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Un fotógrafo ambulante en la corte de Franco

Recuperan la figura de uno de los grandes reporteros, que documentó con 15 años de edad los cuarteles de la Legión durante el protectorado marroquí

PEIO H. RIAÑO

A la salida de la corrida de la plaza de toros de Ceuta ya lo tenía todo previsto. Las fotos colgaban de un tenderete improvisado en el que los retratados de la tarde podían verse y, sobre todo, comprarse. Conseguía pasearse por el tendido haciendo fotos al personal. No buscaba la noticia, buscaba el negocio; no le interesaba el pase de pecho, quería dinero para ayudar en casa. El pequeño Bartolomé Ros tenía 14 años de edad y ya era lo suficientemente rápido como para revelar y positivar las copias de esa misma tarde y ofrecérselas calentitas a los clientes.

'El suyo fue un tiempo en el que la transición entre la infancia y la madurez adulta quedaba diluida con la pronta incorporación al trabajo', escribe Alejandro Castellote en el catálogo de la exposición que comisaría: Frontera de África, en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, posiblemente la exposición estrella de la XII edición PHotoEspaña. 'Si la familia no disponía de medios para extender la formación de sus hijos, como era su caso, los niños pasaban del pantalón corto al traje y la corbata', cuenta Castellote en ese texto, que reconoce a este periódico haber pensado en su propio padre cuando lo escribía. Porque Bartolomé Ros no era sólo un niño, era una época; tampoco es una exposición de fotografía, es nuestro pasado.

Nació en Cartagena en 1906, pero pronto marchó a Ceuta, al pasar su padre a formar parte del personal del ferrocarril Ceuta-Tetuán. Según cuenta el mayor biógrafo de Ros, José Luis Gómez Barcelo, 'en Ceuta descubre la fotografía'. Allí asiste a las enseñanzas de los hermanos Calatayud, que le descubren el oficio del fotógrafo. Ros aprende rápido, Ros tiene urgencia.

Era el momento del 'Usted aprieta el botón, nosotros hacemos el resto', la publicidad de la primera cámara portátil creada por Georges Eastman (1854-1938), inventor de Kodak. En plena revolución de la fotografía popular, Bartolomé Ros fue precoz por necesidad. Provenía de una clase poco favorecida y buscaba un medio de subsistencia que no exigiera formación académica. Fue uno más de aquellos retratistas y profesionales ambulantes que se multiplicaron. 'Bartolomé Ros perteneció a ese perfil de fotógrafo sobrevenido', asegura Castellote.

Ros a los 15 ya es un fotógrafo pulcro, cuidadoso y muy técnico en los encargos. Su padre le había comprado años atrás su primera máquina con un préstamo. 'Fue Ros fotógrafo de calle, de máquina de fuelle', dice Gómez Barcelo, al que su alma aventurera le llevaría a dejar las calles de Ceuta por los caminos marroquíes. O a entrar en los cuarteles antes de los 18 años de edad. 'Es la primera vez que veo la actividad interior de los cuarteles. No conocía nada igual', explica el fotógrafo Juan Manuel Castro Prieto, encargado del tratamiento en laboratorio de las fotografías que se exhiben en la muestra.

La increíble historia de un héroe púber fue creciendo cuando, por ejemplo, empezó a trabajar como reportero para la revista Mundo gráfico a los 15 años, o como corresponsal gráfico en Ceuta para el periódico ABC y la revista Blanco y Negro. Incluso, es invitado a participar en un reportaje sobre España, que se publicó en National Photographic Magazine, en 1929. El colmo de su picardía fue la firma con la casa AGFA para la distribución de sus productos en exclusiva en España. No era mayor de edad y su padre tuvo que dar la cara por él.

'Mi padre fue un hombre de negocios, más que fotógrafo', recuerda su hija Rosa, custodia de uno de los archivos fotográficos e históricos más importantes de una parte esencial de la memoria española, en el que se recuerda los años veinte en el protectorado marroquí, durante el caldo de cultivo de la gestación de la rebelión militar. Gracias al esfuerzo de Rosa Ros, que se encontró con el archivo en 1983 trasteando en uno de los almacenes de la familia en Ceuta, han llegado hasta nuestros días las imágenes de las visitas de personajes como Alfonso XIII, la Reina María de Rumanía o la del propio Primo de Rivera.

