Cuando Gere no interpreta un papel, actúa por el Tíbet. En la mano izquierda lleva un brazalete de cuentas de madera, 'para contar los mantras', pero no va a dar una clase de budismo. Desde la fundación que lleva su nombre, el actor contribuye con varios proyectos sobre educación sanitaria y derechos humanos. Ayuda económicamente al Dalai Lama y a la comunidad en el exilio, y lucha por mantener el tema en la agenda internacional.
Hace unas semanas, Gere estuvo en Washington con el Dalai Lama. Una visita agridulce porque, por primera vez desde 1991, el líder tibetano no fue recibido por el nuevo inquilino de la Casa Blanca. Obama se ha comprometido a verle en diciembre, cuando regrese de su viaje a China.
'Lo sabíamos desde hacía meses. Estaba ya negociado. Dos de los asesores más cercanos de Obama viajaron hasta Dharamsala para llevarle una carta personal del presidente, así que no está preocupado', asegura Gere, que no puede ocultar cierta decepción. Sabe que China posee gran parte de la deuda estadounidense y que no va a ser fácil avanzar la causa.
'Claro que podría ser más duro', asegura el actor, 'pero la diferencia entre Obama y otros líderes es su inquebrantable voluntad de establecer relaciones humanas con la gente. Por eso le dieron el Nobel. Es un cambio radical de estilo diplomático y me preocupa la reacción de la gente en el Tíbet porque sólo ven que el presidente no ha visto al Dalai Lama. Pero no me cabe la menor duda de que Obama nos apoyará'.
De hecho, Gere piensa que el comité noruego tuvo una buena idea al recompensar al inquilino de la Casa Blanca. 'No por lo que ha hecho, porque no ha hecho nada, sino para animarle a estar a la altura de lo que se espera de él. Tiene todavía la oportunidad de convertirse en uno de los líderes más importantes de nuestro tiempo. El premio le recuerda ese tremendo potencial, porque ha conseguido inspirar a la gente de todo el mundo' reflexiona.
El actor también reconoce que Obama ha sido quizás 'algo más moderado' de lo que muchos esperaban. El cambio radical que prometió en la campaña está tardando en llegar. 'Ha decepcionado a la gente de la izquierda pero creo que sería ingenuo pensar que vamos a conseguir todo lo que queríamos', dice Gere.
'El mayor problema que parece que hay cierta ambivalencia en el respeto de los derechos humanos, sobre todo desde el Departamento de Estado. Y eso ha sido una gran sorpresa porque Hillary Clinton siempre ha sido muy firme en este tema durante toda su carrera. Pero no ha sido tan estricta cuando se ha hablado de China y creo que es muy peligroso', añade el actor.
'No cuestiono la persona sino la estrategia del silencio, de no decir lo que está pasando. Y eso es lo que se espera de Estados Unidos, que diga lo que pasa, porque el resto del mundo no se atreve a hacerlo'.
En Hollywood suelen avisar: no ruedes ni con niños ni con perros, porque al final acaban robándote la escena. Tom Hanks se atrevió hace 20 años con un dogo de Burdeos en la comedia Socios y sabuesos; más reciente y más apocalíptico, Will Smith llenó su soledad de superviviente con un pastor alemán en Soy leyenda. Ahora, le ha tocado a Richard Gere vérselas con un Akita, un perro de crianza japonés, en la sentimental Hachiko dirigida por el sueco Lasse Hallström.
No hay duda de quién es el auténtico protagonista. 'Nuestra gran preocupación era maximizar la interpretación del perro. Por eso usamos tomas largas, en las que a veces sólo estaba jugando con el perro para ver lo que pasaba. La idea era crear un entorno en el que se sintiera cómodo y pudiera ser él mismo', cuenta Richard Gere en una de las entrevistas que concedió en Nueva York a la prensa española. 'Es muy difícil rodar con perros, tanto como con niños. Hay que tener mucha paciencia y ser honestos: no los puedes engañar', asegura.
Hachiko, que se estrena en España el 6 de noviembre, es la adaptación estadounidense de un hecho real ocurrido en el Tokio de los años veinte, convertido en mito nacional nipón y que fue llevado con gran éxito a las pantallas niponas en 1987.
Es una historia de amor, fidelidad y muerte. Un profesor de agricultura de la Universidad de Tokio solía tomar el tren todas las mañanas acompañado por su perro, Hachiko, que todos los días volvía a buscarle a la misma estación a la vuelta del trabajo. Hasta que una mañana de mayo de 1925 el dueño no volvió. Había sufrido una apoplejía en la facultad. Hachiko siguió esperando durante diez años en el mismo sitio y a la misma hora.
Su devoción inspiró de tal forma a los japoneses que hoy en día su estatua puede verse en una de las salidas de la estación Shibuya, una de las más concurridas de la ciudad.
En la versión estadounidense, Gere es profesor de música y vive en un suburbio pintoresco, Joan Allen hace de viuda desconsolada y Jason Alexander, de jefe de estación simpático. Tres perros de raza se turnan en el papel. Entre ellos, Layla, que Alexander califica como la 'Meryl Streep del mundo Akita' por su 'rostro tremendamente expresivo'.
En Hachiko, se llora a mares. Richard Gere lloró al leer el guión. Joan Allen, también. Y en la sala, los espectadores tenían a mano el pañuelo. 'Mi agente pensó que no me interesaría hacer la película', cuenta Gere muy zen.
'Me emocioné mucho al leer el guión. Lo aparté unos días, lo volví a leer y tuve la misma reacción. Tiendo a confiar en eso. Tampoco quería saber muy bien por qué. Me interesa el misterio de las cosas que pasan. Y cuanto más grande es el misterio, menos me interesa conocer las razones'.
Es un método intuitivo que, asegura, le ha funcionado bien. 'Nunca me ha importado lo que la gente esperara de mí. A veces pienso que quiero hacer algo más político pero de repente surge otro proyecto que me conmueve más. Es como enamorarse'.
Este es un año intenso para el actor. Estrena tres películas: Amelia, sobre la vida de la aviadora Amelia Earhart, interpretada por Hillary Swank; Brooklyns Finest, una historia de policías con Ethan Hawke, y Hachiko, la cual también ha producido.
'Mi forma de abordar la actuación no ha cambiado. Empecé a los 19 y siempre he tenido muy claro lo que quería hacer con los personajes. Les doy sangre, les doy vida, pero son personajes, no son yo', dice Gere. 'Con los años te acostumbras al proceso aunque no creo que sea más fácil hacer algo realmente especial. Es como el béisbol: si logras dar una vez de cada tres, ya es un buen resultado. Lo mismo con las películas. Si haces algo bueno de vez en cuando, es suficiente'.
La carrera de Gere ha sido muy consistente desde que pegó el salto en 1980 con American Gigolo luciendo trajes de Armani. Confirmó el estrellato en Oficial y caballero, un año más tarde, y después lanzó la carrera de Julia Roberts con Pretty Woman. Desde entonces, ha trabajado todos los años. Aunque algunas películas no pasarán a la historia, su trayectoria tiene una regularidad que muchos de sus colegas envidiarían.
Gere sufrió la transición de joven galán a discreto seductor. A sus 60 años recién cumplidos, que lleva con envidiable atractivo, el actor asegura que no tiene en cuenta eso del físico. 'No sé lo que es ser un sex symbol. No tengo ni idea de qué es eso'.
El actor tiene cinco nuevos proyectos a los que se entregará cuando acabe la crisis. 'No recuerdo peor momento. El cine es una industria bancaria y, en este momento, nadie quiere poner dinero'.
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