Si observas cualquier foto de moda fuera de su contexto, hallarás tanta información sobre lo que pasa en el mundo como en la portada de The NewYork Times', asegura Anna Wintour, la temible editora del Vogue estadounidense. Si el diablo tiene razón, Kate Moss debe encarnar nuestra época a la perfección. Invitada habitual de innumerables portadas durante las dos últimas décadas, la modelo se ha convertido en signo de nuestra cultura. Así suena la tesis de Christian Salmon, el sociólogo francés que saltó a la fama con
Storytelling, un estudio sobre el relato como técnica de manipulación dominante en el márketing, la gestión empresarial y la política.
Tras el inesperado éxito de ese volumen -y de una seguida columna semanal en Le Monde, donde descodificaba la actualidad política con clarividencia-, Salmon ha escogido a una modelo adicta a las polémicas como personaje más representativo de la sociedad actual, de la transgresión convertida en norma social y de la adaptación permanente a la que nos obliga el nuevo modelo económico. Lo cuenta en Kate Moss Machine, que Península edita el próximo jueves.
¿Qué tiene Kate Moss que no tengan las demás modelos?
Se trata de un personaje transgresor, mutante y camaleónico. Kate Moss no es sólo una modelo, sino un icono permeable y poroso, que absorbe todo lo que toca. Naomi Campbell o Gisèle Bundchen, por poner dos ejemplos, no poseen esta mutabilidad. Nunca hubiera escrito un libro sobre ellas, por magníficas que sean, porque habría poco que decir. En cambio, Moss sintetiza todo lo que marca nuestra época. Se ha convertido en un signo de los tiempos.
¿Por qué encarna mejor nuestra época que Barack Obama o Amy Winehouse?
De entrada, por su durabilidad como icono. Moss ha tenido una presencia constante desde hace dos décadas. Y todavía le queda cuerda, puesto que hoy tiene sólo 36 años de edad. Moss aparece a principios de los noventa, en un instante decisivo que predetermina la cultura actual. En ese preciso momento, el neoliberalismo triunfa de manera definitiva. Impone un nuevo modelo económico, pero también una especie de antropogénesis: se produce el nacimiento de un nuevo individuo adaptable al cambio y capaz de reinventarse. En plena revolución de la subjetividad, surge una juventud que se encuentra en un callejón sin salida, sin un relato común: la Generación X, descrita en la novela de
Douglas Coupland y personificada por Kate Moss. Concentra valores de nuestra época definidos en ese momento, como la juventud, la velocidad, la capacidad de llamar la atención enfundándose un papel.
'Ya no nos planteamos de qué sustancia está hecha'
En ‘Kate Moss Machine' califica a la modelo como una 'rebelde integrada'.
Moss representa la transgresión como código de conducta, que también es algo plenamente actual. En la sociedad sucede lo mismo que entre los participantes de programa de telerealidad: si destacamos es gracias a la transgresión. Si no, no existimos. Durante los noventa, Moss provoca polémicas sobre temas tabú que se acaban convirtiendo en mainstream: la anorexia, las drogas, la erotización de los niños. Es curioso que las tres cosas que se le reprochan se hayan acabado transformando en temas dominantes en la cultura de hoy.
También la compara con un ‘cyborg'.
Me recuerda a la protagonista de Avatar, una mujer que cruza el espacio y el tiempo, que se transforma, que se sitúa entre lugares diferentes y entre disciplinas artísticas, que lo hace todo y al mismo tiempo no hace nada. Ahí reside la clave de su seducción, que es muy diferente a la de bellezas más carnales, como Penélope Cruz o las actrices italianas. Su atractivo consiste en esa capacidad de atravesar nuestra cultura a toda velocidad y encima iluminándola. Es significativo que no haya casi nadie que la odie.
¿Existe un equivalente masculino a Kate Moss?
No, porque esta mutación es una facultad muy femenina. Además, son personajes de los márgenes y de los colectivos dominados los que provocan los grandes cambios a nivel cultural.
'Representa al ‘empresario de sí mismo’, que describió Foucault'
Sostiene que 'todo el mundo puede reconocerse en ella'. ¿Qué la convierte en personaje de consenso?
De entrada, su belleza imperfecta. Moss es el símbolo de un nuevo tipo de individuo, pero también de un nuevo cánon de belleza. Se aleja de las top models y su belleza sobrenatural, con la que era difícil interactuar. En cambio, la belleza de Moss resulta asequible. Las mujeres pueden identificarse con ella.
Pero no sólo por su belleza...
No, claro. Moss también representa al empresario de sí mismo, que describió Foucault. Yo la comparo con una abeja obrera que poliniza las marcas y las modas. Moss no es un deus ex machina que revoluciona su época, como nos hacen creer las revistas femeninas, pero sí que simboliza ese nuevo modelo de individuo. Hoy todos debemos ser estrategas de nosotros mismos, capaces de adaptarnos a los cambios y ansiosos de intensificar nuestras vidas hasta la fractura. Todos somos Kate Moss. Si nos negamos a seguir ese camino, no valemos nada para el sistema.
¿La irrupción de Moss ha cambiado el mundo de la moda para siempre?
Sí, porque rompe con la tradición, con aquel mundo ya lejano que estudió Roland Barthes en El sistema de la moda. Antes, la moda era un universo eufórico, marcado por una inocencia absoluta y ajeno a la vida real. Con la caída del Muro de Berlín, se terminan los grandes relatos y la historia en mayúsculas. Cada uno debe hacer que su vida cobre sentido a partir de relatos particulares. Hasta entonces, las modelos debían contentarse con vestir trapitos. Hoy tienen que encarnar mundos enteros por sí solas.
Pero necesitó de la imagen para su representación simbólica.
