Este artículo se publicó hace 7 años.
María José Alonso Fernández"Es increíble que el Gobierno español no invierta en investigación"
María José Alonso, catedrática de Farmacia de la Universidade de Santiago y una de las mayores expertas mundiales en tecnología farmacéutica, es la primera mujer en España que ha ingresado en la Academia Nacional de Medicina de EEUU.
Madrid--Actualizado a
El currículo de María José Alonso Fernández (Carrizo de la Ribera, León, 1959) apabulla. En una línea, ella es una de las mayores expertas mundiales en tecnología farmacéutica. Pero si buceamos en su cronología académica nos encontramos con una catedrática de Farmacia de la Universidade de Santiago de Compostela que ha participado en más de un centenar de investigaciones, algunas de ellas financiadas por la Organización Mundial de la Salud, la Comisión Europea o la Fundación Bill and Melinda Gates.
Paradójicamente, su campo específico no es tan vasto como su expediente y escapa al ojo del profano: los nanofármacos o, si lo prefieren, el uso de la nanotecnología para la liberación de medicamentos. O sea, Alonso incluye el principio activo en una partícula, que lo guía hasta el lugar exacto que quiere tratar, de modo que aumenta su efectividad y reduce los efectos secundarios. Digamos que la investigadora hace más inteligentes los fármacos para que superen las barreras biológicas. Así, tras pasar por sus manos, consiguen apuntar a las células malignas sin causar daños a las benignas.
Más difícil todavía: en su lucha contra el cáncer, se esfuerza para que esas partículas no sólo ataquen a las células tumorales, sino también a las metastásicas, evitando así que se extienda la enfermedad. Además, trata de diseñar medicamentos que puedan ser administrados por vía nasal u oral, lo que posibilita prescindir de las inyecciones, fuente de contagio de enfermedades en países emergentes y en desarrollo. Los Gates, por ejemplo, la apoyan para que encuentre una vacuna contra el sida que penetre a través de las mucosas de la nariz, explica en esta entrevista telefónica.
Directora de un laboratorio perteneciente al Centro de Investigación en Medicina Molecular y Enfermedades Crónicas (CiMUS), se ha interesado por el tratamiento de la diabetes, la obesidad, las enfermedades de la piel o el cáncer de pulmón y de páncreas. Asimismo, ha compatibilizado la investigación con la docencia —es profesora de Biofarmacia y Tecnología Farmacéutica— y con la gestión académica, ya que ha ejercido como vicerrectora de Investigación e Innovación de la Universidade de Santiago, donde también impulsó el aplaudido proyecto Campus Vida.
"El nivel de desarrollo de los países está en concordancia con el nivel de inversión en la investigación, la innovación y el emprendimiento"
Los premios, menciones y reconocimientos recibidos ocuparían tanto espacio que basta mentar su último hito: el ingreso en la Academia Nacional de Medicina de Estados Unidos tras una nominación avalada por los profesores Patrick Couvreur, de la Universidad de París Sur, y Robert Langer, del Instituto Tecnológico de Massachussets.
Alonso pasó por ambos centros tras estudiar en Santiago, adonde regresó para convertirse en una eminencia en su especialidad. Lo atestigua su entrada —anunciada en 2016, aunque la ceremonia tuvo lugar el pasado 14 de octubre en Washington— en la prestigiosa institución norteamericana, que hasta ahora sólo contaba con otro miembro perteneciente a una universidad española.
Usted no para de trabajar y acumular honores, pero algunos de sus amigos siguen sin saber a ciencia cierta a qué se dedica. ¿Cómo se lo explicaría a un desconocido?
Investigo en el ámbito científico de la nanomedicina. Básicamente, nuestro trabajo tiene como objetivo resolver problemas de fármacos ya comercializados o desarrollar nuevos fármacos innovadores. ¿Cómo lo hacemos? Con ayuda de la nanotecnología. Incluimos la molécula activa en nanopartículas que van a ayudar al fármaco a superar barreras biológicas, es decir, a hacerlo más inteligente.
