Para Woody Allen, la vida es una tortura a la que estamos enganchados. Asegura que su existencia es una agonía continua, pero que si le atracaran en un callejón oscuro a punta de pistola se pondría de rodillas ante su ejecutor para que le dejara seguir viviendo. Toda su filmografía ha abordado este tipo de contradicciones de manera cómica, pero sin lograr disimular del todo un poso amargo, efecto secundario del carácter angustiado de su autor.
La última de sus 40 películas Conocerás al hombre de tus sueños, cuyo estreno mundial será en Avilés el próximo día 24 no plantea ninguna excepción a esta regla. Bajo el aspecto de comedia burguesa de enredos sentimentales, Allen vuelve a recorrer sus preocupaciones más íntimas. El director recibió a Público en París en el rodaje de Midnight in Paris.
La película empieza con esta cita de Shakespeare: 'La vida es un cuento narrado por un idiota, lleno de ruido y de furia, y que nada significa'. ¿Lo ve así?
Se trata de una descripción muy acertada de la existencia. La vida es un proyecto estúpido y sin ningún tipo de sentido. La única manera de sobrevivir es contarse mentiras. Debemos ser deshonestos con nosotros mismos y negar la realidad para ser capaces de tirar adelante. Eso es lo que hacen mis personajes. Enfrentarse cara a cara con la vida no es una experiencia demasiado desagradable.
¿Ser feliz implica tener talento para contarse esas mentiras?
Por supuesto. La felicidad depende del grado de habilidad que tengas para el autoengaño. En ese sentido, el amor es el principal mecanismo de supervivencia que nos ha dado la naturaleza.
¿El cine es otra mentira que ayuda a que el trago sea más llevadero?
Las películas te permiten distraerte y dejar de pensar sobre lo terribles que son las cosas, ni que sea durante una hora y media. Te metes en una sala, observas a Fred Astaire o a Penélope Cruz en la pantalla y la vida se vuelve un poco más bonita durante un rato. Cuando sales del cine y vuelves a la vida real, te sientes un poco más fresco. El cine es como tomarse una bebida fría en un día de un calor sofocante.
¿Se acentúa el escapismo en tiempos de crisis económica?
Uno de los pocos efectos buenos de la crisis es que ha provocado que el cine vaya mucho mejor. En tiempos de dificultades, la gente necesita más distracción y espectáculo. En la Gran Depresión de los años treinta sucedió exactamente lo mismo. Esta crisis no está siendo tan dura como aquella, pero tampoco está nada mal.
En casi todas sus películas encontramos un alter ego. ¿Quién es su doble en esta?
[Larga pausa] Buena pregunta. Esta vez no está tan claro como en otras películas. Pero tal vez sea el personaje del escritor, a quien interpreta Josh Brolin. Es un hombre que no cree en los charlatanes, a diferencia de los demás personajes. Se mantiene fiel a un pensamiento científico y no le interesan nada los engaños y las falsas ilusiones. Es un hombre ambicioso, pero también torturado. Creo que comparto todos estos malos hábitos.
También es un personaje increíblemente inconstante. Sueña con vivir con su vecina y cuando lo consigue, empieza a espiar a su ex mujer.
Pero esto nos sucede a todos. Siempre creemos que la vida será mejor en otro lugar. Es otra de esas falsas ilusiones que le decía. Por ejemplo, a veces me digo que sería más feliz si viviera en París o en Barcelona. Pero cuando estoy allí empiezo a echar de menos Nueva York. Soñamos con vivir otra vida porque creemos que enamorándonos de la vecina o cambiando de trabajo seremos más felices. Pero, cuando lo hacemos, nos arrepentimos. Los problemas están en tu interior.
Anthony Hopkins abandona a su mujer por una chica mucho más joven, habitual en sus películas. ¿Defiende esta diferencia de edad en las relaciones?
No hay que analizarlo en exceso. Si utilizo estas relaciones en mis películas es sólo porque suelen resultar bastante cómicas. No me importa que la gente lo malinterprete, porque esto forma parte del placer de ver una película. A menudo se equivocan, pero no pasa nada. Es como cuando voy a ver un partido de béisbol y me pongo a criticar al entrenador o al árbitro, como si yo supiera hacerlo mejor. Forma parte del placer de ver un espectáculo. Opinar no es un delito, incluso cuando estás muy equivocado.
'Envejecer es un mal negocio: intenten evitarlo si pueden', ha dicho. ¿No tiene nada bueno?
De joven me preguntaba por qué todo el mundo odiaba hacerse mayor. Ahora lo entiendo. No hay nada bueno en la vejez. De nuevo, es una de esas mentiras que nos contamos. El cuerpo empieza a fallarte, tus opciones disminuyen, el futuro se acorta, te vuelves sordo y pierdes la vista. Ya me dirá qué hay de bueno en todo eso.
¿Tal vez la experiencia?
