Bombas, tifones, terremotos nadie se resiste al poder del croma. Los actores que participan en las superproducciones de ciencia ficción suelen pasarse la mayor parte del rodaje haciendo aspavientos absurdos y poniendo cara de angustia delante de una pantalla en verde. Pero lo que vemos luego en pantalla es a un tipo horrorizado porque un huracán (digital) se ha llevado su casa por delante. Es muy práctico: no necesitas esperar a que pase un huracán para poder rodar.
A simple vista, la adaptación cinematográfica de La carretera, novela apocalíptica de Cormac McCarthy sobre la supervivencia de una familia en una país arrasado por sabe Dios qué hecatombe, requería forzosamente una ración triple de efectos especiales. Pues no. El director australiano John Hillcoat (Queensland, 1961) no estaba por la labor. 'Quería evitar a toda costa los mundos generados por ordenador y los clichés cinematográficos de muchas ficciones apocalípticas', cuenta vía telefónica desde Londres.
'Buscamos sitios azotados por la naturaleza o por la mano del hombre'
Aunque parezca mentira, hay sitios a la vuelta de la esquina con aspecto de haber sido arrasados por una bomba atómica hace cinco minutos. 'Buscamos lugares de EEUU azotados por las catástrofes naturales o por la mano del hombre', explica Hillcoat. Muchas de las imágenes más desoladoras de La carretera están filmadas en los alrededores de Pittsburgh (Pennsilvania), una zona que se deterioró tras la reconversión industrial y la crisis de la industria siderúrgica de los años setenta. 'Pittsburgh puede llegar a ser un lugar muy inhóspito en invierno. Filmamos manzanas enteras deshabitadas, minas de carbón inutilizadas o autopistas abandonadas', explica el director.
Su obsesión era 'recrear la autenticidad' que desprende el libro. 'Se trata de una historia humana llena de intimidad. Era crucial que el paisaje que rodeara a los protagonistas del filme no pareciera artificial', razona.
'Filmamos minas inutilizadas y autopistas abandonadas'
Además, Hillcoat tuvo suerte. La realidad le proporcionó sorpresas visuales que no podían haber brotado ni de la imaginación digital más calenturienta. '¿A quién se le iba a ocurrir filmar dos barcos abandonados en mitad de una autopista? A mí no. Pues resulta que viajamos a los alrededores de Nueva Orleans dos días después de que pasara el Katrina y allí estaban las dos embarcaciones aparcadas en mitad de la nada', rememora el cineasta.
Chris Kennedy, encargado del diseño de producción, se pasó varias semanas navegando por Google Earth y por la web Lost and Abandoned buscando los lugares más devastados de EEUU. 'Encontró el 80% de las localizaciones desde su ordenador en Australia, pese a que teníamos gente viajando por EEUU', cuenta. Mereció la pena: aunque ni en el libro ni en el filme se aclaren las causas de la catástrofe, las imágenes de La carretera evocan la posibilidad de que Chernóbil esté a la vuelta de la esquina. Con escapes o sin ellos.
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