Hay hojarasca que ensucia el pasado. Los barrenderos de la memoria son los historiadores, que limpian y sacan brillo a los acontecimientos que se interpretan una y otra vez, a partir de capas de suciedad que no respetan las formas originales de los acontecimientos. El libro de los historiadores Ángel Viñas y Fernando Hernández Sánchez, El desplome de la República (Crítica editorial), es un estudio razonable y vehemente contra dos amenazas de su profesión: la falta de verdad y rigor en el estudio de las fuentes y la manipulación de la lectura de los hechos por los vencedores.
En su despacho en el décimo piso de la Facultad de Historia de la Universidad Complutense, una caja de cerillas para todo el que la mire, Ángel Viñas otea la ciudad y ataca la ideología. Detrás de su pajarita multicolor hay un investigador encendido contra el historiador que no busca las fuentes relevantes, y pone nombres: el académico Fernando Suárez, el profesor Ricardo de la Cierva y el popular Anthony Beevor, a quien tritura por hacer una lectura, desde la derecha anglosajona, de la Guerra Civil española en su famoso libro.
'Hay que preguntar siempre al historiador por la relevancia de las fuentes', cuenta Viñas desde su mesa. 'Hemos sido generosos, porque podríamos haber destrozado página tras página los grandes libros de la historia de la Guerra Civil, que están sesgados ideológicamente'. Por eso pide una nueva escritura del final de la República, para mostrar a unos militares y la extrema derecha de la época que quisieron 'arrumbar las reformas económicas, sociales y culturales de la II República'.
Y para lograrlo hay que sacar el cepillo y arrimar la hojarasca a un lado de la calle. Lo primero con lo que acaban en este libro es con la idea de que el Ejército rebelde se sublevó por una 'cruzada anticomunista'. 'Hay que quitar todo eso, pero no por lo que digan los comunistas, sino porque lo dicen los documentos de la época. Lo que nos han contado durante la dictadura y la democracia es un camelo, una construcción ideológica', vuelve a la carga, mientras Fernando aguarda su turno para añadir en cuanto puede que los historiadores se encargan de machacar las construcciones ideológicas. 'La lucha por la historia es una lucha por la verdad', dice Viñas.
Son conscientes de que el libro picará a los historiadores a los que acusan de no haber hecho los deberes y visitar todos los archivos por los que ellos han pasado, desde Moscú a Londres, para terminar encontrando la pequeña joya en la que fundamentan sus palabras: el informe secreto que el PCE elevó a Stalin en el verano de 1939. Una especie de auditoría en el que los informadores escribieron 'las cosas que sabían que los rusos no sabían, como las relaciones de Negrín con las otras fuerzasdel Frente Popular'.
'La lucha por la historia es una lucha por la verdad', dice Viñas
Según reconocen, 'se trata de una pieza de evidencia primaria hasta ahora, no utilizada en la literatura española o extranjera' y libre de cualquier carga política. Viñas se muestra tajante al apuntar que estas 150 páginas con una cubierta en la que está escrito a mano el título Materiales que han servido para la confección de Guerra y Revolución, son informes que 'no son marxistas'. 'Es una descripción de hechos, no son informes de la Comintern, son muy descriptivos y de escaso contenido teórico', cuenta para subrayar que lo único que quieren son hechos, no interpretaciones. 'Es que el marxismo ahí no está' emocionado. 'Podría haberlos escrito un militar franquista'.
En estos informes que explican la situación del partido no hay propaganda, y en ese caso reconocen que es un texto 'muy distinto' a los escritos comunistas de la época que están acostumbrados a leer. En este documento hallan el meollo del estudio y de sus esfuerzos por alumbrar las relaciones entre Negrín, los comunistas y el golpe del coronel Casado.
Negrín no fue un juguete de los comunistas, todavía tenía poder en 1939
Llega la conclusión esencial. El PCE no manipulaba los tiempos, sino que iba a remolque de Negrín, y eso deshace dos ideas preconcebidas: que Negrín no es un juguete de los comunistas y que tenía todavía poder en 1939. 'El que cortaba todavía el bacalao eraNegrín', Viñas de nuevo.
De esta manera se pone en evidencia la lectura de la Historia de España que creó el franquismo a su medida 'y que sigue en vigor'. 'El franquismo no ha desaparecido en cierta medida'. 'El franquismo fundamentó su legitimidad en la victoria por las armas. Nunca le fue suficiente. Tenía que demostrar las características intrínsecas del enemigo aplastado: la antiEspaña', escriben en las conclusiones.
