Tras años en barbecho, la intriga y el suspense vuelven a entrar (en tromba) en los salones literarios españoles. 'Por fin matamos el prejuicio hacia la novela negra', señala Paco Ignacio Taibo II, director de la Semana Negra, que se celebra hasta el próximo 19 de julio en Gijón.
Entre los datos que lo atestiguan: la presencia cada vez mayor de escritores españoles en las colecciones de novela negra de las editoriales, la creación de premios como el Dashiell Hammet, destinado a los escritores del género en castellano, o la publicación de antologías de novísimos como La lista negra (Salto de Página). O por dar un número: los 81 escritores españoles que participarán estos días en la Semana Negra gijonesa.
El suspense y el crimen han vuelto con nuevos bríos, bien aderezados además con otros géneros. Cada vez hay más autores que se atreven a combinar la narrativa histórica con los asesinatos -como ya hiciera hace muchos años Umberto Eco en El nombre de la rosa- o incluso con la ciencia ficción y la fantasía.
'Creo que es un camino a explorar muy interesante. En España no se ha hecho mucho hasta ahora, pero yo tengo claro que voy a seguir por ahí', explica a Público Luis García Jambrina, autor de El manuscrito de piedra (Alfaguara), una historia que transcurre en Salamanca y presenta a Fernando de Rojas como detective. Además, 'aunque en el plano formal todo esta inventado, este sendero permite resucitar los experimentos narrativos', añade.
Paco Ignacio Taibo II también cree que esta conjunción puede darle muchas alegrías al género: 'En la novela histórica ahora mismo se está escribiendo mucha chatarra, pero hay algunos títulos excelentes, como el de Jambrina'.
En el terreno de la ciencia ficción, que también tiene su sitio en la Semana Negra, se practica igualmente el cruce de géneros. Elia Barceló lleva años combinando las historias fantásticas, 'más deudoras de Cortázar que de las fantasías con dragones', con el asesinato de los personajes, 'porque yo me los cargo a todos', comenta sonriendo.
La autora reconoce que ahora hay otros escritores que siguen esa senda, como José Antonio Cotrina, Rodolfo Martínez o incluso Félix J. Palma, pero apunta que la tradición española 'es demasiado realista y autorreferencial. Aquí pocas veces pensamos que la realidad es multifacética', comenta.
Esta ensalada de géneros no quedaría bien aliñada sin las peculiaridades localistas que han adoptado las novelas policíacas. Como dice Lorenzo Silva, uno de los primeros en colocar a sus guardias civiles
Bevilaqcua y Chamorro en distintos puntos de España, 'este es un país que empieza a ser varios países. Cada región tiene niveles de renta y niveles educativos muy diferentes. Por eso, los conflictos también son muy distintos'.
A esta teoría también se apuntan los profesores y expertos en novela negra Javier Sánchez Zapatero y Alex Rovira, quienes, en el prólogo de La lista negra (Salto de página), señalaban que se trata de 'un género que se ha vuelto muy periférico. Las tramas no sólo transcurren ya en Madrid y Barcelona'. Como ejemplos hablan de la Galicia de Suso del Toro y Domingo Villar o la Sevilla de Francisco Fernández Gandul.
Precisamente, Domingo Villar, autor de La playa de los ahogados (Siruela), que ya va por la tercera edición, reconoce el galleguismo de sus novelas. 'Es verdad que tienen un ritmo más pausado; además, al ser una zona con menos habitantes, los crímenes trastocan a las comunidades. No es como si la novela transcurriera en Madrid o Barcelona, donde se cometen tantos asesinatos y delitos, que no te afectan a no ser que te toquen de cerca'.
Por su parte, el gaditano Rafa Marín ve en las fiestas populares de Andalucía un verdadero filón para los asesinatos. 'Toda fiesta tiene siempre su lado tenebroso', sentencia Marín, que ha situado las muertes de sus últimas novelas en la cabalgata de los reyes magos y entre las chirigotas del carnaval de Cádiz.
Las Islas Canarias son, para Lorenzo Silva, otro punto geográfico interesante: 'Su distancia con la Península hace que las fuerzas del Estado actúen de otra manera, además, al ser un coto cerrado por la insularidad, las investigaciones se llevan a cabo de un modo más aislado. Pueden ser novelas mucho más agobiantes'.
La escritora alicantina Elia Barceló, que vive en Innsbrück (Austria) y ve el panorama español desde la distancia, argumenta que, aunque cree que el género nacional es mucho más vigoroso que el centroeuropeo, los autores españoles todavía 'dan demasiadas vueltas a las relaciones entre las mujeres y los hombres, es decir, se escribe demasiado sobre si hay mujeres o no en la Policía o en la Guardia Civil. Eso es una muestra más de los 30 o 40 años que llevamos de retraso histórico respecto al resto de Europa', sentencia el escritor.
En este sentido, no es de extrañar que una de las novelas que más gustó al lector el pasado año fuera Y punto (Alfaguara), de Mercedes Castro, en la que una mujer policía tiene que bregar y luchar contra todos los tópicos masculinos para hacerse un hueco en la investigación de varios asesinatos.
Con respecto a la presencia de escritoras en el género negro, Barceló cree que ese debate forma parte del pasado. 'Hace bastante tiempo que las mujeres se dedican a escribir este tipo de libros. Sí echo en falta más mujeres en el género fantástico, donde, excepto Cristina Fernández Cubas, Pilar Pedraza y yo, no hay ninguna'.
La lectura de los sucesos en los periódicos ha determinado también una fuerte característica de la novela negra española: el costumbrismo y la cotidianidad. Aunque la novela negra española ha bebido mucho de la norteamericana, según Älex Rovira y Javier Sánchez Zapatero, en raras ocasiones hay asesinos en serie. 'Los sucesos y las rencillas nos apasionan, a mí de hecho me encanta bucear en ellos para elaborar las novelas', comenta Lorenzo Silva.
Tampoco parecen quitarse de encima los escritores la tendencia a que no sean los funcionarios policiales los que resuelvan las tramas, cosa que sí ocurre en Europa (ahí está el inspector Brunetti de Donna Leon o Kurt Wallander de Henning Mankell). 'Aquí todavía hay bastante desconfianza hacia las fuerzas de seguridad del Estado. En mi caso, en algunos sitios me tildan de conservador porque mis protagonistas son guardias civiles, aunque su discurso sea todo lo contrario a conservador', apunta Silva.
Pese a la mezcla de estilos y géneros y la abundancia de temáticas, que dan fe de la buena salud que goza el género en España, todavía falta un reto: introducir el terrorismo dentro de las tramas. A excepción de algunas novelas de Jorge Martínez Reverte, los escritores parecen tener cierto temor a tocar el tema de la violencia política. 'Es difícil abordarlo mientras el conflicto esté abierto. Es un asunto muy complejo cuando estás alineado. Los escritores temen que sus palabras se puedan malinterpretar', zanja Silva.
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