Todo empezó por pura diversión. Miguel Ángel le lloraba al micrófono, explicándole sus males de amores. Alejandro le ponía colirio y, entonces, podían seguir la pantomima. El querido público no era otro que sus queridos amigos. El repertorio, tres canciones: El cartero, Otra llamada y Chica tripolar. “Eran fiestas de colegas, cumpleaños y eso”, recuerda Miguel Ángel, M. A., cantante y guitarrista de Manos de topo, “y nosotros nos poníamos un rato a hacer el tonto”.
Lo de la voz llorona era (y sigue siendo) una broma: “Hacemos parodia de la canción romántica”, dice M. A. “En aquella época, hace tres o cuatro años, no nos iba muy bien con las chicas y, en lugar de amargarnos,
nos cachondeábamos con humor e ironía”. Son así: “Cuando me enteré de que Laura Pausini no era española me puse muy triste...”, se ríe M. A.
Ya entonces cantaba con ese tono que alguien compara al de Golpes Bajos, el mítico grupo de Vigo de los ochenta, pero no: “La primera vez que los oí, fue hace 15 días, por eso, porque me lo comentaron”, dice Alejandro, que toca el pianito y el xilófono y es el otro creador del grupo (sospechosamente vigués, como Germán Coppini). “Éramos muy malos, de ahí viene lo de Manos de topo, de tocar mal la guitarra –revela, entre risas–, por eso nos costó ponernos a pensar en crear un grupo: demasiada responsabilidad”. Pero resultó que no eran tan malos. Ficharon a un batería (Rafa) y a un bajista (Diego), dos colegas, y se liaron la manta a la cabeza. Llegaron los primeros bolos en los locales barceloneses, las primeras maquetas y, sobre todo, el MySpace, algo fundamental: “Parece mentira lo que se mueve por Internet”, dice Alejandro. “¡La peña de los conciertos se sabía las letras de las canciones!”. Pero además, gracias a la Red, La Colazione los metió en un recopilatorio de bandas underground. Y, de ahí, un concierto en la FNAC, que fue el pistoletazo para que Sones (cooperativa dedicada al mercado musical) les propusiera grabar un disco. Así nació Ortopedias Bonitas, un título en sintonía con toda la ironía, el surrealismo y el humor que contiene.
“Lo que decimos en las canciones es que lo mal que se llega a pasar por amor es absurdo, porque el mundo sigue. Somos optimistas”, explica el cantante. Le cantan al día a día sin esconder nada. Pero nada de nada... Si no, no se entenderían las referencias íntimas a fracasos: No doy la talla es el título de una de sus canciones. “Sí, es verdad –admite M.A. sin pelos en la lengua–, no dar la talla en el momento culmen le pasa a todo el mundo, pero lo ocultan. Yo no. Es cómico, una crítica al macho dominante. Digo en la letra que nunca podré igualar tu vibrador. Ningún hombre lo logrará”.
Más ironías del disco: el vídeo de El cartero, en el que convierten el asesinato de Kennedy en un crimen pasional. “Tratamos de quitarle hierro a acontecimientos importantes, desde el asesinato de Kennedy hasta la muerte de Chanquete”, dice M.A.
Sin complejos
El disco no les ha cambiado. “Somos Manos de topo y no tenemos talento”, proclama con humor Alejandro. “No engañamos a nadie y hay gente a la que le gustamos, por mucho que otros se indignen. Se toman la música demasiado en serio. No creemos que sea necesario dominar a la perfección un instrumento para hacer buenas canciones”.
Tampoco se consideran fanáticos de la música. “A mí me gustaban muchos grupos: desde La Polla Records o Kortatu hasta El Último de la Fila”, dice el teclista, “pero simplemente eso, me gustan. Ahora nos interesan bandas honestas, como nosotros: Carradine, Anticonceptivas, Tarántula...”. Rafa, el batería del grupo, en cambio, sí es un estudioso de la música...
El disco les ha abierto ciudades: “Nunca habría ido, por ejemplo, a Valladolid, o a Burgos”, dice M.A., “y son sitios donde te lo pasas en grande”. ¿Qué pasa, que en Barcelona no os divertís?. “Barcelona se está pasando. Con tanta postal y tanta etiqueta se han cargado la Barcelona del Maquinavaja. Mucho museo y mucha moda, pero creemos que los pakis del Raval, los shawarmas y los cerveceros de madrugada también forman parte de la cultura urbana”, comentan los dos, casi a dúo. “Nos van más los bares de quintosa que los de diseño”, sentencia Alejandro.
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