El desplome de la República se pregunta por la manera en la que debe escribir la historia de la Guerra Civil el historiador en el año 2009, cuando se han abierto la mayoría de los archivos que hace 10 años permanecían bajo candado. Por eso, insiste Viñas en aclarar que lo que hace el historiador es sustituir el mito por el hecho y los datos, y lo interpreta. 'Hoy tenemos acceso a numerosas fuentes que hasta ahora no se había tenido y hay que explotarlas. Es así como caen muchos mitos de la izquierda y la derecha. No nos hemos comido los mitos de Azaña y Besteiro', y es cierto que les responsabilizan de miles de muertes por su decisión de abandonar.
'Lo que nos han contado hasta ahora es un camelo'
Con todo, se confirma que será un libro que picará y tendrá repercusión. Principalmente porque, según los dos autores, seguimos presos de la interpretación franquista, que se filtra y que llega a la enseñanza en el Bachillerato a través de los libros de texto que hoy están en vigor y que enseñan a los chavales. 'Siguen reproduciendo que aquí hubo dos bandos, que hubo el peligro de una revolución soviética', anuncia FernandoHernández, profesor.
Considera letal para la conciencia democrática que se mantenga esta lectura en las escuelas. 'Hay que recuperar de una vez el nexo entre la II República y la democracia', para recuperar el crédito de la modernización económica, política y social de la República. Y remata: 'El franquismo no es la consecuencia de la guerra, es el hito'.
La manipulación
La principal conclusión de ‘El desplome de la República’ (Crítica) acaba con la mayor tergiversación franquista sobre el final de la Guerra Civil española: no fue el Partido Comunista de España quien empujaba o manipulaba a Negrín, sino que era el PCE el que dependía del presidente del Gobierno.
Casado, golpista
Casado manipuló las esperanzas e ilusiones de los mandos del Ejército Popular. El golpe se aprovechó de la tesis falsa de que la resistencia hacía el caldo gordo a los comunistas y a los intereses políticos. Como “buen traidor”, “fueel auténtico muñidor del golpe de fuerza que liquidó cualquier posibilidad de
resistencia”.
Negrín, apoyado
El PCE, por su parte, ni preparaba un golpe ni tenía necesidad alguna de hacerlo. Propugnaba la resistencia, pero al final y en parte de su cúpula, no de manera ciega y numantina. En los dos primeros meses de 1939, los dirigentes comunistas apoyaron las acciones de Negrín y del Gobierno, del que el PCE formaba parte.
Negrín, en solitario
Para Ángel Viñas y Fernando Hernández Sánchez elpresidente Negrín es el único que se salva de la catástrofe que fue el final de la Guerra Civil española. Se salva, a pesar de sus dos errores fundamentales y graves: su pésimo manejo de la Flota y su estrategia de jugar en solitario, sin desvelar sus cartas a nadie. “Su comportamiento ha sido execrado desde los más variados ángulos”, apuntan. “Fue lo más parecido que España tuvo a un Charles de Gaulle, pero perdió”.
Rendirse y no morir
El Gobierno y su presidente hicieron piña en torno a varios puntos fundamentales: la necesidad imperiosa de que Azaña regresara a la zona centro-sur y la conveniencia de mantener la resistencia mientras se hacían gestiones para evitar una rendición con persecuciones.
Golpe innecesario
El golpe hubiera sido innecesario. Casi todos los grandes actores implicados aspiraban a lo mismo. Poner fin a una guerra sin perspectivas de victoria pero evitando en lo posible las represalias y, cuando se vio que ni siquiera esto sería posible, se intentó garantizar la evacuación.
El error de Azaña
Dejó en la estacada a los republicanos de todo cuño. Los autores del libro reconocen que la otra figura trágica de esos meses de 1939 fue Besteiro, quien cegado por falsas percepciones hizo un análisis antinegrinista y anticomunista. “Ninguno vivió lo suficiente para comprobar lo que el destino depararía a los combatientes que habían depositado en ellos su confianza”.
Bandeja de plata
El golpista Casado y sus compañeros de sedición (socialistas, anarcosindicalistas, republicanos burgueses) rindieron un magnífico servicio a Franco, al proporcionarle la oportunidad de capturar y proceder a la eliminación sistemática de lo más granado que podría haber sido el núcleo de una oposición exterior experimentada política y militarmente.
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