Ella nunca habló con su padre de este periodo: 'A él todo aquello no le interesaba tanto, en el fondo fue un empresario muy joven. Su cabeza era empresarial y quería sacar a su familia de la pobreza'. Con los años fundó el histórico laboratorio fotográfico Ros Fotocolor, que suspendió pagos el pasado mes de octubre.

'De momento, el archivo está mejor aquí que en ninguna otra parte', asegura Rosa, que guarda todo ese material en la habitación más fría de su casa. Ninguna institución se puso en contacto con ella en todos estos años para hacerse cargo y ella lo asume como puede, porque está convencida de que es 'un documento histórico muy importante'. Cuando lo encontró todo estaba metido en una caja de cartón atada con cuerdas, pero estaba muy bien conservada. 'Fue una especie de milagro', de nuevo la memoria en un hilo.

El problema de una madurez prematura es el abandono anticipado de trabajos sin rentabilidad y la necesidad hizo que Ros abandonara su carrera fotográfica a favor de los negocios y la fortuna. 'Mi pregunta es: ¿qué habría pasado si hubiese seguido en la fotografía? Probablemente, estaríamos hablando ahora de uno de los más grandes fotógrafos de todos los tiempos', asegura Castro Prieto. '¡Tiene mil imágenes buenas!', se deja llevar por la pasión.

Los militares fueron sus principales clientes, y quizás por eso no fue nunca al frente. Quizás también porque tenía escasos 15 años. Además, la censura de los militares es probable, como reconoce Rosa Ros, que les obligara a destruir material que implicaba a mucha gente inocente. De hecho, en los años treinta destruyó junto con sus ayudantes con mazos de madera en el patio de su estudio una década entera de imágenes.

Sin embargo Ros ya había conseguido una de las grandes fotografías para la posteridad, al ser testigo único del relevo en el mando de la Legión en 1926. Millán Astray rebajó su cargo de general al coronel para recoger el testigo de Francisco Franco recién ascendido a general con 33 años. 'Esa foto es uno de los grandes momentos iconográficos del fotoperiodismo español. Esa foto te dice más de esos dos personajes que un tratado gigante de historia', dice el historiador de la fotografía Publio López Mondéjar. Ros tenía 20 años de edad y hacía la foto que quedaría como marca de la casa. Pero hay mucho Ros después de ella.

De hecho, la exposición que se inaugura el próximo jueves recoge muchas imágenes inéditas, en las que se ve eso que apunta con vehemencia Publio López Mondéjar, que no fue un artista: 'Ros es un artesano'.

Humilde
Nace en 1906 en la pedanía cartagenera de Los Dolores, en el seno de una familia humilde. Comenzó a trabajar a los 10 años, con la contabilidad de su tío Alfonso. Bartolomé Ros pronto marcha a Ceuta, al pasar su padre a formar parte del personal del ferrocarril Ceuta-Tetuán.

Precoz
'Lo más asombroso del trabajo de Ros es que siendo tan joven y con tan pocos años de trabajo, haya conseguido un trabajo de una riqueza tan exquisita', cuenta el fotógrafo Juan Manuel Castro Prieto. Con menos de 20 años ya creó un archivo que hoy es referencia del modelo fotográfico de lo que debe ser el ejercicio del profesional.

Artesano
'Aprende el oficio con mucha atención, por su cuenta como ayudante en un estudio', dice Publio López Mondéjar. Recuerda el investigador a otros grandes fotógrafos que pasaron por la misma formación: Escobar, Alfonso o Virxilio Vieitez. Describe el trabajo del fotógrafo como limpio y honesto. 'No conozco a ningún gran fotógrafo que vaya por ahí de artista', remata.

Empresario
'Mi padre tuvo una virtud entonces: era muy joven y entró en todos los sitios', recuerda su hija Rosa Ros, que afirma que aquella época fue tan difícil para la infancia que su padre tuvo en mente el negocio, no el arte. 'Sacó adelante a la familia'.

Histórico
'Me gusta cuando la fotografía se carga de tiempo y pasa de formar parte de la biografía familiar a la biografía social', destaca Alejandro Castellote, comisario de la exposición que recoge los fondos de Bartolomé Ros. Pero se lamenta de que no exista todavía ninguna institución que se encargue de recoger toda esa memoria, que forma parte de la historia española y anda perdida.

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