Contrariamente a lo que se dice, al hacerte mayor no te vuelves más sabio. Yo siento la misma ansiedad hoy que a los 20 años. Claro que aprendes cosas sobre la vida, pero son cuatro tonterías prácticas y poco más. Por ejemplo, con la edad aprendes a utilizar una lente u otra para rodar una escena. En cambio, en lo que se refiere a las relaciones humanas, las mujeres, la familia, el amor y los asuntos existenciales, no tienes la mínima idea ahora ni la tendrás nunca. Nadie ha tenido nunca la menor idea sobre esto. Ni los filósofos griegos ni Dostoyevski ni nadie.
Hace un año dijo que Barack Obama era la única persona que le hacía 'tener esperanza en el futuro'. ¿Le ha decepcionado?
No. Sigo creyendo que es un tipo genial y que tenemos mucha suerte de contar con él. No lo tiene nada fácil: los republicanos intentan hundirlo por todos los medios, está rodeado de demócratas cobardes y ha heredado una situación realmente desastrosa. Pero, incluso en estas circunstancias, no lo está haciendo nada mal. Su único problema serio es que no se sabe vender. No sabe explicar a los ciudadanos por qué lo está haciendo bien.
Metió en Si la cosa funciona': 'Un hombre negro ha llegado a la Casa Blanca, pero aún no puede coger un taxi en Nueva York'.
Es que es verdad. EEUU es uno de esos países a los que les encanta sentirse orgullosos de sí mismos. Cuando, tras 200 años de explotación y discriminación, un negro se convirtió en presidente, la gente se puso a exclamar: 'Caramba, chicos, qué país tan genial que tenemos'. A mí me sucedió todo lo contrario. No lo vi como un motivo de orgullo, que no haya pasado antes es uno de los grandes fracasos de EEUU como nación.
¿Creer en Obama con esa fe ciega no es otro de esos autoengaños?
Puede ser, pero a mí me parece fantástico. En especial, comparado con lo que ha sucedido en otros momentos de nuestra historia. Por desgracia, en este mundo los que no piensan son mayoría. La gente tiene tanto miedo que responde de manera autodestructiva. Por ejemplo, eligiendo a los líderes que hemos conocido. Obama representa un cambio. No me malinterprete: sé que el mundo seguirá siendo una pesadilla, incluso si contamos con líderes como él.
¿Se ve capaz de rodar sobre la guerra en Irak o en Afganistán?
La política me interesa como ciudadano, no como cineasta. Podría hacer una película sobre Irak, pero no me dice nada. Todos estos asuntos son efímeros. Hoy estamos convencidos de que tienen una importancia desmedida, pero en años se quedarán anticuados. Es como el divorcio, la infidelidad o el aborto. Hoy nos parece ridículo que en otra época la gente se escandalizara por cosas así. Los temas de actualidad caducan. En cambio, dentro de 100 años seguiremos interesándonos por los temas de los que hablo.
Es decir, por la muerte.
Por la muerte, la angustia y todos los demás problemas existenciales. El resto de cosas tienen solución. Otra cosa es que seamos tan estúpidos de no encontrarla. Pero la pobreza tiene solución, las dictaduras tienen solución y el sida tendrá solución algún día. En cambio, la muerte.
¿Los lugares donde rueda son intercambiables?
Mis películas podrían transcurrir en cualquier ciudad, siempre que sea sofisticada como Nueva York, Londres, París o Barcelona. Pero no podría hacer una película en Sudán o en el Amazonas. Cuando ruedo en una ciudad me mudo allí con mi familia durante tres meses, así que busco lugares cómodos y agradables. Y luego, claro, está la cuestión del dinero. Me marché a Londres porque era mucho más barato que Nueva York. Aunque el dinero no es lo único que cuenta. Nunca iría a rodar a Abu Dhabi, por muchas facilidades que me pusieran. Y nunca rodaría en el desierto, como hizo David Lean durante el rodaje de Lawrence de Arabia. ¿Se puede creer que se pasó dos años viviendo allí?
¿No tiene curiosidad por descubrir lugares desconocidos?
No soy una persona nada curiosa. He vivido toda mi vida a una hora de avión de Canadá, pero no fui hasta los 65 años. Y nunca he ido a México, que está a la vuelta de la esquina. Soy una persona con hábitos muy determinados. Siempre voy a los mismos restaurantes, hago los mismos paseos y veo los partidos de los mismos equipos. Cada día desayuno los mismos cereales Cheerios y un plátano que corto inalterablemente en siete pedazos.
Pero sí tiene curiosidad por la vida humana.
Sí, pero tampoco hay que pasarse. No es como si me encantara conocer a decenas de personas nuevas ni que me pase horas escuchando historias sobre la vida de los demás. Nada de eso. Soy un tipo muy sencillo, que se pasa el día en casa vestido en camiseta y con una cerveza en la mano, viendo deportes en la tele y tocando el clarinete. No soy una persona que lea ni que se pase el día meditando sobre la vida.
¿Es usted un nostálgico?
