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Investigadores a la carrera

La situación de los jóvenes científicos ha mejorado, aunque aún quedan pendientes el aumento de sus condiciones laborales y la estabilización de un itinerario profesional

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Un reciente editorial de Nature elogiaba las buenas perspectivas de la ciencia española, pero destacaba que este flamante avance aún pisa una peligrosa piel de plátano; la gestión de los recursos humanos, apuntaba la revista, aún no ha logrado encajar un necesario modelo de carrera investigadora, que debe ser flexible y dinámico, en un sistema predominantemente funcionarial.

En la base de la pirámide humana de la ciencia están los investigadores jóvenes. Predoctorales y, sobre todo, postdoctorales no son simples manos, sino también cerebros de sus proyectos. “No somos bichos raros, sino trabajadores”, advierte el químico de materiales Ignacio Segura, portavoz de la Federación de Jóvenes Investigadores, un colectivo con unos 1.500 asociados que lleva ocho años agrupando las demandas del escalón más débil de la ciencia, bajo el lema “ningún investigador sin contrato”.

De becarios a trabajadores
Hace una década, un becario predoctoral cobraba menos de 100.000 pesetas al mes (600 euros), con exigencia de exclusividad, pero sin cobertura de riesgos laborales o prestaciones sociales. El Estatuto del Personal Investigador en Formación, aprobado en 2006, ha logrado que los becarios dispongan de Seguridad Social desde el principio, además de contratos laborales a partir del tercer año (de los cuatro que suele durar una tesis). Por su parte, las mejoras presupuestarias –en la legislatura que concluye se ha duplicado la inversión en I+D– han permitido que los salarios superen los 1.100 euros mensuales brutos. “Las cosas han mejorado mucho”, admite Segura, “pero no dejan de ser parches”, critica.

A la reivindicación de contratos desde el primer año se une una preocupación común para predoctorales y postdoctorales; como destacaba Nature, la necesidad de un itinerario profesional del investigador que proporcione estabilidad a los jóvenes científicos. “Sólo pedimos que se estabilice al que vale, y al que no vale, no”, reclama José Requejo, biofísico y vicepresidente de la Asociación Nacional de Investigadores Ramón y Cajal.

Este programa concede contratos de reincorporación de poco más de 30.000 euros anuales –normalmente menos de lo que cobraban fuera– a doctores que han trabajado al menos dos años en el extranjero. Los postdoctorales tienen cinco años cubiertos; “después, la institución está obligada a crear una plaza”, explica Requejo. Aunque esta plaza puede estar abierta, “en el CSIC se alcanza un 80% de estabilización, que aumenta a un 92% en las universidades”, dice el portavoz de los Cajal.

Trabajo antes que sueldo
El horizonte de los jóvenes investigadores es hoy más nítido de lo que ha sido nunca, pero aún se difumina alrededor de la edad de plenitud profesional, los 40 años, y las ayudas para investigar son todavía escasas. “Podemos parecer idiotas, pero nos importa más el dinero para trabajar que nuestro propio sueldo”, concluye Requejo.

En fechas recientes, el secretario de Estado de Universidades e Investigación, Miguel Ángel Quintanilla, insistió en que la estabilidad de los científicos jóvenes es una prioridad en la política científica española. Fuentes del Ministerio de Educación y Ciencia informan a Público de que, si el PSOE renueva su mandato en las elecciones generales del próximo domingo, se concretará “el aumento de las retribuciones en los primeros años de la formación del personal investigador hasta los 1.400 y 1.700 euros”.

La mismas fuentes añaden que se diseñará “una carrera profesional para los investigadores repartida en cuatro tramos: doctorado, postdoctorado, consolidación y culminación, de forma que las dos primeras no superen los ocho años y la etapa de consolidación permita el acceso rápido a un puesto permanente”. En todo ello jugará un papel esencial la futura agencia de evaluación de la investigación, un instrumento de aseguramiento de la calidad que Nature señalaba también en su editorial como necesario.

Seguridad social
Antiguamente, los becarios predoctorales carecían de cualquier prestación social, con excepción de un seguro sanitario privado. Hoy disfrutan de Seguridad Social desde el mismo inicio de su periodo de beca.

Contratación al tercer año
En el ámbito estatal, transcurridos los dos primeros años de beca ésta se sustituye por un contrato laboral (fórmula 2+2). En las comunidades autónomas hay situaciones particulares. En algunos casos se ofrece una fórmula 1+3 o incluso el 0+4.

Programas de reincorporación
El programa Ramón y Cajal inauguró el primer paso hacia la instauración de un modelo de carrera científica profesional para reincorporar a investigadores postdoctorales en el extranjero. Establece contratos a cinco años, al término de los cuales se puede optar a una plaza. Con posterioridad se han añadido otros programas, como el Juan de la Cierva, el Torres Quevedo o el I3.

Contrato el primer año
La FJI reivindica la regulación de contratos desde el inicio de la actividad investigadora, extendiéndolo a los dos primeros años de tesis doctoral.

Carrera profesional
FJI y ANIRC piden que se defina un modelo completo de itinerario de carrera, para que la marcha de los doctores al extranjero sea opcional y se ofrezca continuidad. Todo ello, siempre en función de un sistema de evaluación que acredite la calidad del trabajo del investigador. Piden además el apoyo de los organismos para dirigir sus propios grupos de investigación.

Medios y pacto de estado
La FJI y la ANIRC aplauden el aumento presupuestario en I+D+I, pero piden que las cifras excluyan las partidas de investigación militar y créditos a empresas. Quieren, antes que más ingresos, más dinero para investigar, y que un pacto de Estado libere la política científica de la alternancia de partidos.

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