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La burbuja editorial ya no aguanta más

El aumento de la edición de libros esconde una crisis profunda, con librerías desbordadas por las novedades, almacenes llenos de títulos devueltos y un coste cada vez mayor de distribución. El sector pide unión para n

PAULA CORROTO

Los almacenes de las distribuidoras y las editoriales rebosan libros, aunque muy pocos llegan a las manos del lector. Según los últimos datos oficiales de la Federación de Gremios de Editores de España, las librerías devolvieron en 2007 un 28,5% de las novedades que se pusieron en el mercado. Una cifra que no para de crecer desde 2004. Según la otra parte importante de la cadena del negocio editorial, los distribuidores, en 2008 no se mejorará: el porcentaje devoluciones oscilará entre el 32% y el 35%.

Estos números chocan con los publicados el pasado lunes por el Instituto Nacional de Estadística sobre la producción editorial del último año que hablan triunfalmente de un aumento del 19,8% de títulos editados en 2008 con respecto a 2007.

La interpretación de todos estos datos contradictorios es que llegan más libros a los puntos de venta, pero que se devuelven cada vez más, lo que acarrea un coste brutal para todo el sector editorial.

Algunas librerías comienzan a dar la voz de alarma: 'Ya no podemos absorber 50 novedades a la semana', admite Aldo García, de la librería Antonio Machado de Madrid. Como apostilla el editor Pote Huerta, de Lengua de Trapo, 'hay voces que dicen que el sector del libro está bien, pero no es así. Estas cifras indican que hay una hiperinflación del libro y esto está produciendo una pérdida de bastante dinero en las librerías'.

Sin lógica ni sentido

Varias causan explican el desbordamiento que sufren los libreros. Por un lado, según reconoce el editor de Gadir, Javier Santillán, 'buena parte de las grandes editoriales se han lanzado si ninguna lógica ni sentido común a colocar la mayor cantidad posible de libros para ver si hacen diana y consiguen un superventas. Es una locura'. Esta psicosis explica también la disminución de la tirada media en 2008, con respecto a 2007, en un 4,9%. Las editoriales han caído en el peligroso juego de buscar un Stieg Larsson o una Stephanie Meyer.

En el otro lado de la balanza, están las ventas que, según Antonio María Ávila, de la Federación de Gremios de Editores de España, en 2008 bajaron un 2%. Y no hay una perspectiva demasiado halagüeña: '2009 no lo hemos empezado bien. Enero fue especialmente malo para las ventas y las exportaciones no nos han ido nada bien. Los datos de las devoluciones son preocupantes y se nota que la crisis está afectando'.

Este cóctel explosivo mayor producción, menos ventas es el que para Michelle Chevalier, directora de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL) resume la situación por la que están pasando las librerías: 'Los servicios de novedades de las editoriales, para intentar vender más, han pasado de enviar 10 a enviar 20 libros a las librerías, pero no se dan cuenta que, por mucho que se empeñen, sólo se venden 10'. El resto se devuelve y eso ya supone un gasto para la librería, la distribuidora y la editorial.

El problema, y esto está incidiendo también en la crisis para el sector, es que el best-seller este año no está vendiendo como en épocas pasadas. 'No hemos contado con ningún Harry Potter ni ningún Ruiz Zafón que levante las cifras de ventas totales. Además, como normalmente el lector de best-sellers es un lector ocasional e impulsivo, si este año cuenta con menos dinero, no se lo va a gastar en esto'. Mucho menos si se tiene en cuenta que los españoles nos gastamos una media de 19 céntimos al día en libros, según los datos que maneja el Gremio de Editores.

Por supuesto, los grandes grupos manejan todos estos números y saben que el año no es bueno. No es casualidad que este año hayan aparecido o vayan a aparecer de cara a Sant Jordi y la próxima Feria del Libro de Madrid nuevos títulos de autores que tienen un mínimo de 10.000 lectores asegurados. Es el caso de Maruja Torres (último Premio Nadal), Manuel Rivas, Fernando Savater o Ian Gibson. Muchos de ellos no hace ni un año que publicaron su última obra y eso que son escritores que suelen espaciar mucho más la aparición de sus nuevos libros.

Desenlace fatal

Entre las consecuencias de la hiperinflación de libros, destaca el enorme gasto que está suponiendo para los distribuidores. Tal y como reconoce el secretario técnico de la Federación de Asociaciones Nacionales de Distribuidores de Ediciones (FANDE), José Manuel Anta, 'las remuneraciones para el distribuidor se producen por libro vendido, no por libro repartido'.