"A medida que las mujeres vamos accediendo a cargos de responsabilidad, aumentan los niveles de reconocimiento"
Los fármacos, en general, no saben muy bien a dónde tienen que ir y se distribuyen por todo el organismo. Además, a veces se degradan antes de tiempo o no cumplen su función tan bien como nos gustaría. Por eso, nosotros intentamos ayudar a que el fármaco ejerza su función, incluyéndolo en un vehículo transportador, que son las nanopartículas.
El objetivo es que los fármacos sean más eficaces y menos dañinos. Por ello, se ha centrado en los más tóxicos, como algunos que combaten el cáncer, ¿no?
Efectivamente. La nanotecnología puede ser de interés en cualquier ámbito terapéutico, pero puede aportar más donde hay mayores problemas con los tratamientos. En el tratamiento del cáncer, se administran fármacos cuya eficacia es frecuentemente baja y además llevan asociados efectos sistémicos muy potentes. Con la nanotecnología pretendemos, incluyendo el fármaco en un nanotransportador, dirigir el fármaco a la diana. Es decir, que no se pierda por el camino, evitando así efectos sistémicos no deseados en otros órganos.
Más allá de las células tumorales, pretenden llegar a las células metastásicas para evitar que se extienda la enfermedad. ¿Hay un plazo para lograrlo? ¿Está a la vista?
Aquí no hay plazo. Estamos en un punto muy preliminar, en el que hemos realizado pruebas de concepto en animales de experimentación, pero la posibilidad de extrapolar el resultado a un ser humano es totalmente impredecible, por lo que no se puede hablar de años. En cualquier caso, cuando partimos de fármacos ya comercializados, y los mejoramos, el tiempo de desarrollo del nanomedicamento puede ser muy inferior al de un nuevo fármaco, pudiendo este tiempo oscilar entre cinco y diez años.
¿Los premios y reconocimientos hacen justicia a las décadas de esfuerzo o todavía sigue siendo un trabajo callado e invisible?
Hemos mejorado mucho en la visibilización de la investigación, así como en su valoración por parte de la sociedad, pero todavía quedan pasos que dar. En España, el número de reconocimientos es muy limitado y no hemos llegado al público general, aunque se está avanzando. En estos momentos, cualquier español reconoce el valor de la investigación. Ahora bien, todavía no se ha reconocido lo suficiente como para que se invierta lo que realmente se merece. La inversión española es muy limitada y, tras los recortes de la crisis, aún no hemos logrado volver a la situación en la que estábamos hace ocho años.
Para lograr avances, ¿cuánto depende de los investigadores y cuánto del Gobierno?
Para nosotros, el reconocimiento que supone formar parte de la Academia Nacional de Medicina de Estados Unidos tiene un valor extraordinario, porque le da a nuestro grupo de investigación una visibilidad en Galicia, en España y en el extranjero. Cuando un compañero es reconocido mundialmente, todos nos alegramos, porque queremos que la ciencia española sea valorada. Algo que no sucede en España desde la perspectiva de la financiación, sin la cual no se puede investigar. Recurrimos a fuentes de financiación a nivel europeo, americano e internacional, porque la mayor parte de nuestros fondos no son de origen español.
¿Por qué el Gobierno no apuesta por la investigación?
Habría que preguntárselo al propio Gobierno, aunque parece increíble que no reconozca el valor de la investigación. Los países desarrollados han llegado a serlo porque invirtieron mucho en investigación e innovación. Si no lo haces, no vas a ser un país desarrollado. El Gobierno dice que sí invierte, pero yo no soy consciente de que lo haya hecho. Se han aplicado rebajas extraordinarias y seguimos estando peor que hace ocho años.
"Si no fuésemos optimistas, no investigaríamos, porque la mayoría de las metas que nos proponemos no van a ser alcanzadas tal y como las planteamos"
¿Por qué no apuesta por la investigación? Porque considerará que no es algo prioritario, entiendo yo... No tengo una respuesta a esa pregunta porque, para mí, es algo incomprensible. El esfuerzo que hace Galicia es muy significativo en comparación con el del Gobierno central. Concretamente, en innovación y emprendimiento, Galicia está haciendo una apuesta interesante.
¿Cree que, si España sigue sin invertir lo suficiente en investigación, se descolgará en el futuro de los países más desarrollados?
La respuesta es obvia. Basta observar los países desarrollados y el porcentaje del PIB que destinan a la investigación. La relación es directa: claramente, el nivel de desarrollo de los países está en concordancia con el nivel de inversión en la investigación, la innovación y el emprendimiento.
