Rosvita es un grupo inclasificable, pero si alguien se atreviera, la etiqueta sería el resultado de meter en una minipímer a Sonic Youth haciendo footing y a Chiquito de la Calzada jugando a la Game Boy. Hay ruido, hay melodía infantil y hay humor, pero sobre todo hay una intensidad desbocada que alcanza su máxima expresión en los brutales directos del grupo, como el que ofrecieron en Madrid el pasado jueves (el 16 de abril estarán en la sala Sidecar de Barcelona).

'Para padres no es', bromea el batería, Nacho Vera, cuando se le pregunta a quién va destinada la música de Rosvita. 'Mi padre no me habla desde que empecé con el grupo', sigue bromeando Manuel Arjana, bajista. 'La gente se engancha sobre todo por los directos. Hay un punto muy lúdico en la música que hacemos. Contagiamos mucha energía y buen rollo. Cuando terminamos un concierto, ves que la gente está como si se hubiera tomado diez copas más', señala Vera.

Con un nombre inspirado en un personaje de Günter Grass, Rosvita no es una banda recién llegada. Acaban de publicar su primer disco con una compañía discográfica, Grandes tormentos (Everlasting), pero antes ya se habían autoeditado dos álbumes y han realizado hasta tres giras europeas. 'Nos metemos en la furgoneta en nuestro mes de vacaciones y a recorrer Europa. Intentamos tocar todos los días, sin descanso, porque un día libre significa perder dinero', explica Manuel Campos, guitarrista y teclista.

Ensayan casi a diario y son muy exigentes con su música. 'Somos muy exquisitos. Casi la mitad de los temas se quedan fuera. Por eso tardamos tanto en sacar los discos', dice el bajista. ¿Y qué tiene que tener una canción para pasar el corte? 'Tiene que emocionarnos. Rosvita es un grupo emocional. Incluso cuando estamos bien anímicamente, tocamos mucho mejor', añade.

Rosvita rompen con los tópicos del pop-rock. 'Intentamos que lo que hacemos no se parezca a algo que ya hemos escuchado', concluye el batería.