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Adiós al amigo de los monstruos de broma

PACO GISBERT

En los libros de historia del cine español nunca figurará con letras mayúsculas Juan Piquer Simón, fallecido el sábado en Valencia a los 75 años tras una larga enfermedad.

Probablemente porque el cineasta valenciano nunca realizó una película de esas que se exhiben en las filmotecas de todo el mundo y que generan expectación cada vez que se reestrenan como tributo de un cine que perdurará con el paso del tiempo.

Juan Piquer fue un pionero en muchas cosas, un hombre con una visión preclara sobre lo que era la industria del cine en un país en el que, como él mismo decía, parecía que sólo se podían hacer películas 'comprometidas o de tipos con boina'.

Por eso, fue el primero que salió de España para hacer novedosos anuncios publicitarios, el primero que pensó en un público ávido de entretenimiento para realizar sus filmes y el primero en aplicar fórmulas narrativas del cine norteamericano para rodar sus cintas.

Desde muy joven, tras estudiar Bellas Artes, supo que su vocación estaba en el mundo del audiovisual. Comenzó haciendo anuncios publicitarios, algunos tan novedosos como aquel en el que un vendedor de detergente animaba al cliente a buscar, comparar y, si encontraba algo mejor, comprarlo, porque el sindicato vertical le negó el carné de director. No se amilanó y, desde su primer largometraje, Viaje al centro de la tierra, de 1976, se decantó por el cine de género, huérfano de referentes en nuestro país.

Fue tan grande su compromiso con ese tipo de cine que consagró su vida a películas de aventuras (Misterio en las isla de los monstruos 1981), de superhéroes (Supersonic Man, 1979), de sangre de mentira (Mil gritos tiene la noche, 1982) o de seres repugnantes (Slugs, muerte viscosa, 1988).

Dotado de una prodigiosa memoria y de una capacidad de asimilación de lo que aprendía viendo películas y de sus experiencias en el extranjero, Piquer creó un estilo propio que fue mucho más reconocido fuera de nuestras fronteras que en su propia casa. En EEUU, J.P. Simon, el heterónimo con el que firmaba sus obras, es sinónimo de uno de los grandes del cine fantástico.

En sus últimos años trabajó en la Mostra de Valencia, en un intento de transmitir a la ciudad en la que había nacido su sapiencia cinematográfica, primero como subdirector y, entre 2006 y 2008, como máximo responsable del festival. Discreto y huidizo de los focos de la prensa, Juan Piquer mantuvo hasta el final de sus días la esperanza de volver a dirigir y producir películas. Siguió soñando con monstruos de broma hasta que la muerte se lo llevó el pasado sábado.

* Paco Gisbert es periodista y escritor

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