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La poesía de la dignidad recibe el mayor premio

Juan Carlos Mestre gana el Premio Nacional por su libro La casa roja, en el que defiende la palabra de los insurgentes

PEIO H. RIAÑO

Ha silenciado el móvil para que no le molesten mientras habla por el fijo. Ahora ya no lo encuentra, no sabe dónde lo ha puesto porque se llama y Juan Carlos Mestre (Villafranca del Bierzo, 1957) acaba de recibir la noticia: es el nuevo Premio Nacional de Poesía y parece repetir a todos los periodistas que queremos hablar con él, que no se lo merece, que su poesía está a años luz de la de sus maestros Miguel Ullán, Rafael Pérez Estrada o Antonio Pereira y ellos no tuvieron la dicha de disfrutar del máximo galardón. Sus maestros seguro que estarían contentos de ver cómo la especie casi extinta de los poetas que ven cosas más allá del mundo de la lógica sonreconocidos.

Si Mestre define la poesía como un acto de resistencia, este reconocimiento es una bebida isotónica para que editores como Emilio Torné, encargado de publicar La casa roja en su editorial Calambur, aguanten el tirón. 'Editar poesía no es una disciplina olímpica, no recibe premios ni medallas', señala Torné, para quien la poesía de Mestre está cargada de responsabilidad cívica e imaginación. El mismo autor dice que 'los poetas no son caballos de carreras que quieran llegar a la meta unos antesque otros'.

A pesar del pudor del poeta, La casa roja ha pasado a ser gracias al premio como el mejor libro de poesía de 2008. Ayer el jurado se mostró muy satisfecho con la decisión, porque encontraron en el poemario una 'voz madura, consolidada y propia'. 'Quise mantener inmaculada la sonrisa de nuestros muertos. El libro es una suerte de restitución de la memoria poética, porque sólo quedará de nosotros la poesía', apuntaba ayer a Público Mestre.

El libro arranca con la pregunta irónica '¿Qué oyes, Walt Whitman?', para cuestionar toda esa poesía que se presenta capaz de acercar al hombre a la verdadera esencia de las cosas. 'Soy incapaz de proponer la utilidad de la poesía, pero es cierto que a mí me han ayudado a resistir las palabras de los otros'. Y se anima al asegurar que en estos tiempos de penurias, la poesía enseña el camino 'para que la crisis de las utopías no nos conduzca a la melancolía'. Es un poeta más allá de la hermosura. Su verbo brillante, su potencia del lenguaje y las imágenes maravillosas no son mero ornamento.

Entre sus palabras asoma una y otra vez la expresión 'responsabilidad cívica'. 'El poeta es un ser desagradable para el poder porque es testigo, un testigo que nunca declarará contra nadie en ningún tribunal. La poesía es una lengua extranjera que se sitúa al margen de la conducta normalizada por el poder: el poeta no es el corifeo del poder', habla tranquilo, a pesar de su vehemencia.

De su colaboración con otros creadores, como José María Parreño, ha surgido Piedra de alma. Parreño le describe como un poeta sin discurso narrativo: 'Se ha premiado a una poesía que no está hecha tanto con la lógica, como con la imagen, no tanto con el pensamiento, como con la ensoñación. Es un ser extraño en su generación, caracterizada por la poesía de la experiencia'.

'La casa roja está junto al pabellón de los insurgentes. dice Mestre La casa roja es una casa de huéspedes donde llegan los arrojados del poder por desobedecer y decir no'. La palabra sin ejemplaridad, pero con conducta ética.

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