus libros. 'No soy demasiado popular entre los críticos de mi país porque soy distinto, soy como una esponja capaz de absorberlo todo', argumentó. Y para corroborarlo, enumeró cosas que le gustan como la música pop y las series (Lost o Los Soprano).
Para escribir 1Q84 necesitó tres años. A pesar de las escenas violentas que narra y de la estructura laberíntica de la que considera su obra más ambiciosa, para Murakami vivir cinco o seis horas al día en ese 'mundo virtual' fue estimulante. 'Me he vaciado con este libro. Espero que llegue la musa y me diga qué tipo de historia debo escribir ahora'. Hasta entonces, continuará levantándose a las cuatro de la madrugada para escribir, porque, aunque vea imágenes en su mente, Murakami es de los que espera la inspiración sentado frente a una pantalla de ordenador con los dedos sobre el teclado.
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