Tras años de lucha, Mahmud Darwish, el gran escritor palestino, la voz de la resistencia, cuyos versos expresaban la humillación de un pueblo, dijo que debía ante todo responder a 'las preguntas del poeta' e iniciar 'un viaje interior'. En ese momento de su vida se encuentra Fatena Al-Gurra. Tiene 35 años, nació y vivió en la Franja de Gaza, y eligió el exilio. Mejor dicho: la obligaron a exiliarse. Sus poemas, que la editorial El Gaviero reúne por primera vez en castellano en Excepto yo, hablan de algo muy peligroso: de la relación de la mujer con su cuerpo, de la libertad.
Fatena Al-Gurra se encuentra en Sint Niklaas, ciudad del norte de Bélgica. Reside en un centro de acogida para refugiados. El pasado lunes 22 de febrero de 2010, la Justicia belga la entrevistó por última vez antes de posicionarse sobre su petición de refugiada política. 'La vista duró dos horas y media, estoy muy positiva', explica en una conversación telefónica. 'Me tratan bien. Y es la primera vez que veo, piso y toco la nieve. Hace mucho frío, pero ¡es bellísimo! Tengo ganas de salir fuera, viajar', exclama. Nadie sabe cuánto puede durar su espera en el hogar. 'Quizá en diez días sepa algo', confía.
'¡Muchas mujeres árabes de 30 años no saben lo que es un orgasmo!'
En Gaza, Al-Gurra era una persona famosa, su rostro era conocido. Era presentadora en la televisión palestina y trabajó para medios extranjeros. Hasta que temió por su vida y decidió exiliarse primero a Egipto, en 2008, y luego a Europa, el pasado noviembre. Fatena había 'despertado como mujer', según sus palabras, y animaba a sus compatriotas a hacer lo mismo.
En los poemas de Fatena, nunca aparece la palabra sexo, pero están impregnados de sexualidad. '¡Muchas mujeres árabes de 30 años no saben lo que es un orgasmo! ¡Desconocen hasta la palabra!', exclama la escritora. 'Me casé y luego, ¡gracias a Dios!, me divorcié. Necesitaba ser libre, ser yo misma', continúa. Al-Gurra −quien lleva velo− no quiere, sin embargo, que se confunda Islam y tradición: 'El problema no es la religión, sino la cultura de sociedades cerradas. Desde pequeña, te dicen que gozar está mal, que como mujer no puedes hacer esta cosa u otra, mientras que los hombres lo tienen todo. Las mujeres no saben qué es una relación con un hombre, la aceptan como si fuera un trabajo, pero no se les permite ser ellas mismas'.
'Tenía miedo de Hamás, esos talibanes. Iban a matarme'
Sus palabras asustaron a Hamás 'esos talibanes' y ella se sintió amenazada. 'Gaza está pasando por un momento terrible, no puedes ni vestirte como quieras. Fue muy duro irme, echo de menos a mi familia, a mis amigos, a mi tierra. Pero tenía que hacerlo, tenía miedo. Iban a matarme', asegura.
'Antes yo era una ingenua, mi propio cuerpo me daba vergüenza. Hablar de la sensualidad, de la sexualidad, es tabú. Pero el cuerpo es la clave para entender el alma. De eso tratan mis poemas: hablan de mi cuerpo como puerta para llegar hasta mi alma', explica. Como en este verso que respira sensualidad: 'Llevado por tu boca que a raudales emana leche y miel, tus dedos bautizan a quien marcha a tu luz desde la oscuridad de su pecado original, permitiendo que el mar despliegue velas que tu esencia olvidó'.
Sus palabras son, sin embargo, herméticas, utiliza imágenes complejas. Fatena habla de 'él' y de 'ella', de una 'presencia que desconcierta'. La poetisa no se refiere a los enemigos más evidentes: la ocupación, la guerra. Habla de todas las mujeres. 'Desde el primer momento, no quiero tratar de mi caso personal, ni de Palestina. Lo importante es el ser humano y lo que busca. No quiero ser uno de esos escritores que sólo hablan de Gaza. Ya son muchos. ¿Qué se sabe de las mujeres en mi país, de sus miedos, de sus sentimientos? Escribo para despertar preguntas', explica.
En el capítulo El libro de los sabores, Al-Gurra habla de la mujer de menta, de uva, de café y de almendra. Muchas referencias a los olores, a las especias, al mar, como en la tradición literaria árabe antigua. 'Al-Gurra pertenece a una generación de jóvenes que quieren contar el mundo en el que viven. Atados a su patrimonio, también son los testigos del mundo de ahora y quieren hablar de los desafíos actuales', explica el arabista Pedro Martínez Montávez.
La literatura y la poesía palestina está marcada por la noción de tierra como símbolo. Frente a la opresión y al exilio, los escritores se impusieron el deber de construir su historia, su memoria, para no desaparecer. 'El creador palestino se enfrenta a dos retos: la palestinidad, definirse como pueblo perseguido en una tierra que es suya; y la personalidad, definir su propia identidad', explica Martínez Montávez.
Para el arabista, la poesía de Al-Gurra está marcada por la de Darwish, pero bebe de los versos de Adonis, poeta sirio literalmente entregado al amor: 'Adonis representa la gran encrucijada de la poesía árabe. Además de la palestinidad y de la identidad, Fatena se hace ver como mujer'.
Adonis es conocido entre los escritores árabes por sus juegos de palabras, sus imágenes. 'Fatena hace como él, cuando usa una sintaxis ambigua. Su poesía es creativa', confirma Rosa Isabel Martínez Lillo, profesora de Filología Árabe y traductora de Excepto yo. Los arabistas aprovecharán la edición bilingüe del poemario y podrán ver ejemplos de los juegos de Al-Gurra. En árabe, el artículo definido siempre se une gráficamente a la primera palabra de una frase. A veces, la autora separa el artículo del arranque del verso con tres puntos suspensivos, 'una innovación', según Martínez Lillo.
Al margen de la violencia cotidiana, de las bombas israelíes y del férreo control islámico de Gaza por Hamás, hay que vivir, hay que escribir. Al-Gurra leyó a Darwish, aunque le gusta más Isabel Allende. 'Es mi escritora favorita, trata muy bien el tema de las relaciones. Todos los problemas, incluso los políticos, vienen de la relación entre hombre y mujer', dice la poetisa.
¿Pero no resulta difícil escribir sin pensar en Gaza, en la guerra, en los más de cuatro millones de refugiados palestinos? 'Aspiramos a la liberación, pero hablar de ello no cambia nada. Hay que investigar sobre uno mismo. Creo que me he encontrado, aunque a veces me miro en el espejo y pienso: ¿quién soy yo?', se pregunta. Su nombre en árabe, Fatena, se emplea en algunos países como piropo para una mujer guapa. Fatena significa seducción... y lucha.
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