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"Miramos la fotografía como si fuera la verdad y no lo es"

Fotógrafo. Su objetivo ha tomado imágenes legendarias de rostros y momentos icónicos del siglo XX, además de rodajes como 'El Padrino'

SARA BRITO

Berkeley the barker acompaña con sus ladridos buena parte de la hora y cuarto de conversación telefónica con Steve Schapiro. Cuando los aullidos entierran el suave hilo de voz de su dueño, éste se levanta, suelta unos '¡Stop it!' y vuelve diciendo cosas como: 'Es que tiene mucha personalidad'. Desde su casa de Chicago, el legendario fotógrafo que ha plasmado algunos de los rostros y momentos icónicos del siglo XX habla relajado, y con cierta nostalgia, de sus años de fotorreportero en la América de los sesenta. Poco después, el culto a la celebridad lo llevaría a fotografiar algunos rodajes antológicos de la historia del Hollywood, como las tres partes de El Padrino y Cowboy de medianoche.

Precisamente, a finales de este mes se editará en España la versión comercial de The Godfather Photo Album, un libro majestuoso, con cerca de 500 imágenes, que ya había aparecido de la mano de la editorial Taschen en 2008 en una versión limitada de 200 ejemplares. En octubre le tocará al álbum de Taxi Driver, otro más entre las decenas de filmes de peso para los que Schapiro ha creado imágenes que han contribuido al mito. Recién llegado de Nueva Orleans, donde ha colaborado en la nueva película de Michael Mann, con Dustin Hoffman, Schapiro reconoce que nunca ha dejado de documentar el espíritu de América.

¿Qué ha fotografiado últimamente?

Hace una semana estaba fotografiando los árboles del Katrina, que son árboles desnudos y algunos de ellos parecen bailarinas, con formas emocionantes. Son testigos de lo que pasó. También he sacado fotos de una tienda de cigarros. La razón es que todos los precios estaban a la vista, y eso me interesa. Resulta que en 1971 fotografié una gasolinera en Los Ángeles cuando la gasolina estaba sólo a 30 céntimos el galón. Así que desde un punto de vista documental, en 40 años esos precios serán diferentes y esa fotografía tendrá valor. Me dedico desde hace 50 años a documentar los tiempos.

'De Eugene Smith aprendí a tener una aproximación humanista'

Aparte de hacer reportajes y foto fija de películas, ha sido un fotoperiodista legendario, ¿cómo ha cambiado el oficio?

Las revistas han desaparecido. Cuando trabajaba para Life podía hacer historias largas. Por ejemplo: pasé seis semanas viajando con el escritor James Baldwin desde Harlem hacia el sur. Ahora no tienes la cobertura de una revista para trabajar de esa manera. Es mucho más duro para los que empiezan. Además, estamos entrando en una época donde la atención de la gente es más limitada. Simplemente una cuestión de tiempo: tienes mucho menos tiempo para prestar atención. Las cosas cambian y los medios también, no es un buen momento para el fotoperiodismo.

¿Cómo empezó en esto?

Me empecé a interesar por la fotografía cuando tenía 9 años, en un campamento. Entonces, me gustaban el paisaje y las nubes. Más adelante empecé a contar historias. Mi primer gran trabajo fue en Arkansas, donde hice una historia con trabajadores inmigrantes. Entonces mi meta era trabajar para Life. Este, y otro reportaje de narcóticos en Harlem, me fue acercando, hasta que empecé a colaborar estrechamente.

¿Cree que la fotografía sigue siendo tan poderosa socialmente?

Creo que es siempre un arma poderosa. Por ejemplo, gracias a Charles Moore y a su foto de los perros atacando a la población negra en Birmingham (Alabama) se cambió la manera de pensar de mucha gente durante el movimiento de los derechos civiles. Mi reportaje de los inmigrantes en Arkansas consiguió que se pusiera electricidad en sus campamentos. Ahora bien, creo que miramos a las fotografías como si fuesen la verdad y no lo son. Son la opinión subjetiva de un fotógrafo. Puedo fotografiarte riendo o triste y si sólo se publica una de esas fotos tendrá un resultado muy diferente en el público y en la percepción histórica. El fotógrafo es el jefe, no la cámara. Estoy escribiendo un libro sobre todo esto.

