Toda sociedad necesita su Frankenstein. Nosotros hemos creado a Belén Esteban, la verdulera infinita, el contrapunto de la reina Sofía o de la Virgen del Pilar. Como una mujer salida del pueblo no puede llegar a ser futbolista o torera, sólo le queda la destrucción tan pública como indigna en la televisión privada.
Se humilla ante las cámaras y nos humilla, y entre tanto se enriquece. Porque el enriquecimiento es la única gravedad posible en la época del capitalismo trascendental en la que estamos viviendo.
Belén Esteban es la contribución hispánica al horror global de las televisiones emocionales. Con su hija a cuestas, con su Jesulín a cuestas a modo de cruz, con sus broncas con otros famosos, esta amazona salvaje recorre el inconsciente colectivo de una sociedad fascinada por una nueva forma de representación de la indigencia moral.
Belén Esteban es la reina de los pobres, de las marujas irredentas, de los jubilados, de los parados, de los enfermos, de los psicóticos, de los que están solos, postrados ante la televisión. Señora de los inmigrantes, de los reos, de los narcotizados, leyenda viva de la estupidez legendaria del gran pueblo español. Ella es el termómetro de nuestra estafa. Nos estafamos a nosotros mismos y somos felices. Su cabellera rubia y su nariz operada son nuestra luz. Comparamos, secretamente, las dos narices operadas más célebres de España: la de Belén Esteban y la de doña Letizia.
La verdulera infinita nos tienta con su tauromaquia macarra, con su erotismo con olor a peluquería de barrio de ciudad de provincias. Contemplamos sus labios gruesos, sus pechos ya vistos en una portada de revista, su cuello largo, sus ojos matones y comprendemos que toda España se acuesta con ella. Porque ella también es la Gran Peluquera, la Gran Pescatera, la Gran Humillada. Gana miles de euros en una forma de posprostitución blanca, nueva, última, necesaria. Eso es fascinante. No tener ningún talento para nada y ganar mucho dinero, ese es el mensaje liberador para la clase media baja universal.
En las televisiones de los pisos de protección oficial, de los hostales baratos, de las residencias cutres de ancianos terminales, de los bares de polígonos industriales, de las salas de estar de la España miserable reina Belén Esteban, señora de los discapacitados y de los tarados, Lady Di del albañal, la reina de los pobres.
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