Usted incluso defiende que, en época de crisis, las administraciones deberían impulsar la investigación y no recortar la inversión.
Al menos habría que hacer un gran esfuerzo por mantenerla. Reducir la inversión ahora sólo nos puede llevar a una situación peor en el futuro.
Usted se inició en la nanotecnología aplicada al desarrollo de medicamentos durante un posgrado en la Universidad de París Sur y, ya con plaza de profesora en Santiago, trabajó en el Instituto Tecnológico de Massachussets porque pensaba que debía seguir aprendiendo. Se fue al extranjero, pero volvió. ¿Ha valido la pena?
Estoy satisfecha. Desde que volví de Estados Unidos hace veinticinco años, todo ha ido a mejor. He visto cómo se construía un laboratorio y cómo el país ha ido mejorando y apostando por la investigación, aunque fuera en unas condiciones inferiores a las de los otros países en los que trabajé. Cuando las cosas van a mejor, una se mantiene optimista e ilusionada. El problema surge cuando ves que esto se cae… Y ahora cuesta mucho mantener el laboratorio y encontrar financiación.
Yo no me arrepiento de haber vuelto, porque espero que esto se recupere, si bien es cierto que hemos sobrevivido gracias a la financiación extranjera. No me gusta decir que estamos desalentados, porque los investigadores debemos ser optimistas por naturaleza.
"Seguimos trabajando a pesar de los salarios precarios, de hacer un esfuerzo denonado y de que nos rechacen proyectos por falta de inversión. Es difícil desmoralizarnos, aunque la situación es bastante lamentable"
Si no lo fuésemos, no investigaríamos, porque la mayoría de las metas que nos proponemos no van a ser alcanzadas tal y como originalmente las planteamos. Y también ocurre que, en ese camino, logramos alcanzar alguna meta que no nos habíamos planteado previamente. Sin embargo, seguimos trabajando, a pesar de los salarios precarios, de hacer un esfuerzo denonado y de que te rechacen proyectos de investigación porque no hay suficiente inversión. Es difícil desmoralizarnos, aunque la situación es bastante lamentable.
¿Los recortes han desanimado a los estudiantes? ¿Han evitado los licenciados la investigación y encauzado su carrera fuera de la universidad?
No he percibido una disminución del interés por las tesis doctorales, aunque la mayoría de los investigadores que ya la tienen rápidamente se plantea irse al extranjero. Estamos ofreciendo puestos de trabajo para doctores y nos cuesta bastante identificar a los perfiles que buscamos. Como saben que no hay estabilidad y nuestros contratos tienen una duración determinada, en muchos casos prefieren plantearse su vida en el extranjero, porque saben que aquí no hay futuro a largo plazo.
Una fuga de cerebros y de capital, o sea, del dinero invertido en su formación.
El cerebro es el mayor capital. Sin duda, es una lástima. Al margen del dinero que ha costado su formación, el personal es lo más importante, por lo que deberíamos apostar por él.
¿Dónde están los jóvenes investigadores? ¿Van? ¿Vuelven? ¿O es una sangría?
El personal formado como doctor mayoritariamente se plantea su carrera fuera de España. Es difícil atraer a la gente con proyectos concretos que duran sólo uno o dos años, por lo que optan por irse a Alemania, Reino Unido o Estados Unidos. Es algo que está ocurriendo todos los días.
Por encima, al contar con menos presupuesto, ustedes deben esforzarse más para llevar a cabo una investigación.
La financiación de la que disponemos es muy inferior a la de cualquier estadounidense de mi nivel. Podemos estar hablando de la mitad... Además, en las universidades americanas, cuando uno le dedica mucho tiempo a la investigación, normalmente tiene una reducción de la actividad docente, algo que aquí no se está aplicando. Y eso implica mucho más trabajo, claro.
"La financiación de la que disponemos es muy inferior a la de un estadounidense de mi nivel. Quizás la mitad"
Por otra parte, a Estados Unidos llegan investigadores de todo el mundo incluso con sus propios contratos o becas posdoctorales, por lo que no tienen que invertir en personal. Mientras que aquí, aun ofreciendo contratos, es difícil atraer a la gente.