Usted fue discípulo de Eugene Smith, ¿qué aprendió de él?

Dos cosas: cómo hacer una buena impresión para traer los blancos y negros al frente con fuerza. Y también aprendí a tener una aproximación humanista hacia el retratado. Ese humanismo va desde la elección de los temas a la manera de acercarse emocionalmente a las personas que fotografías.

¿Cuál es la clave para el acceso extraordinario que ha tenido en sus retratos?

'Hoy es más difícil tomar fotos de famosos con un poso emocional'

En muchas situaciones he tenido suerte, y llegado el momento he sido sólo una mosca en la pared. Cuando trabajaba en Life siempre iba con el reportero y yo sólo me concentraba en cuál sería el mejor ángulo, el mejor momento emocional, en silencio. Otras veces, cuando estaba con una persona interesante, podía tener largas conversaciones, pero normalmente el silencio es mejor. Cuando una persona habla contigo no está siendo ella misma, y un fotógrafo busca el momento en que una persona es más inequívocamente ella misma. O más bien, la manera en la que sienten que son ellas mismas. Con la gente carismática pasa que hay algo que nos atrae hacia ellos. Ese elemento misterioso, ese magnetismo es lo que se debe buscar en fotografía. Pero, básicamente, lo importante para un fotógrafo es estar relajado. En ocasiones algunas de mis fotos más famosas eran en celebraciones públicas, como la que hice de Jackie Kennedy o Martin Luther King. Pero también trabajé con Bobby Kennedy y tuve una relación estrecha con él. Eso pasaba porque trabajaba en Life, donde podías mantener relaciones de tú a tú. Te convertías en el mejor amigo de Bobby Kennedy por un par de semanas. Esa es otra cosa que es más difícil hoy, cuando los relaciones públicas toman parte de todo, te vigilan mientras trabajas y dificultan el acceso a los retratados. Hoy es más difícil tomar fotos de famosos con poso emocional.

Ha fotografiado a Warhol, a Luther King, a Muhammad Ali, entre otros, ¿se considera un cronista de la América progresista?

Bueno, creo que he fotografiado todo tipo de Américas. En mi libro American Edge intenté dar una visión de diferentes clases sociales, diversos partidos políticos, de protestas... A lo largo de todos estos años he intentado mostrar el espíritu de América.

¿Ha fotografiado a Obama?

No. Lo conocí, le gustan mis fotos de Bobby Kennedy. Y hay una foto mía de Luther King en la Casa Blanca. Lo que sí fotografié fue la noche de las elecciones en Chicago, pero sobre Obama siento que ya hay demasiadas fotografías. Es difícil decir cuáles son realmente buenas fotos y cuáles no. Estamos abrumados por la cantidad y no por la calidad. Como fotógrafo, siempre buscas crear imágenes icónicas, que emocionen y que enseñen algo. A veces miro una foto y no sé qué la hace icónica. Sobre todo pasa con los retratos: es escurridizo entender por qué se convierten en iconos, pero es justo ese aspecto evasivo el que las hace interesantes.

¿Por qué derivó hacia el cine en los años setenta?

'Para fotografiar, muchas veces he sido una mosca en la pared'

Vi bastante claro que el país estaba volviéndose gagá por las celebridades. Así que fue bastante obvio que tenía que irme a Hollywood si quería publicar. Fui muy afortunado por haber participado en algunas de las películas más importantes de entonces.

¿Cómo ve el cine de hoy?

Hoy todo está más orientado al espectáculo, a la gran explosión. Antes, las películas eran mas sutiles. Hay excepciones: El secreto de sus ojos me gustó muchísimo. Me interesan las películas que, como El Padrino, proponen la creación de un mundo. Cuando era un adolescente dejé la fotografía porque quería ser un gran novelista. Estaba obsesionado con la idea de crear un mundo. Escribí una novela después de un viaje por España, pero sólo tenia tres páginas buenas [se ríe]. Ese interés permanece, y lo traslado al cine.

¿Ha logrado crear un mundo con su fotografía?

No. Pero he capturado pedazos del que tenemos.

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