Bromea sobre Sarah Palin y relata cómo tomaba el pelo a los fotógrafos norteamericanos: 'Siempre les digo que aprieten el botón H[air] (pelo), ya sabes, ese invento uruguayo high-tech. ¿Vuestras cámaras no tienen el botón de pelo?, les digo. Les cuesta entender la broma'. Y aunque articula su discurso con la calma de la edad adulta, Eduardo Galeano (Montevideo, 1940) sigue manteniendo ese halo de enfant terrible, alguien que en ningún momento ha dejado de creer en el discurso crítico. Y es precisamente por ello por lo que el autor visita España: para recibir mañana la medalla de oro del Círculo de Bellas Artes, galardón que ya han obtenido Jean Baudrillard, Umberto Eco o Günter Grass.
¿Puede la literatura llegar a ser incompatible con la responsabilidad social?
La literatura es un movimiento social. Proviene de la sociedad y a la sociedad se dirige. Alguna vez Juan Carlos Onettise enojó conmigo porque no le creí cuando dijo que escribía para él mismo. Le propuse que me entregase su material y yo se lo envié por correo a su nombre y dirección. Eso le cayó muy mal.
¿Para quién escribe?
Tengo una suerte enorme y es que cuando en lecturas o charlas me encuentro con el público, confirmo que es cada vez más joven. Mi mujer bromea diciendo que pronto llegarán en cochecitos de bebé.
¿Qué recuerda de su experiencia con Onetti?
Era un falso puercoespín. Un hombre por dentro, aunque se hacía el ogro. Me enseñó que las únicas palabras que merecen existir son aquellas mejores que el silencio y por eso a mí me cuesta mucho escribir y reescribo tantas veces.
Mao habló de lo importante de definir al enemigo. ¿Cuál es el de la izquierda actual?
Desconfío mucho de este tipo de razonamientos porque conducen a una división del mundo entre buenos y malos. El bien y el mal: lo mismo que proponía Reagan o Bush, pero desde la izquierda.
¿Qué le dice la palabra socialismo?
Me hace pensar que podemos llegar a creer que tenía razón aquel viejo proverbio latino: Ítaca no existe, lo que existe es el camino hacia Ítaca. Lo que existe es la búsqueda. Yo creo que nuestro mundo está embarazado de otro mundo.
¿Ha reportado la globalización algún bien en América Latina?
Internet, por ejemplo. Aquello que nació al servicio de las programaciones de las operaciones internacionales en EEUU está siendo ahora un instrumento de vida. Sirve para dar voz a quienes antes estaban condenados a la soledad. Por mi parte, confieso que al principio desconfiaba de todo esto: pensaba que las máquinas beben de noche. Que cuando nadie las ve se emborrachan y por eso durante el día hacen cosas inexplicables. No hay que olvidar, sin embargo, que la globalización implica concebir la codicia como motor de la vida, el arréglate como puedas, y quien no, que se joda.
¿Qué le dicen los filántropos de Forbes como Gates o Soros?
A mí eso me suena a caridad, no a solidaridad. Yo me siento identificado con los movimientos solidarios, pero no con las obras de caridad. Participé dos veces en los foros de Porto Alegre y me siento muy identificado esa suerte de gran familia que se puede encontrar más allá de todo límite geográfico.
¿Seguimos sometidos al colonialismo de la industria cultural?
Es verdad que Internet lo ha reducido. Pero aún persiste la organización colonial. Y es ahí donde entran en juego los agentes culturales del mundo independiente, sometido y humillado, y que a veces llegan a hacer suya la mirada del amo. Una tradición de autodesprecio. La cultura de la impotencia con la que los países del Sur han sido entrenados por el Norte.
¿Y qué hay de la democracia mediática?
Bueno, no depende de que a Italia la dirija Berlusconi o San Francisco de Asís. Depende de un desarrollo de la industria de la comunicación que se orienta hacia el consumo y no hacia la multiplicación del conocimiento y de la sensibilidad. Hacemos nuestro el criterio según el cual solo es bueno lo rentable. Eso te enseña a aplastar al prójimo, no a reconocerlo como promesa. Es una parte sustancial de lo que hoy día podríamos llamar la dictadura del miedo. Ya ni se salvan los animalitos, pues hasta los cerditos te transmiten la gripe y las vacas la locura. Y yo que pensaba que la locura era un privilegio humano.
‘Las venas abiertas de américa latina’
Aborda la historia de América Latina desde la colonización europea. Casi cuarenta años después de su primera publicación, el libro se ha convertido en una referencia indispensable a la hora de estudiar el continente. Hugo Chávez fue responsable de dar un nuevo espaldarazo al texto cuando se lo entregó a Obama.
‘El libro de los abrazos’
Tomando de nuevo a Latinoamérica como protagonista, el escritor hace gala de su habilidad a la hora de desarrollar ficciones breves, caracterizadas por el registro lírico.
‘Espejos’
Publicado en 2008, el último libro del uruguayo supone una recreación de la historia de la humanidad en donde se prescinde de fronteras geográficas y temporales.
‘Patas arriba’
La relación entre países desarrollados y subdesarrollados, el libre mercado, el imperialismo y la cultural (colonial) de consumo protagonizan ‘Patas arriba: la escuela del mundo al revés’ que edita Siglo XXI.
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