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Los caminos de la ética conducen a la libertad

Voces críticas' recupera desde el próximo sábado 29 la palabra de autores que mantuvieron la dignidad ante el franquismo

 

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Todo lo que el franquismo trató de destruir ha crecido en libertad. Todo lo que el fascismo creyó haber derrotado ha sobrevivido gracias a la ética. Todos los derechos con los que acabó la dictadura fueron amparados en las memorias y narraciones de los cientos de escritores que tuvieron que empuñar sus herramientas para no olvidar los antecedentes, el pasado, la tierra. El trabajo literario de autores como Federico García Lorca, Rafael Alberti, Antonio Machado, Juan Goytisolo, Miguel Hernández, Pedro Salinas, Juan Ramón Jiménez, Max Aub, Vicente Aleixandre, María Zambrano, Luis Cernuda, León Felipe o Francisco Ayala.

Algunos de ellos buscaron un orden, escribir, a pesar de su distorsión, para volver a la vida. Todos se encararon con valentía y huyeron del sentimentalismo porque no fueron observadores banales ni extranjeros de visita en el conflicto español. Tuvieron el coraje de considerar la violencia, la corrupción, la barbarie como la carne del opresor. Tuvieron la humanidad de tratar con respeto y dignidad a los oprimidos, porque confiaban en la justicia histórica.

Aquello no acabaría ahí, como en la novela Juego limpio de María Teresa León, el personaje Camilo afronta la derrota con un transparente 'volveremos'. Una declaración de esperanza que movió a todos los que sufrieron 'las turbias victorias de los hombres'. Es el propio personaje el que resume la tragedia bélica: 'Somos el preludio de algo espantoso, porque la guerra ya no tiene nada de caballeresco ni es cortesía, ni siquiera juego limpio y bárbaro, la guerra es únicamente la pelea de dos perros rabiosos'.

El próximo sábado Público recupera las voces críticas del periodo más oscuro y sangriento de este país, perseguidas por someter al poder militar a sus escritos grabados a fuego y tinta. Pasajes imborrables contra la desaparición: 'Cómo admiran las gentes al genio una vez muerto', escribió por carta el siempre atrevido e incorrecto Luis Cernuda. La ironía de la frase aclara que no estuvo dispuesto a que achacaran al exilio al que lo condenaron su compromiso durante la Guerra Civil.

En Las nubes muestra su escritura tenaz incluso en circunstancias tan apremiantes y con asuntos entre manos, que entonces debieron de parecer urgentes. Episodios que un pesimista como Max Aub tampoco estuvo dispuesto a olvidar. Posiblemente, ninguno de los dos escritores creyó en que bien está lo que bien acaba. El pesimista incorregible que fue Aub jamás aceptaría que la deuda colectiva con los escritores en el exilio quedase abonada, pero estaría conforme al saber que los locuaces jóvenes españoles acomodados de 1969 con los que arremetió toda su ira en La gallina ciega, hoy son reemplazados por otros convencidos en la lectura crítica de los capítulos del pasado más represor.

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