A sus 79 años de edad el escritor argentino Juan Gelman lanza poemas de amor, rebelión y nostalgia contra el cinismo y el miedo a una vida sin excesos de corazón. 'El amor de ser amado/ nunca abandona su juventud', apunta en uno de los poemas del nuevo libro del premio Cervantes 2007, De atrásalante en su porfía (Visor), que aparece la semana que viene en nuestras librerías. Un intenso recorrido por dos años de noches entregado al encuentro con sus adentros y un resultado de más de 150 poemas, en los que destaca la falta de indulgencia que muestra el autor con aquellos amigos que traicionaron sus ideas políticas y se fueron al otro lado. Lo que él califica de 'ataque de senilidad ideológica'.
'Fueron amigos que estuvieron en la batalla contra el poder y con los años se pasaron con los demonios', así que necesitó escribir sobre esto, porque entre ellos reconoce a personas a las que quiso mucho y que hoy siente que le han 'traicionado'. 'Por supuesto, soy muy poco indulgente con la traición a las ideas, porque las ideas no son sólo ideas cuando hay acción. Son algo más, son ideas que se encarnan. Hay otros, a los que llamo profetas del pasado, no quisieron mojarse el culo y ahora aparecen para decir que tenían razón', cuenta desde su casa en México DF a este periódico.
'Si no hay deseo en la vida, no hay vida', asegura el escritor argentino
Gelman se mantiene fiel a su poesía hermética permeable y desmenuza esa pequeña venganza contra sus compañeros fallidos en poemas como Teorías, donde escribe: 'Las reglas de la tristeza no/ saben lo que saben. En la/ sala de espera de su tren/ pasan los sueños viejos/ que cada día se abren/ con una moneda que no existe', para referirse a las añejas aspiraciones de la izquierda. 'Cuando escribo una moneda que no existe, me refiero a la izquierda que no existe. Los sueños viejos siguen existiendo y me gustaría saber cómo podríamos recuperarlos hoy. Sigo confiando en que como no se puede mutilar la capacidad del sueño, ni se puede acabar con los deseos de la gente, esta situación terminará provocando una respuesta. Por eso lo que me alarma es este desencanto, la desilusión, y esta convivencia con el horror', explica.
Parece desencantado, aunque no desesperado, y no lo decimos por la nostalgia tanguera inherente a sus maneras. Incluso podríamos crear un neogelmanismo de los suyos agrupando dos términos contrarios como desilusión y hechizo, pero no somos él. Seguimos hablando de la izquierda y reconoce tajante que 'perdió el norte, el sur, el este y el oeste'. 'Pero de todos modos, pienso que siempre hubo momentos de aletargamiento, para hacer surgir luego las revoluciones. Así que, aunque esté un poquito lastimada, mantengo mi esperanza en la izquierda'.
El poeta hace referencia en un par de ocasiones a una cita imprescindible de Emily Dickinson para definir la situación actual. La autora dijo que acostumbrarse a las catástrofes humanas es una prueba de pérdida de humanidad. Precisamente, uno de los versos de un poema de De atrásalante en su porfía dice: 'Poesía, apurémonos antes de que la oscuridad sea completa'. Él está convencido de que la poesía es 'una luz' en medio de todo esto, porque es capaz de advertir del riesgo de no darse cuenta de que 'están manufacturando nuestro pensamiento'. 'La poesía resiste toda esa situación, aunque no se lo proponga'. ¿Y Obama? ¿Es también luz? 'Es evidente que no. Ha pasado el tiempo suficiente como para darse cuenta de que no. Ha continuado la guerra en Afganistán, para salir de la crisis ha decidido darle plata a los que la tenían No'.
'Un poeta es hijo de lo que escribe. Él va creando su biografía'
Cada poema en De atrásalante en su porfía es un encuentro casual. No tiene ninguna estructura concreta, son acumulaciones de poemas según van presentándosele en las noches de vigilia. A punto de los 80, no ve ningún problema ni miedos en no escribir todo lo que tiene ganas de escribir 'antes de tocar el violín en el otro barrio'. 'El problema realmente es que uno no escribe cuando quiere, sino cuando las señoras quieren, y cuando tocan a la puerta tienes que recibirlas aunque vengan, como decía Lorca, llenas de besos y arena', y asume que esas señoras, conocidas como musas, además, se marchan cuando quieren.
Mantiene vivo el sentido del humor al reconocer que 'el único consuelo es que el tiempo envejece con nosotros'. Porque el poeta no ve demasiadas diferencias entre el Gelman de 2009 y el Gelman de hace 20 o 30 años. 'Sólo veo un tipo 20 o 30 años más viejo'. Quizá le mantenga en vivo y lanza en astillero la llama de la memoria, que como escribe: 'Dormir en un silencio se puede,/ en la derrota, no'.
