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Música de violines para el horror de Mauthausen

Andrés Pérez Domínguez mete amor a la II Guerra Mundial

TONI POLO

'La Historia, con mayúscula, siempre deja huecos a la historia, con minúscula'. Lo asegura Andrés Pérez Domínguez (Sevilla, 1969), que se ha agarrado a uno de esos innumerables cabos sueltos para escribir El violinista de Mauthausen (Algaida, Premio Ateneo de Sevilla), una historia de amor y espionaje durante la Segunda Guerra Mundial, que nos transporta a aquellos años y a diversos escenarios: París, Berlín, Sevilla, Londres o el campo de concentración de Mauthausen, en Austria.

'La idea se me apareció en el andén de una estación de metro de Viena, donde una pareja bailaba un vals sin música...'. Pérez Domínguez le puso música a ese baile, nombre a esos amantes y escenario a esa imagen. La pareja son Rubén, un republicano español exiliado en Francia, y su novia Anna. La Gestapo detendrá al chico, que acabará en el campo de concentración de Mauthausen. Ella, para recuperarlo, entrará en el juego del espionaje en el París ocupado por los nazis... 'Me gustan los personajes en conflicto y estos lo son. Vivir en la Alemania nazi no era fácil para una persona de bien'. De hecho, uno de los rasgos de las figuras del autor es la verosimilitud: 'En una novela ambientada en un escenario tan real y tan duro, y no sólo me refiero al campo de conecntración, sino al tren de los deportados, o a las calles de París o de Berlín, los protagonistas deben ser lo más parecido a las personas'.

El autor asume que trata un tema delicado por varios motivos. Por un lado, recoge la condición de los deportados españoles en Mauthausen, uno de los peores campos de trabajos forzados, donde murieron unos 7.500 españoles de los cerca de 10.000 que pasaron por él. Por otro, reconoce abiertamente que ha querido efectuar 'un homenaje a los republicanos españoles exiliados'. 'Pero homenajear es más amable que reivindicar y yo no quiero entrar en política'. Andrés considera que hace dos décadas novelar este tipo de temáticas habría implicado tomar partido. 'Ahora ya no. Puedo tener simpatías hacia los perdedores de la Guerra Civil, pero no tienen nada que ver con la visión que doy en la novela'.

Mauthausen y sus terroríficos 186 escalones que conducían a la cantera en la que trabajaban 12 horas al día los presos es uno de los escenarios de la novela. El paso de republicanos españoles por ese campo está muy documentado a través de muchos testimonios. Andrés los ha desmenuzado y estudiado a conciencia, pero asegura no haber encontrado nada en la ficción y 'quería explicar una historia desde la perspectiva española'.

Las páginas del libro son un desfile de fantasmas. 'Todos tienen la vida destrozada por la guerra. De alguna manera, han muerto, pero siguen vivos', trata de explicar Andrés Pérez. 'Creo que el ser humano es capaz de todo y que el Holocausto se puede repetir. Miremos a la antigua Yugoslavia y a tantos otros lugares'. La industrialización de la muerte que se desarrolló en Mauthausen es un hecho que no se debe edulcorar ni en una novela: 'Creo que la ficción (cine o literatura) ayudan a entender algo tan difícil de asimilar'.

El hilo conductor de la novela es la música de un violinista... 'Es la metáfora para reflejar la crueldad más extrema, la de los jefes nazis, personas normales que se emocionaban con la música clásica, con Rilke...', piensa en voz alta.

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