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Un profeta eclipsa a Ang Lee

El francés Jacques Audiard deslumbra con Un prophète, la primera gran película del certamen

SARA BRITO

El peso dramático de Brokeback Mountain (2005) y Deseo, peligro (2007) lo dejaron exhausto. Ang Lee ha querido aligerar su trayectoria y hacer 'una comedia sin cinismo', como reconoció durante la presentación de Taking Woodstock en la sección oficial de Cannes. Y así fue. Después de días sin asombro, llegó el taiwanés para recordarnos lo que es salir de una sala satisfecho, pero también con la certeza de que se ha visto poco más que una película simpática. Lee hubiera acaparado todos los aplausos si no llega a ser por Un prophète, del francés Jacques Audiard. Una película rotunda.

Hay dos razones que hacen de este un filme excepcional: el descubrimiento de Tahar Rahim, un actor debutante que ocupa cada uno de los planos de la película con una presencia completa y llena de matices, que huele a premio; y, por otro lado, un guión de orfebre que pulieron durante tres años Abdel Raouf Dafri, Thomas Bidegan y el propio Jacques Audiard. La historia es sencilla y conocida: un chaval, Malik El Djebena, entra en la cárcel por un delito menor. Apocado y aparentemente débil al inicio, empezará a realizar encargos para la banda corsa que controla la prisión. Así irá ganándose la confianza del jefe, a medida que crece y aprende, que escucha y aplica lo aprendido para su propio beneficio.

La película de Audiard es un ejercicio narrativo fascinante

Promoción de un delincuente

La sexta película de Jacques Audiard su anterior filme fue De latir mi corazón se ha parado, en 2005 es un ejercicio narrativo fascinante y un retrato en carne viva del ascenso entre rejas de un nuevo líder de la delincuencia. La película, fieramente realista pero a la vez con puntos de fuga poéticos, transita entre géneros sin parecerse a nada. Audiard comentaba ayer, en la presentación que estuvo precedida por los aplausos más sonoros de esta edición, que quiso huir de dos cosas: 'Los documentales sobre prisiones y la imagen de las cárceles de las series y películas americanas'.

Un prophète tiene algo de western (un solitario que llega a un territorio que no es el suyo para conquistarlo), de cine fantástico (con los paréntesis de las ensoñaciones y el fantasma que acompaña a Malik en su celda), de mafias (que avanza a base de traiciones y luchas de poder) y de cine social (por su retrato de una prisión francesa y de la separación cultural entre corsos y árabes).

Un prophète tiene algo de western, de cine fantástico y de género social

Por su lado, Ang Lee volvió a demostrar que es un retratista excepcional de Estados Unidos, aunque esta vez opte por la ligereza y la luz. El taiwanés refleja en Taking Woodstock las esperanzas de cambio que encarnó el mítico festival de música rock de 1969. Lee cuenta la historia de Elliot Tiber, un joven artista que propició que Woodstock se celebrara en el pueblo de Bethel, donde sus padres regentaban un motel en ruinas. El director y Tiber se conocieron hace dos años en San Francisco, donde Lee presentaba Deseo, peligro y Tiber su libro sobre el festival.

El resultado es una comedia que trae a otro debutante a la gran pantalla, la estrella americana de stand up comedy Demetri Martin, y que presenta el viaje de descubrimiento de un joven tímido y homosexual. Los conflictos familiares clásicos en Lee están en Taking Woodstock, dejando los conciertos de fondo. 'He preferido retratar un pequeño fragmento de aquel momento de inocencia y esperanza', dijo el director, al tiempo que se confesaba feliz.

La película deja, además de una gran banda sonora y de una búsqueda visual estimulante, el mejor viaje de LSD visto en el cine. Vívido y realista, Lee se marca a ritmo de You set the scene, de Love, un canto al amor y a la vida, que sigue calando 40 años después de aquellos tres días de agosto.

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