Hay libros que sacuden el mundo. En cualquier momento. Desde la primera frase. '¿Qué es el Tercer Estado? Todo. ¿Qué representa actualmente en el orden político? Nada. ¿Qué pide el Tercer Estado? Ser algo', escribió Emmanuel Joseph Sieyèsal principio de ¿Qué es el Tercer Estado? (1789), el más célebre de las decenas de panfletos que agitaron a las masas que harían la Revolución Francesa. Otro ejemplo de libro: 'Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo', escribieron Marx y Engels en el arranque del Manifiesto Comunista, publicado pocas semanas antes de que varios países europeos se vieran sacudidos por las Revoluciones de 1848.
Cada época convulsa tiene su panfleto y su manifiesto. La crisis desencadenada por el crash financiero de 2008 ha hecho brotar este tipo de textos. Incendiarios, satíricos, provocadores o reflexivos, todos los panfletos comparten un objetivo común: la agitación político social.
Algunos ya se han convertido en best sellers. Los superventas vienen, cómo no, de Francia. ¡Indignaos! (Destino), del nonagenario Stéphane Hessel, clama en sus escasas páginas por el surgimiento de una 'insurrección pacífica' contra la 'dictadura de los mercados financieros que amenazan la paz y la democracia'. Hessel, que ha despachado dos millones de ejemplares de ¡Indignaos!, también ha prologado el panfleto coral español Reacciona (Aguilar). Pero la hesselmanía es sólo el aspecto más visible del fenómeno. Decenas de panfletos, folletos y manifiestos circulan por internet y las librerías. Herramientas para comprender la recesión. Armas para combatir la crisis.
No diga panfleto, diga brevedad. Los temblores políticos parecen requerir textos de urgencia que puedan incidir en la crisis a tiempo real. A eso se dedica la colección Sic, de la editorial Melusina, que en los últimos meses ha lanzado un aluvión de textos breves de agitación. Panfletos revolucionarios clásicos (Nada es sagrado, todo se puede decir, del situacionista Raoul Vaneigem) y actuales (La in-surrección que viene, del Comité invisible), se juntan con sátiras más o menos disimuladas del capitalismo de consumo (El arte de vivir del esfuerzo ajeno, de Iván Cosos, y Cómo vivir con 24 horas al día, de Arnold Bennett) para nutrir una colección cuyo objeto es 'proponer al lector una serie de reflexiones concisas, contundentes y microcósmicas sobre los aspectos básicos de la condición contemporánea'.
Los economistas franceses cargan contra los mitos neoliberales en varios manifiestos
En el mundo del panfleto, menos es más. Porque las posibilidades de llegar al gran público, sueño húmedo de cualquier agitador político que se precie, parecen aumentar a medida que disminuye el tamaño de la diatriba. Una receta aplicada con éxito por el Observatorio Metropolitano. Dos miembros del colectivo madrileño (Emmanuel Rodríguez e Isidro López) publicaron el año pasado Fin de ciclo (Traficantes de Sueños), un monumental ensayo sobre cómo el capitalismo español se fue adaptando a la financiarización de la economía internacional. Uno de esos textos titánicos donde se explica todo desde el principio.
¿No tiene usted tiempo para enfrentarse a un ensayo así? No se preocupe. La solución se publicó hace unos días. Se llama La crisis que viene y es una versión reducida y para todos los públicos de Fin de ciclo. El panfleto, firmado por el Observatorio Metropolitano, apuesta por desmontar los dogmas de la vulgata neoliberal y aportar recetas alternativas contra la recesión. Es la versión práctica del artefacto teórico. Y sus autores no tienen problema en calificarlo de 'libelo'. 'Hay un público para los ensayos críticos más sesudos. Pero con el panfleto llegamos también a los que quizás no entiendan los mecanismos que rigen la economía de mercado, pero están cabreados y quieren saber un poco más. Los bancos y las grandes empresas financieras están ganando mucho dinero al mismo tiempo que hay amplios recortes sociales. Eso es fácil de entender para todo el mundo. Lo que es más complicado es explicar el mecanismo que lo hace posible', cuenta el sociólogo Isidro López, que advierte de que 'el ensayo grande funciona bien, pero el panfleto se agota a toda velocidad'. Y no se alarme si no llega usted a tiempo a la librería: como todos los libros de Traficantes de Sueños, los textos del Observatorio Metropolitano se pueden descargar gratis en internet. Agitar y difundir.
