Ahora que están de moda los retos sensacionalistas del tipo 'tropecientos días fumando porros', me proponen leer en 72 horas la trilogía Millennium . 2.268 páginas. Tengo lumbago. Éste es mi cuaderno de bitácora.
Entretenimiento
El narrador de Millennium es decimonónico, moralista y se permite hacer injerencias. Es un narrador explicativo que lo cuenta todo dos veces abusando de los resortes de la novela de misterio: el enigma del crimen en una habitación cerrada, el déjà vu, el efecto blow up al mirar viejas imágenes... Se me clavan las costuras de la carpintería narrativa. Reconozco tantas cosas que no me siento precisamente inteligente. La literatura de masas sigue sin ser lo mismo que la literatura popular.
Posmodernidad
En mi retina se confunden: sexo, maltrato, poder, flores secas, nazis, referencias bíblicas y una investigadora rara que se coloca en las antípodas de esos misterios escondidos bajo la alfombra, esa siniestra cotidianidad, inquietud y tristeza que rezuman las obras de Simenon o Highsmith. De Hammett mejor ni hablamos.
Éxito
No pasa nada si uno se pone a leer en diagonal: esa posibilidad de lectura no cuadra con mi concepto de lo literario. El éxito de una obra que quiere denunciar el funcionamiento de las grandes empresas me lleva a pensar que, si las grandes empresas editoriales lo toleran, es porque la crítica no es agresiva o el monstruo de las galletas del mercado lofagocita todo.
Síndrome de Estocolmo
Sufro un efecto secundario del secuestro lector al que me someten: la destreza de Larsson para dosificar la información conocida y desconocida consigue que el lector nuevo no se pierda y el viejo se sienta como un iniciado. Estoy a punto de creerme la crítica a la explotación sexual. Cuando reparo en el regodeo en las escenas de acción, la música de fondo trepidante, la anagnórisis cutre, los personajes superdotados o con 'analgesia congénita', el final sanguinolento, recuerdo que las formas y los fondos son indisolubles y veo que estoy en el centro de una serie de televisión o de un reportaje sensacionalista: si a través de la retórica la realidad y sus llagas se convierten en espectáculo, ¿qué repercusión transformadora tiene esto en lo real? ¿Y en la retórica, en la consideración del propio género novelesco? Todo lo veo de color amarillo.
Budismo y verosimilitud
El efecto televisivo de 'todo está conectado' provoca que como lectora empiece a no creerme nada: la inverosimilitud aparece por el exceso de nexos y de informaciones repetidas. La realidad no está obligada a ser verosímil: la narración, sí.
Compasión
El villano de la primera entrega era un loco marcado por unos genes que sintetizaban lo psicopático con lo nazi. Los villanos de la segunda son malos malísimos: formados en el estalinismo, mafiosos, traficantes, maltratadores, fratricidas... Ni la relatividad moral ni la compasión son posibles en este universo de buenos y malos donde el talante vengador de Salander resulta lógico.
Feminismo
En esta entrega se usa la metáfora de la amazona: las mujeres aparecen físicamente virilizadas (Monica). Pero sin dejar de ser sexys. Usan la violencia. Salander es Pippi Calzaslargas, pero también Harry el sucio: cuenta con un código moral que se reduce a dos frases. Las mujeres no aplican nuevos valores para combatir comportamientos machistas, sino que se apropian de los mismos métodos cavernarios. La incorrección política de Salander ('Me importan una mierda las ballenas') y su acracia se anulan: la muchacha tatuada se integra convirtiéndose en el ama de un imperio empresarial. El éxito femenino consiste en llegar a ser patrona. Dominatriz entre dos tipos de hombres: los que creen que las mujeres son putas o los que se dejan llevar a la cama sin rechistar. Todo es muy raro. Especialmente el concepto de feminismo que se maneja.
Prensa
Esta es una novela de despachos. Como versa en torno a los poderes que sustentan las democracias identificadas con distintas variantes del capitalismo aparecen: el primer ministro, los tribunales y las redacciones de periódicos y revistas. Los desmanes de las democracias han de ser corregidos por la vigilancia de los medios. Nada nuevo bajo el sol desde Todos los hombres del presidente.
Servicios de inteligencia
Larsson articula una narración exculpatoria planteando la posibilidad de que los gobiernos no estén al tanto de los gusanos que corroen la manzana ni de cuál es el uso de los fondos reservados. El discurso resulta familiar. España aparece en las tres novelas como destino de corruptos.
Épica del hacker
Con la épica del hacker,Larsson pierde la oportunidad de incorporar a la retórica literaria un elemento que quizá entrañe una nueva visión del mundo: esta nueva visión se reduce a cierta lógica onanista en las relaciones y a una terminología tecnológica que llega al lector como la enumeración de los componentes químicos en los anuncios de cosméticos.
¿Qué determina el éxito de Millennium? El esfuerzo de promoción de la obra de Larsson se relaciona con la sensibilidad del mercado editorial para captar la sintonía existente entre las propuestas del escritor y la ideología hegemónica: un supuesto centrismo, una socialdemocracialight, que necesita lavarse la conciencia a través de la denuncia del maltrato a las mujeres, de la maldad puntual de los especuladores o de viejos espías anticomunistas.
En estas novelas se consiente la explicitud, el subrayado del discurso político y el maniqueísmo panfletario que no percibimos como ideológico porque se considera 'lo normal'. Se manejan los tópicos difundidos desde los medios y la triste utopía de que la pudrición de nuestro sistema cuenta con responsables individuales: es posible cambiar todo sin que nada cambie demasiado. El efecto es tranquilizador y el lector se siente satisfecho de leer una literatura entretenida y de calidad que ejerce la crítica respecto a los problemas de nuestras sociedades. Ni lo uno ni lo otro. En cualquier caso, el tipo de corsé en el que se encaja mi lectura es posible que determine mi aburrimiento.
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