Intento no serlo, porque la nostalgia es una trampa. Es muy fácil acomodarse en ese sentimiento tan maravilloso que, al mismo tiempo, resulta inútil y pegajoso. Es como acurrucarse en una silla recubierta de miel, que al cabo de poco te paraliza y te impide escapar. El pasado no sirve de nada.
En ese caso, sorprende que siga negándose a utilizar música actual en sus películas.
Me gusta la música antigua, porque es lo que escuchaba en la radio cuando era joven. Por ejemplo, Cole Porter, George Gershwin y Richard Rodgers. A partir de los cincuenta todo se volvió eléctrico y ruidoso. La cultura emprendió un giro radical, pero yo decidí quedarme donde estaba. Mis amigos me dicen que estoy ciego, que me estoy perdiendo cosas estupendas. Y seguro que tienen razón, pero me da un poco igual.
Cuando rodó en Barcelona le llovieron ciertas críticas acerca de los estereotipos. ¿Le dolió?
No, porque era justo lo que buscaba. Estaba mostrando la ciudad desde el punto de vista de dos turistas. ¿Qué quiere que vayan a ver, más que Gaudí? Hacen lo que haría todo visitante que nunca ha estado allí, que es exactamente lo mismo que hice yo cuando vine por primera vez. Es la Barcelona que quería proyectar, la ciudad observada a través de mi prisma. No tenía ninguna intención de ser realista. En todo caso, no me duelen las críticas, porque siempre me han dicho cosas así. Cuando rodé Manhattan, todo el mundo dijo que ese Nueva York no existía. Y tenían razón: Martin Scorsese y Spike Lee describen la ciudad de una forma mucho más precisa y fiel. Pero yo nunca he querido ser preciso o fiel, sino imaginativo. Y les advierto que con París sucederá exactamente lo mismo.
¿Cómo está transcurriendo el rodaje de Midnight in Paris'?
Está siendo genial. París me gusta porque me recuerda a Nueva York. Tiene el mismo tráfico, el mismo ruido, la misma gente nerviosa y estresada, la misma acumulación de restaurantes, teatros y librerías. Pero encima es diez veces más bonita que Nueva York. Por eso, cuando estoy aquí, me entran ganas de volar.
¿Por qué eligió a Carla Bruni?
El año pasado, el presidente Sarkozy y su esposa me invitaron a desayunar. Y ella era tan agradable y bonita que no pude evitar preguntarle si le interesaría hacer un pequeño papel en esta película. Su primera reacción fue decir que no era actriz y que probablemente no sabría hacerlo. Como insistí un poco, terminó diciendo que lo intentaría. Así que le escribí un pequeño papel de guía del museo Rodin. Y no de directora del museo, como se ha dicho.
¿Es Bruni tan mala actriz como ha afirmado la prensa británica?
En absoluto. La prensa se ha apresurado a inventarse todo tipo de historias. Se ha dicho que, en una de las escenas, Carla Bruni necesitó más de 30 tomas. Son rumores falsos. Hizo unas ocho o nueve, como el resto de actores. Lo ha hecho bien. Ha hecho un buen trabajo. Y encima está guapísima.
El 24 de agosto estará en Avilés para el estreno de Conocerás al hombre de tus sueños'. ¿Cómo se enamoró de Asturias?
[Se entusiasma] Por puro accidente. Llegué para recoger el Príncipe de Asturias sin esperar nada en particular, pero me acabé encontrando con un lugar absolutamente maravilloso. Me gustó todo: la gente, el clima, el paisaje y la comida. Es como un paraíso que no se ha echado a perder, pero que tampoco resulta primitivo. Es un lugar sofisticado y cultivado, donde todo resulta magnífico. Si tuviera que escaparme del mundo y escoger un refugio, ese lugar sería Asturias.
Si decide jubilarse, ¿le veremos allí?
Si me jubilo, creo que me quedaré en Nueva York, porque es donde tengo a todos mis amigos. Pero si tuviera que escapar de allí porque todo el mundo hubiera decidido odiarme, entonces mi plan B sería Asturias. Sin ninguna duda. Qué lugar tan maravilloso. A mi familia le encanta ir allí. Cuando supe que el estreno sería en Avilés me puse a dar saltos de alegría. Cualquier excusa es buena para volver.
¿Volverá a rodar en España?
Por el momento no tengo ninguna idea concreta. Pero estoy seguro de que volveré algún día, porque fue una experiencia maravillosa. No puedo decir más que cosas buenas sobre España. El día que vuelva, no hay duda que volveré a rodar en Asturias. Así sucedió con Vicky Cristina Barcelona: me aseguré de que algunas escenas trascurrieran allí. También me gustaría rodar en San Sebastián, que es uno de los lugares más bonitos que he visto en la vida. Lo malo de rodar en España es que sólo tiene sentido con un cierto tipo de historias. Tengo que encontrar una.
¿Dónde le llevará su próxima película?
Todavía no lo sé. Tengo que hablarlo con mi mujer.
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