'Están manufacturando nuestro pensamiento'
Siempre crítico, apela a la lectura dura de uno mismo, porque, como él mismo explica, 'el poder mirarse forma parte del ser'. De ahí que suelte un verdadero latigazo en Azar, uno de los primeros poemas: 'Quien se lee a sí mismo encuentra/ faltas de ortografía, faltas/ de su verdad, faltas'. Sí, escribir es encontrarse las ruinas de uno mismo, como dice el autor de País que fue será. 'Mira, para escribir hay que meterse mucho en sí mismo, por eso es también un descubrimiento de uno mismo. En estos momentos, que puedo escribir tres o cuatro poemas en una noche, encuentro un estado particular en el que lo único que quiero es que desaparezca el mundo para quedarme solo', vuelve a mencionar lo que muchas veces ha comentado, que no es uno el que escribe, sino otro que aparece y desaparece cuando quiere para tomarle la palabra por escrito.
Después de todos estos años hurgándose en el silencio del mundo, en la soledad de su estudio, conoce qué necesita para que las cosas salgan bien. Es una cuestión de equilibrio entre obsesión y densidad. Dice que la expresión gana en intensidad a medida que la obsesión va apaciguándose. Sin ella es incapaz de hacer nada, pero con un exceso de la misma la densidad pierde. 'Aunque no haya obsesión uno puede seguir escribiendo, es lo que yo llamo 'la maquinita', y hay que tener cuidado para no incurrir en eso. Él tiene un remedio infalible: dejar descansar los poemas unos meses.
Sin duda alguna este es un libro contra los cínicos: 'El amor de ser amado nunca abandona su juventud'. Un libro para acabar con descreídos. Un libro lleno de pasión y amor. 'Amarte es preciso, vivir no', escribe tomando lo que decían los marinos romanos ('Navegar es preciso, vivir no'). '¿Para qué sirve una vida tan apasionada? Para vivir, claro. Si no hay deseo en la vida, no hay vida'.
Y entre los remedios contra el cinismo, Ángel González. Le dedica un poema y le tiene en el recuerdo. Explica cómo le conoció hace años en la casa mexicana de Paco Taibo, cuando el poeta asturiano llegaba a la ciudad para pasar unos días. 'Su poesía fue muy importante para mí y su desaparición fue muy triste'.
'¿Qué es el contenido de un poema? Esa es la pregunta. El poeta nombra lo que no tiene nombre todavía, ese es el contenido de un poema para referirse a lo que sea'. Resuelve así el eterno conflicto entre forma y contenido. Un poema es como el tango, 'una manera de conversar y no una manera de caminar, como decía Borges'. 'Un poeta es hijo de lo que escribe. Él va creando su biografía, va conociéndose. Uno escribe para vivir, como decía Ajmátova'. Y en cuanto a la nostalgia en el libro 'La verdad es que debo ser un inconsciente porque nunca me pregunto por esas cosas. Sale lo que sale, uno no escribe lo que sabe, sino lo que puede y se acabó'.
Lengua viva
“Atrásalante” hace referencia a lo vivido y a lo que se vivirá, a la insistencia de tratar de conocerlo antes de tiempo. Pero hay otras tantas palabras que cruza en este poemario, como es hábito en este poeta. “Otromundo”, “Osculuz”… Recurre a Lope de Vega, a Quevedo para aclarar que la unión de términos es una práctica que agranda el lenguaje y muestra que el castellano vive. “Porque sólo no cambian las lenguas que no estén muertas”. Fue durante el exilio, reconoce, cuando apareció la necesidad en él de hacer chocar el lenguaje. “Eso siempre debe ser una necesidad y no un juego”.
Nuevos caminos
Todas esas palabras nuevas las entiende como una victoria contra los límites del lenguaje y se llegó a preguntar durante el discurso de la entrega del premio Cervantes: “¿Cuántas palabras aún desconocidas guardan en sus silencios? Hay millones de espacios sin nombrar y la poesía trabaja y nombra lo que no tiene nombre todavía. Esto exige que el poeta despeje en sí caminos que no recorrió antes, que desbroce las malezas de su subjetividad, que no escuche el estrépito de la palabra impuesta”.
Verdad y sufrimiento
Gelman reconoce en Santa Teresa y San Juan de la Cruz unas lecturas de referencia que le hicieron ver la presencia ausente de lo amado, Dios para ellos, el país del que él fue expulsado en su caso. De ahí que no ceje en su empeño de demostrar con su poesía que jamás será posible terminar con la utopía o recortar la capacidad de sueño y de deseo de los seres humanos. Su lucha es la de la recuperación de los recuerdos que nunca se marchan –“y muestran su rostro sin descanso”–. Son el cuerpo de las dictaduras militares que desaparecieron, pero pesan “en el interior de cada familiar, de cada amigo, de cada compañero de trabajo, alimentan preguntas incesantes”.
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