De ahí que, aunque se reparta más, no se gana más dinero. Al contrario: aumentan los gastos de almacenaje y transporte, 'con el consiguiente daño para el medioambiente', apostilla Chevalier.

El incremento de los libros que acaban en los almacenes también supone un aumento del gasto del mantenimiento del sobrante. 'Cuando aumentan las devoluciones, también lo hacen las infraestructuras para gestionar todas estas devoluciones y todo el stock. El tiempo que permanecen los libros en estas naves depende del editor, pero evidentemente ocupan un suelo que es bastante caro, sobre todo cuando están en las ciudades', explica Anta.

Por su parte, las librerías tienen cada vez más difícil seleccionar los libros que quieren colocar en sus estantes, como reconoce Lola Larumbe, de la librería Rafael Alberti de Madrid. Además, la apuesta personal por determinados libros es imposible. Según Michelle Chevalier, de CEGAL, 'hoy es muy difícil que ocurra lo que le pasó a La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón, que si se convirtió en un éxito fue porque los libreros apostaron por él y le mantuvieron siete meses'.

El resultado es que los libros cada vez son más invisibles. Entran en la librería y en 15 días son reemplazados por la nueva tanda de novedades, por lo que la ansiada búsqueda por encontrar la gallina de los huevos de oro es también cada vez más infructuosa.

La psicosis de las grandes editoriales ha llevado a una diversificación de los puntos de venta para intentar captar compradores por todas partes. No es de extrañar que cada vez se vean más libros en los grandes hipermercados tipo Carrefour. Los libreros tradicionales saben que su lector y el comprador de estos grandes centros no suelen coincidir, pero si a esta diversificación se le suma que la compra de los libros cada vez es menor, la preocupación es evidente.

De ahí que cada vez se cierren más acuerdos como el que firmaron ayer las 1.600 librerías representadas en CEGAL con las siete editoriales independientes que conforman Contexto para colocar al menos 10 de sus títulos en sus escaparates.

Pólizas de crédito

Una cuestión más peliaguda es la de los créditos. Muchas librerías, sobre todo las institucionales venden a las bibliotecas, ministerios, facultades se mantienen con pólizas de crédito debido al retraso en el pago de muchas de estas instituciones.

El problema se acrecienta 'con la crisis actual, ya que los bancos no prestan como antes y eso está poniendo a muchos en dificultades', admite Chevalier. Con tantos obstáculos, no son pocas las que, como la emblemática Proleg de Barcelona, se están planteando el cierre.

¿Qué hacer ante este fallo multiorgánico que parece atenazar al lector? Para Pote Huerta, de Lengua de Trapo, 'deberíamos reunirnos todos los sectores, libreros, editores y distribuidores, aparcar nuestras diferencias e intentar normalizar el suministro de libros'. Es una propuesta.

¿Cómo salen los libros de las editoriales? En todas las editoriales existe un servicio de novedades que es el que envía una serie de títulos a los diferentes puntos de venta. Estos pueden ser librerías tradicionales, cadenas o bien hipermercados como Carrefour. Según los datos del INE, el año pasado se pusieron en el mercado 75.933 títulos, lo que significa un 19,8% más que en 2007. La tirada media fue de 2.960 ejemplares.

¿Qué hace el librero con los títulos? Una vez que los libros llegan al punto de venta, el librero decide cómo se colocan en los estantes, si decide devolver algunos porque no son acordes con su línea de librería y también si hace un nuevo pedido de un título porque confía en él o porque ha tenido éxito entre los lectores. Según Lola Larumbe, de la librería Rafael Alberti de Madrid, “los libreros también son presionados por las editoriales para realizar nuevos pedidos”.

¿Cuánta vida tiene un libro en la librería? No existe un plazo máximo ni mínimo, aunque los libreros constatan que cada vez es menor. Ante la avalancha de títulos (pueden llegar a recibir hasta 15.000 al año, según los datos de la librería Rafael Alberti), muchas veces no supera ni los 15 días. Después, se devuelve a la editorial.

¿Qué sucede con el libro que se devuelve? Cuando el libro llega al almacén, el editor decide si lo vuelve a sacar al mercado interior, si opta por el exterior o si lo destruye.  

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