La crisis que viene no pretende cabrear a la ciudadanía, sino aportar herramientas para 'comprender' la crisis e intentar 'hacer algo' políticamente. De poco sirve indignarse si no sabemos por qué o contra qué. En esa línea pedagógica se sitúa Manifiesto de economistas aterrados, panfleto redactado por cuatro economistas franceses (Philippe Askenazy, Thomas Coutrot, André Orléan y Henri Sterdyniak) y publicado en España por Barataria. El texto, con 50 páginas de soluciones alternativas a la crisis, se colgó en internet en otoño; 3.000 personalidades académicas respaldaron el Manifiesto, encantados con un texto que califica de 'falsas evidencias' ideas tan extendidas como que 'los mercados financieros son eficientes y favorecen el crecimiento' o que 'hay que reducir los gastos para reducir la deuda pública'.
En esa línea, pero apuntando a un objetivo concreto, se mueve la última bomba llegada de Francia: Pour une révolution fiscale (Por una revolución fiscal), escrito por C. Landais, T. Piketty y E. Saez, economistas expertos en políticas fiscales. El texto, que se ha encaramado a la lista de los libros más vendidos en Francia, hace trizas uno de los grandes mitos de la economía moderna: bajar los impuestos es bueno. No lo es, según los autores, para la gran mayoría de los ciudadanos, afectados por las graves 'desigualdades' propiciadas por un sistema fiscal que favorece a los que más tienen.
Los buenos tiempos para los textos de denuncia permiten también descubrir libritos como La inmoralidad pública, publicado hace 130 años por el regeneracionista oscense Lucas Mallada y ahora reeditado por Algodón Ediciones. 'Hoy los negocios suelen prepararse de manera que desde el principio al final se falsean los compromisos adquiridos, y a expensas del Estado, o por mejor decir, de los pobres contribuyentes'. ¿Les suena de algo?
Para Zizek, la revolución es el acontecimiento fundacional de la democracia moderna
El panfleto es un género proclive al pensamiento incendiario. Pero es que la realidad actual no ayuda a la moderación. Los bancos quiebran, los países exportadores de petróleo están en guerra y las centrales nucleares japonesas parecen un queso de Gruyère. En ese contexto, cobran sentido textos como Catastrofismo, administración del desastre y sumisión sostenible, de René Riesel y Jaime Semprún, pensadores vinculados al situacionismo. 'La catástrofe reside en la persistente ceguera de la inmensa mayoría, en la dimisión de toda voluntad de actuar sobre las causas de tantos sufrimientos, en la incapacidad de considerarlas siquiera lúcidamente. Esta apatía va a resquebrajarse, en el curso de los próximos años, de manera cada vez más violenta por el hundimiento de cualquier supervivencia garantizada. Y quienes la representan y la alimentan, cultivando un precario statu quo de ilusiones tranquilizantes, serán barridos', escriben con la mente inflamada.
Igualmente incendiarios, pero apoyados en un riguroso aparato estadístico, se presentan los últimos textos de Ramón Fernández Durán, miembro de Ecologistas en Acción y pensador de referencia de la izquierda alternativa española, embarcado en los últimos tiempos en una frenética actividad panfletista. Suyos son El crepúsculo de la era trágica del petróleo (Virus); El antropoceno (Virus), y La quiebra del capitalismo global: 2000-2030 (Libros en acción). Textos que se pueden consultar gratuitamente en internet y en los que Fernández Durán, convertido en un Mad Ma(r)x del pensamiento crítico, alerta sobre el inicio del fin de la energía fósil. 'El mundo de 2007 se ha acabado, ya no existe como tal, ni volverá jamás', razona el autor, que cree que 'van a ser los límites ecológicos, en concreto el agotamiento de recursos, y muy especialmente de combustibles fósiles, los que sin duda van a poner fin a esta carrera desenfrenada' del capitalismo global.