¿Le frustra que algunas de sus investigaciones no se apliquen clínicamente?
Podría resultar un poco frustrante, pero hay que tener en cuenta que nuestros hallazgos y descubrimientos, plasmados en publicaciones científicas, les sirven a la industria farmacéutica para inspirarse a la hora de desarrollar nuevos medicamentos. Es decir, tienen su utilidad. Obviamente, toda la literatura que generamos mueve la ciencia y es de interés fundamental para la industria farmacéutica, aunque no seamos nosotros quienes desarrollemos posteriormente la investigación.
"Me apasiona trabajar en proyectos de impacto a nivel global, pero cómo no voy a ser sensible al dolor y al sufrimiento de quienes están a mi lado"
En cambio, cuando mis compañeros estadounidenses tienen una idea con posibilidades de uso clínico, normalmente consiguen la financiación y montan una empresa start-up para desarrollar el producto. Aquí es más difícil, aunque tengo que decir que ahora estoy participando en una iniciativa en ese sentido financiada por la Xunta de Galicia.
Usted cree que, para un investigador, es más importante ser citado que el número de artículos científicos. O sea, su influencia o impacto en otros colegas. En todo caso, ¿cuántos ha publicado?
Si hago memoria, 256 artículos, que han recibido unas 13.000 citas.
Cada vez más mujeres desempeñan cargos de responsabilidad y entran en las academias. No habrá sido un camino fácil...
No me he encontrado con trabas por el hecho de ser mujer, por lo que no puedo atribuir a ninguna cuestión de género el hecho de haber llegado más lejos o más cerca. Sin embargo, es cierto que el número de mujeres que accedemos a esos puestos es bajo. Qué duda cabe de que las cosas están cambiando para mejor. Durante el acto de ingreso en la Academia Nacional de Medicina de Estados Unidos, comprobé gratamente que, de los ochenta nuevos miembros, veintiocho somos mujeres.
"Los investigadores con doctorado prefieren irse al extranjero, porque saben que aquí no hay futuro a largo plazo"
Un porcentaje bastante bueno, porque estábamos acostumbrados al 10 o el 20%. La tendencia es similar en la Real Academia Nacional de Farmacia, de modo que aquí también han aumentado las mujeres. A medida que vamos accediendo a cargos de responsabilidad, aumentan los niveles de reconocimiento
¿El futuro está en sus manos?
El futuro del trabajo de cualquier persona está en gran medida en sus manos, pero nunca totalmente. Por mi parte, en el laboratorio seguiremos apostando fuertemente por la investigación porque la vivimos con pasión. Forma parte de nuestras vidas y creemos en lo que hacemos, porque es algo positivo para la sociedad. Sin embargo, ese futuro no está al 100% en nuestras manos, pues no disponemos de la financiación adecuada. Al menos, los reconocimientos nos animan a seguir adelante con nuestra labor investigadora.
Porque un investigador es un inventor del mañana...
Efectivamente.
¿Y le motiva más solucionar problemas de su entorno o globales?
Me motivan ambos ámbitos. Muchas de las enfermedades globales son olvidadas, aunque nosotros sentimos la necesidad moral de actuar contra ellas. Me apasiona trabajar en proyectos de impacto a nivel global, y de hecho ahora estamos trabajando en el desarrollo de una vacuna contra el sida por vía nasal.
"Hay terapias experimentales contra el cáncer que prometen. Lo mejor todavía está por ver"
Ahora bien, cómo no voy a ser sensible al dolor y al sufrimiento que tengo a mi lado. Y, en ese sentido, todos estamos rodeados de gente que sufre y padece cáncer. Eso estimula mucho, porque es palpable en tu familia y en tu entorno, aunque es difícil decir cuál de los dos ámbitos me seduce más.
¿Qué avances veremos en la próxima década? ¿Qué enfermedades se lograrán atajar?
Se están logrando avances muy notables en la lucha contra el cáncer. Hay terapias experimentales que prometen. Por ejemplo, tengo bastantes esperanzas puestas en el mundo de la terapia génica. O sea, en la administración de ácidos nucleicos como fármacos, que de algún modo van a regular las funciones de nuestro organismo. En ese sentido, estamos en un momento muy importante y lo mejor todavía está por ver.
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