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Es difícil imaginarse siquiera las condiciones extremas de magnetismo y radiación que reinan en las inmediaciones de Júpiter, pero los científicos e ingenieros de la misión Juno han tenido que hacerlo, basándose en los datos disponibles, para diseñar una sonda capaz de resistirlas. A pesar de todos sus esfuerzos, este sigue siendo el aspecto que más les preocupa, ahora que LA pequeña Juno, que viene a ocupar lo mismo que una cancha de baloncesto, va a intentar el próximo 4 de julio insertarse en la órbita del planeta gigante para iniciar su campaña de observación.
Para estimular el interés popular la NASA ha previsto que la cámara de luz visible de la nave tome las imágenes que más interesen a los que sigan la misión desde todo el mundo a través de su web. Dentro de Juno van también tres figuritas de aluminio de Lego como guiño al público infantil.
Juno, que fue lanzada hace ya cinco años, y en el que participan investigadores europeos, de Dinamarca e Italia, llega a Júpiter para, entre otras cosas observar de cerca los polos, tan desconocidos, ya que nunca ha habido una sonda en órbita polar alrededor del planeta. La sonda Galileo estudió Júpiter durante años desde más lejos y proporcionó numerosos datos, pero el planeta guarda todavía muchos secretos.
“No sabemos cómo se formó, qué fue lo que pasó que permitió que se empezaran a formar los planetas en el Sistema Solar”, explicó Scott Bolton, director científico de la misión, hace unos días. “Júpiter es parecido al Sol en su composición pero está enriquecido en elementos pesados, que están presentes también en la Tierra. Parece un planeta gaseoso, pero queremos saber si tiene un núcleo rocoso y esto lo va a investigar Juno”. Tampoco se conoce mucho sobre el campo gravitatorio ni sobre la profundidad de las nubes, como las de la tormenta permanente conocida como La Gran Mancha Roja.
Una vez en órbita de Júpiter, Juno hará en los próximos meses hasta 37 maniobras de aproximación a la superficie nubosa del planeta, pasando por encima de los polos para observar las auroras, que son las más fuertes del Sistema Solar. Se acercará a poco más de 4.500 kilómetros de las nubes. El récord de aproximación anterior lo tiene la pequeña Pioneer 11, que en 1974 se acercó a una distancia 10 veces mayor.
“La radiación es la más intensa que existe en el Sistema Solar, por el potente campo magnético, que rodea el planeta de electrones, protones e iones que viajan a casi la velocidad de la luz”, señala la especialista Heidi Becker. “La órbita polar protege algo de la radiación pero luego Juno tendrá que atravesar zonas peligrosas durante sus maniobras”. Por eso, el ordenador central y los instrumentos van provistos de protección extra, una cámara acorazada de titanio que retrasará pero no impedirá la degradación de los instrumentos por la invasión de los electrones de mayor energía. Se espera que la cámara permita a Juno sobrevivir durante los 20 meses programados para sus observaciones.
“La órbita polar protege algo de la radiación pero luego Juno tendrá que atravesar zonas peligrosas durante sus maniobras”
Entre estos instrumentos de observación está una cámara y espectrómetro construida en Italia. “Observará las auroras en infrarrojo”, señala Alberto Adriani. También va un radiómetro de microondas para penetrar las nubes y cuantificar la abundancia de agua en Júpiter, el planeta que contiene la mayor cantidad de agua del Sistema Solar. Esta agua procede del hielo en el que supuestamente viajaron los elementos más pesados que el hidrógeno y el helio (los más abundantes en Júpiter), como el carbono, el azufre, el nitrógeno y el oxígeno.
Rick Nybakken, director de la misión en el Jet Propulsion Laboratory, explica que el diseño de la sonda se basa en conseguir la mayor eficiencia, ya que los paneles solares que despliega tienen que obtener suficiente energía del muy lejano Sol para que los instrumentos puedan funcionar.
“Es el planeta más extremo, con el campo magnético más fuerte, la radiación más intensa y la velocidad de giro más alta. El riesgo está claro”, resume Bolton sobre la etapa que se inicia el 4 julio con el encendido del motor principal de Juno durante 35 segundos para reducir su velocidad y permitir su captura por el campo gravitatorio de Júpiter. A pesar de su gran tamaño, Júpiter da una vuelta sobre sí mismo cada 10 horas, una velocidad de rotación tan alta que es solo uno de los obstáculos para que Juno consiga su principal objetivo, comprender mejor la formación, evolución y estructura del gigante planeta, al que quizás le falta poco para que se le quite, al menos parcialmente, el adjetivo gaseoso.
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