Hasta hace poco la contestación estaba clara: ¿para qué sirve la filosofía, para qué el pensamiento?, ¿cuál es la utilidad de un ensayo? Respuesta correcta: para no hacer esa pregunta. Sin embargo, el ensayo debe rendir en un mercado con un ritmo de comercialización de novedades literarias al que no se ajusta y del que llegan los peores datos en muchos años: la caída del 4,3% de facturación en 2009 y este mayo mucho peor, calificado ya como 'negro' por los editores. Con estas cifras no extraña que la edición de títulos de filosofía (3.697) haya caído en un 4,8% y facturado un 10,6% menos que en 2008. El problema es que el ensayo es 'incompatible en nuestra sociedad, porque el conocimiento de la realidad no encaja con el consumo', resume el editor de Península Manuel Fernández Cuesta.
Bajo su dirección, Península editó este año Kate Moss Machine, donde el autor francés Christian Salmon se pregunta qué valores representa la modelo o por qué es un icono del capitalismo actual. A la vuelta del verano publicará Belén Esteban y la fábrica de porcelana, un análisis del fenómeno mediático a la luz de la sociedad de consumo firmado por el publicista Miguel Roig. En la búsqueda de ampliar la atención en lectores poco habituados al género como salida de la crisis, Fernández Cuesta asegura que se ha pasado de 'entender la lectura como formación a la lectura como entretenimiento. El lector cree que sabe lo suficiente con lo que le cuentan los medios de comunicación para entender lo que es una hipoteca subprime, pero no es verdad y no le importa'.
'Ahora se hace el libro al gusto del consumidor', explica Reyes Mate
El editor incide en la sociabilización del conocimiento y se pregunta por la encrucijada en la que se encuentra en estos momentos el género del pensamiento crítico: ¿cómo dar contenidos de interés informativo y cultural al tiempo? 'No creo que esto sea posible, hemos pasado, por ejemplo, de los libros de Historia a los libros de historias', explica. No cree que la caída de las ventas haya afectado tanto, porque el del ensayo se debe a un pequeño nicho de lectores. 'La pérdida todavía no es muy dramática, lo dramático es la tendencia', sentencia.
En el camino de encontrar el gusto al lector, tal y como dibuja este editor, el libro de ensayo evoluciona hacia un gusto que sólo tiene que ver con el consumo. 'Superar ese nicho supone hacer el libro al gusto del consumidor con temas coyunturales pegados a la actualidad', como asegura Reyes Mate, último Premio Nacional de Ensayo, por La herencia del olvido, publicado por Errata Naturae. Ya nadie lee para reflexionar y 'el ensayista no tiene reflexión crítica', dice.
Recuerda el reconocido pensador que ese interés social por 'convertir al ensayo en algo útil lo ha transformado en autoayuda; pero el ensayo sólo es útil si descubre problemas donde aparentemente no existen'. 'Es una avanzadilla de la reflexión, no puede ser un bien de consumo práctico', explica Mate que, además, cree que hay un dominio descarado del pensamiento correcto. 'Falta el desparpajo', resume.
'La lectura ya no es formación, sino entretenimiento', explica un editor
La edición de ensayos está sufriendo una mutación semejante a la que pasó el mercado literario cuando se cruzaron el best-seller y el mercado de calidad. 'Es la hibridación del ensayo del conocimiento con los ensayos populares, es decir, ensayos de conocimiento popular. Esto se ve en la Historia, donde la narratividad ha ganado peso al argumento, porque el producto es más importante que el proceso', analiza una de las voces más notables del ensayo actual, Alejandro Katz, director de la editorial Katz.
En ese sentido, el mejor piropo que se le hace hoy a un texto filosófico es que se lee como una novela, es decir, se fomenta toda lectura que no exija una tensión que nos sitúe en el límite de nuestras fuerzas. 'La anécdota ha pasado a un lugar más importante que la reflexión. En ciencia, por ejemplo, se impone la trivialización. Es la hegemonía del ensayo de entretenimiento, que es un buen ensayo pero más preocupado por el ritmo de lectura que por el conocimiento crítico', asegura Katz.
Katz: 'Preocupa más el ritmo de lectura que el conocimiento'
Hasta hace poco este tipo de libros ampliaban la visión de la realidad. Pero ahora, en los próximos días, saldrá un nuevo título en el que la guerra de Irak aparece y desaparece en tres páginas, la crisis de los partidos socialdemócratas en los setenta y el auge de los conservadores en otras tres y así hasta cubrir un panorama leve sobre los conflictos contemporáneos.
'La impresión que tengo es que está desapareciendo el ensayo. Hoy son pocas las editoriales que hagan buenas tiradas, no pasan de mil ejemplares. Sólo hay editores alpinistas, que no hablan más que de ocho miles', cuenta César Rendueles, doctor en Filosofía, en referencia a la tirada. Este autor critica el modelo de edición al que está sometido el ensayo, incompatible con los ritmos de venta de la ficción. 'El ensayo no tiene tiempo para su difusión, antes de que se haya leído ha desaparecido de las estanterías de las librerías', explica.
Rendueles señala el valor de la estabilidad de los fondos que poseen las editoriales de pensamiento para estos malos tiempos y su aprovechamiento con las descargas legales: 'Los libros descatalogados pasarán a un fondo vivo con la digitalización de todos ellos, de esta manera siempre estarán presentes. No sólo en las editoriales, sino a través de una entidad pública que las recupere, las gestione y las ponga en acceso libre'.
Algunos ven en la digitalización una salvación de los fondos del ensayo
Un ejemplo de la deriva del ensayo es la editorial Crítica, que surgió en 1976 para un público muy determinado, universitario, que necesitaba manuales, libros con un aparato bibliográfico y crítico muy fuerte. Pero los tiempos han cambiado. Ahora, tal y como aseguran desde la mayoría de las editoriales de pensamiento, en la universidad no se lee. 'A los alumnos no les sirven de nada los manuales porque sus asignaturas duran cuatro meses, no un año', aclara Carmen Esteban, editora de Crítica.
Reconoce que hay un descenso de la calidad, que ahora deben competir con otros medios de entretenimiento y eso les ha hecho ponerse a su altura. 'Yo misma he abierto una línea de Historia mucho más narrativa. El propio Anthony Beevor (El día D. La batalla de Normandía) no es un historiador, él es un militar que empezó escribiendo ficción. Pero es un gran libro de Historia', afirma. Coincide con Rendueles en la 'locura editorial': 'Somos el tercer país en Europa en publicaciones, pero con los índices de lectura que tenemos'.
Así que, no hay intención de volver a los tomos de 800 páginas, ni a las ediciones críticas repletas de citas a pie de página, ni a los asuntos que no estén pegados a la actualidad, ni a poner de moda a los pensadores que traigan los oscuros nubarrones de la conciencia crítica. Sin embargo, el sector sí desea la vuelta de aquellos maravillosos años, los setenta, la Transición, cuando el lector español bebía a litros 'las publicaciones políticas con tiradas impresionantes', recuerda Reyes Mate. 'En España el interés por el ensayo duró siete años', explica fatídico Manuel Fernández Cuesta.
'Vamos hacia un producto menos libre y menos creativo', sombrío Mate, para resumir que el conocimiento pasa a ser un divertimento intelectual, un rato fragmentado entre dos tareas, una píldora sin aburrimiento.
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