Llamas rojas ilustran la cubierta de Al infierno con la cultura, ensayo clásico de Herbert Read publicado ahora por Cátedra. A Read le llama la atención que los cultos griegos no tuvieran una palabra para denominar la cultura. 'Tenían buenos arquitectos, buenos escultores, buenos poetas. Pero nunca se les habría ocurrido que tenían un bien en sí mismo, la cultura. Algo a lo que sus académicos podían ponerle una marca registrada, algo que las personas superiores con tiempo y dinero podían adquirir, algo susceptible de ser exportado a otros países con los higos y las aceitunas'. Hasta que llegaron los romanos, 'los primeros capitalistas a gran escala de Europa', que convirtieron la cultura 'en un bien de consumo'. Y empezaron las malas noticias para la cultura. Resumiendo: títulos dispares sobre la catástrofe social, ecológica y cultural con algo en común: hay que empezar de cero, aunque sea sobre las ruinas.
Pero los panfletos actuales no sirven sólo para denunciar los desmanes del capitalismo y proponer herramientas para explicar la crisis, también apuestan por el rearme ideológico. La colección Dixit ('libros breves, intervenciones ágiles y agudas en las discusiones urgentes'), de la editorial Katz, se 'creó para introducir al gran público el pensamiento de grandes pensadores', explica el editor Juan Pablo Díaz. Los textos recogen las intervenciones de intelectuales críticos de referencia, como Judith Butler (Violencia de Estado, guerra, resistencia. Por una nueva política de la izquierda) y Zygmunt Bauman (Múltiples culturas, una sola humanidad), en el CCCB barcelonés.
'Lo difícil es explicar los mecanismos económicos que hacen posible la desigualdad'
Katz también acaba de publicar ¿Qué es el socialismo?, del filósofo político británico Gerald A. Cohen. El libro, de 64 páginas, toma como punto de partida la supuesta organización de un campamento de verano para demostrar el atractivo universal de las ideas socialistas. 'En una época en la que estamos reevaluando nuestras prioridades económicas, este provocador ensayo es una apelación a la integridad personal y un recordatorio de que la preservación del interés propio no puede estar desvinculada del cuidado del interés colectivo', dice su editor.
A todo aquel que le parezca un escándalo que a estas alturas del siglo XXI todavía quede alguien teorizando sobre las bondades del socialismo, probablemente le explote la cabeza con una de las propuestas editoriales de agitación más ingeniosas de los últimos años. La editorial británica Verso lleva un tiempo publicando la colección Revoluciones, en la que pensadores críticos actuales revisan textos revolucionarios clásicos. 'Se trata de mostrar cómo estas palabras incendiarias todavía tienen el poder de inspirar, provocar y quizás inflamar nuevas revoluciones'. La lista de títulos es, desde luego, de traca: Hugo Chávez introduciendo a Simón Bolívar; Wu Ming, a Thomas Muntzer; Tarik Ali, a Fidel Castro; y Terry Eagleton al mismísimo Jesucristo.
El guante lo recoge aquí la editorial AKAL, que ha traducido cinco textos de la colección Revoluciones. Entre ellos, Walden Bello revisando a Ho Chi Minh y a Slavoj Zizek haciendo lo propio con Mao, Trotski y Robespierre (en tres libros). El pensador esloveno viaja a la Revolución Francesa, cuna del panfletismo crítico, para analizar sus resultados a la luz actual. Los conservadores siempre rechazaron violentamente la Revolución, mientras que los liberales, según Zizek, 'piden 1789 sin 1793'.
Los textos incendiarios cobran valor al calor de la crisis económica, energética y nuclear
Es decir, sin la guillotina de Robespierre, porque 'lo que desearían los liberales sensibles es una revolución descafeinada, que huela lo menos posible a revolución'. Entre todos han tratado de privar a la Revolución de su 'estatus como acontecimiento fundacional de la democracia moderna', escribe Zizek, que concluye que la izquierda debe 'aceptar como nuestro el pasado terrorista aunque o precisamente porque se rechace críticamente'.
Lo que Zizek no quiere es que los enemigos de la izquierda 'determinen' el campo de la lucha. Se debe poder hablar y reflexionar sobre cualquier cosa. Y sacar pecho, si toca. 'La autocrítica más implacable debería ir de la mano con una admiración audaz de lo que uno se siente tentado a llamar el núcleo racional del terror jacobino. O como decía sucintamente el mismo Saint-Just, lo que produce el bien general es siempre terrible'. Estas palabras no deberían interpretarse como una advertencia contra la tentación de imponer violentamente el bien general a una sociedad, sino, por el contrario, como una amarga verdad que hay que respaldar enteramente'. Conclusión: contra la crisis, ¿que empiezan a rodar cabezas? Larga vida a los libelos del mundo.
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