Este artículo se publicó hace 6 años.
ITEREl mayor proyecto del mundo para obtener energía alcanza su ecuador
Ya se ha completado la mitad del gigantesco reactor experimental de fusión ITER, en el que participan todas las grandes potencias.
Malen Ruiz de Elvira
Madrid-
De un plácido paisaje de la Provenza francesa al atareadísimo escenario en el que se construye el gigantesco reactor de fusión nuclear ITER, el mayor proyecto de ciencia e ingeniería de la historia, que pretende demostrar que es posible obtener energía por el mismo proceso que funciona en las estrellas. Así ha transformado en pocos años la región cercana a Aix-en-Provence un proyecto que acaba de pasar el ecuador de su construcción, como han anunciado sus responsables.
Es una apuesta arriesgada y a largo plazo, pero también es muy importante lo que se juega, y por ello participan en la iniciativa todas las potencias mundiales, a pesar de sus muchos desacuerdos en otros campos. Figuran como socios del ITER la Unión Europea (y, por tanto, España), Japón, Rusia, China, Estados Unidos, Corea del Sur e India. Se trata de obtener energía eléctrica del calor producido por la fusión del hidrógeno, un combustible inagotable, en un proceso sin emisiones que contribuyan al cambio climático y con pocos residuos radiactivos. En Madrid, por ejemplo, bastaría con una sola planta de fusión de 2.000 megavatios para cubrir sus necesidades energéticas.
Se considera que ITER es el proyecto científico más complejo de la historia y eso nadie lo pone en duda, porque cada uno de los socios está fabricando en su territorio partes de la máquina, que luego se tienen que ensamblar en la sede en Francia, en una parcela de 42 hectáreas. En total, se calcula que el conjunto del ITER constará de 10 millones de elementos.
La noticia ahora es que en diciembre se consideró completado el 50% del total del trabajo de construcción necesario para el primer ensayo, llamado El Primer Plasma. Este ensayo está previsto para diciembre de 2025 e inaugurará los intentos de operar la compleja máquina, que es un reactor tipo tokamak en cuyo interior se calentará el hidrógeno (deuterio y tritio) hasta los 150 millones de grados, una temperatura diez veces superior a la del núcleo del Sol. A esa temperatura el combustible estará en forma de plasma, el cuarto estado de la materia y se producirían 500 megavatios de potencia térmica.
El director general del ITER es el francés Bernard Bigot y ha señalado con motivo de este hito en la construcción que las apuestas son muy altas. “Cuando probemos que la fusión es una fuente de energía viable, con el tiempo reemplazará la quema de combustibles fósiles, que son no renovables y no sostenibles. La fusión complementará la energía eólica, la solar y otras formas de energía renovable”.
¿Optimismo o realismo? Después de 10 años de grandes dificultades, incluidos retrasos y sobrecostes, el proyecto parece ahora bien encarrilado, lo cual no quiere decir que sea un éxito a medio plazo. Su propia complejidad echa para atrás, pero quien no juega no gana. “Ningún país podría hacer esto por sí mismo. Todos estamos aprendiendo de todos, para el beneficio mutuo del mundo entero”, dice también Bigot.
En el vocabulario del ITER, la construcción incluye el diseño, la fabricación de los componentes, la construcción de los edificios, el transporte y entrega, el montaje y la instalación. Todo ello está cambiando el panorama mundial de algunos productos. Para citar un único aunque muy importante ejemplo, el de los grandes imanes superconductores que trabajarán a 269 grados bajo cero y contendrán y controlarán el plasma en el reactor ITER, entre 2008 y 2015 se concertaron nueve suministradores de distintos países para fabricar más de 100.000 kilómetros de los cables superconductores de niobio y estaño que se enrollan en la estructura toroidal de los imanes. Antes del ITER se producían solo 15 toneladas anuales en todo el mundo de estos cables, y este único pedido supuso más de 500 toneladas en total.
Eso no quiere decir que no sigan las dificultades. Europa, a pesar de la crisis, continúa costeando el 45% del proyecto, pero el Brexit dificultará la cooperación con Reino Unido, a pesar de quiere prolongar su participación. Por otra parte, Estados Unidos parece estar siempre con un pie fuera, sea quien sea el presidente del país, debido a que la participación se discute cada año en la aprobación anual de los presupuestos. Lo último respecto a EE UU es un informe de las academias nacionales de Ciencia, Ingeniería y Medicina totalmente favorable a permanecer en el ITER debido, entre otras cosas, a que en ese país apenas se realiza ahora investigación sobre fusión nuclear.
El coste total del proyecto se estima en la actualidad en unos 18.000 millones de euros, pero más del 80% de esa inversión lo contribuyen los socios en forma de componentes que construye en su mayor parte su propia industria, lo que quiere decir que es una forma de financiar el desarrollo industrial y científico de los países implicados. Las empresas participantes, entre las que hay varias españolas, adquieren así nuevos conocimientos y experiencia en campos de gran importancia industrial, como la ciencia de materiales, la criogenia o la robótica, que dan lugar a aplicaciones innovadoras en áreas distintas de la energética. Es una inversión que se considera muy rentable a medio y largo plazo pero que, como siempre sucede en la política a corto plazo, se encuentra muchas veces en la cuerda floja por la tentación de recortar los gastos.
El proyecto ITER incluye entre sus actividades un amplio programa de información y difusión, en parte porque no deja de ser una instalación nuclear. Para permitir que cualquier persona interesada lo conozca de cerca, existe un programa de visitas.
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