Todo esto se intensifica con la aparición de Moss, de la mano de la fotógrafa Corinne Day. A principios de los noventa, revolucionarán la estética imperante con sus editoriales de moda en la desaparecida revista The Face, que apuestan por pegarse a la realidad, por decir adiós al glamour tradicional y por contar historias.
Sin embargo,esa estética disgusta al ‘establishment'. En 1994, Anna Wintour decreta un retorno al glamour y la ultrafeminidad.
Lo que dice Wintour es que esas modelos mal vestidas, sin maquillaje y con aire de niñas anoréxicas no generan suficientes beneficios, porque ahuyentan a los anunciantes. Así que el sistema decide dar marcha atrás, aunque en el fondo ya es demasiado tarde. Los editores, los fotógrafos y las modelos que empezaron en la prensa alternativa británica han invadido las grandes revistas de moda estadounidenses. Los editoriales de moda y la estética extrema
persistirán.
'Si destacamos es gracias a la transgresión. Si no, no existimos'
Corinne Day desaparece del mapa, demasiado vinculada a una estética que entra en desuso. ¿Cómo logra sobrevivir Kate Moss?
Al sistema le interesa que siga protagonizando portadas, porque el hecho de contar con la misma modelo da cierta continuidad al relato. Simplemente se calza tacones, empieza a usar pintalabios y se adapta a ese retorno al glamour con total naturalidad. Eso demuestra que Moss encarna la sociedad líquida que teoriza el sociólogo Zygmunt Bauman. En ese momento, también fue muy importante que Moss contribuyera a modernizar la marca Burberry's, en el marco del periodo Cool Britannia, que acompaña el acceso de los laboristas al poder. En esa empresa de modernización del Reino Unido tras los años Thatcher, Moss acabará siendo más importante que Tony Blair.
Después protagoniza una segunda resurrección, tras el gran escándalo de la cocaína. Parece hundida, pero logra volver a la superficie.
La publicación de las imágenes donde consume cocaína es casi como cuando las acciones de Enron se hundieron en bolsa. De Kate Moss dependen cantidades estratosféricas de dinero, así como el futuro de miles de empleados. El sistema tiembla y las marcas para las que trabaja la despiden, demostrando una gran hipocresía, puesto que la cocaína es una droga puramente neoliberal, destinada a intensificar la experiencia, a resistir hasta el final de la noche, a dar más de uno mismo.
'Moss sintetiza lo que marca nuestra época. Es un signo de los tiempos'
Pero Moss contraataca...
Exacto, lo hace con una comunicación de crisis bastante clásica: su entorno recuerda lo buena madre que es Kate, mientras ella reconoce que ha cometido un error y que ingresará en una clínica de rehabilitación. Pero pronto descubre que no es suficiente para que la perdonen. Es entonces cuando Alexander McQueen -el Rimbaud de la moda, el Doctor Fausto de la pasarela- acude al rescate y le propone reaparecer en uno de sus desfiles. Los aplausos son unánimes. Kate ha vuelto.
¿Es entonces cuando se convierte en un mito?
Sí, en un mito que ocupa el mismo espacio que Marilyn Monroe o Audrey Hepburn en el imaginario colectivo. Su reaparición en la pasarela provoca que Moss resucite de sus cenizas, como el ave Fénix. Es entonces cuando adopta un estatus crístico. Como Jesucristo después de la resurrección, ya no nos planteamos de qué sustancia está hecha. Su metamorfosis ha terminado: ya es una marca.
Anoréxica
Desde el principio de su carrera profesional, su figura escuálida y rodeada de puestas en escena algo malsanas generará acusaciones de anorexia, que se ha encargado de desmentir una vez tras otra. Para Christian Salmon, Kate Moss fue simplemente utilizada para transportar 'la estética de la miseria cultural y psicológica', que con el tiempo casi derivará en 'una profanación mercantil del cuerpo enfermo'.
Banal
'Kate Moss es completamente ordinaria. Es eso lo que la convierte en extraordinaria', afirma el pintor Alex Katz. Descubierta a los 14 años de edad en un aeropuerto, su emergencia coincide con un cambio en el canon de belleza. 'Con la década de los noventa llega la hora de una belleza más real, despojada del fondo de maquillaje, los coloretes y las lacas para el pelo. Para toda una generación de jóvenes fotógrafos, únicamente la imperfección parecía nueva y excitante', escribe Salmon. Es la década en la que el neoliberalismo hace estragos y ella representa la mejor prueba del éxito.
Drogadicta
En 2006, las fotos robadas consumiendo cocaína con su ex novio Pete Doherty confirman un secreto a voces. La industria la denunciará con cierta hipocresía, antes de rehabilitarla como icono. Años atrás, había despertado polémicas similares con otra de sus parejas, el actor Johnny Depp, con el que saqueó un puñado de suites de hotel.
Estratega
Pese a desconocer el universo de la moda, Moss acaba adquiriendo un enorme instinto para desenvolverse en él. Confrontada a grandes polémicas que amenazaban con dinamitar su carrera, Moss siempre ha conseguido salir victoriosa a través de una incesante reinvención. Para Salmon, la modelo personifica 'un yo flexible, liberado del tiempo largo, abierto a todas las metamorfosis'. El sociólogo Zygmunt Bauman lo designó 'modernidad líquida'.
Rebelde
A principios de los años noventa, Moss representa un nuevo look que los especialistas en márketing reutilizarán para seducir a un mercado en crecimiento, pero con poco poder adquisitivo: los jóvenes. Desestiman el glamour obsoleto y erotizan la rebeldía callejera. 'Moss no encarna una deriva del sistema, sino su ideal-tipo', afirma Salmon. 'Es la rebelde integrada, el exceso asumido, la transgresión como norma'.
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