Cuando la nadería supura mediocridad, poner las cosas en su sitio es un acto heroico. Casi suicida. Solomon Burke nunca navegó con el viento en las velas: demasiado sincero para los acomodaticios, demasiado genuino para permitir simulacros con la música del alma. El cantante que el sello Atlantic definió como 'la mejor voz soul de todos los tiempos' jamás se plegó a tiranías comerciales, a imposiciones por negocio. Pagó por ello: sus discos no siempre generaban derechos de autor y Burke, religioso ferviente, asumió las bofetadas como señales cuasi divinas.
Diversificó sus fuentes económicas (vendió plantas aromáticas, alquiló limusinas, organizó funerales) para alimentar a una familia de proporciones bíblicas: 21 hijos, 90 nietos, 19 bisnietos. Malquerido por una industria que empezaba a dispararse a los pies, su prestigio nunca mermó. Su voz poliédrica, rotunda, macerada con blues, soul y gospel, concitó el interés de no pocos imitadores. De Mick Jagger a Wilson Pickett o The Blues Brothers, que grabaron su totémica Everybody needs somebody to love. Y admiradores pata negra nunca faltaron: Tom Waits, Elvis Costello, Bob Dylan, Brian Wilson.
De carácter controvertido y, a veces, demasiado exigente (a sus músicos les prohibió el consumo de alcohol y drogas durante las giras), el predicador que fue amigo de Luther King, obispo de un centenar de iglesias en Norteamérica y Jamaica, desafío a la mojigatería farisaica en 1975. Grabó Music to make love by. Un disco revelador, con Ford y Kissinger en la Casa Blanca. En el estudio del sello Chess convocó a varias parejas, las invitó a hacer el amor y adaptó sus canciones al ritmo de los cuerpos ardiendo. Sabía de lo que hablaba: él mismo vio la luz durante una ceremonia religiosa en una iglesia de Filadelfia. 'El sexo es una parte maravillosa de la vida. Ya sé que la Iglesia católica no piensa como yo, pero debería replanteárselo', recordó años después, cuando en 2003 debutó en concierto en España. Dos noches en Madrid y Barcelona. Tres años antes había aceptado cantar para el papa Wojtyla, otro de sus fans.
Con 17 millones de discos vendidos, la magnitud de Solomon Burke es equiparable a James Brown, Marvin Gaye y Otis Redding. Sobrevivió a los tres mitos, aunque nunca alcanzó sus niveles de popularidad. En 2002, Don't give up on me concitó unanimidad como álbum del año, y relanzó su carrera: Make do with what you got, Nashville, Like a fire, Nothing's impossible.
Para cantar Enough is enough, grabado con el grupo holandés De Dijk, el reverendo Burke volaba este domingo de Los Ángeles a Amsterdam. Quería cumplir su última promesa: 'Cantaré hasta que tenga aliento'. No llegó a bajar del avión: un infarto acabó con sus setenta años de vida. En pleno vuelo, como viajan las almas limpias.
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