Los humanos nacen con la capacidad de aprender cualquier lengua del mundo, distinguir sus sonidos y sus diferencias fonéticas, pero al cumplir casi su primer año de vida esta habilidad se ve limitada por la influencia que el idioma materno tiene en el cerebro del bebé en sus primeros meses de vida.
Éste es una de los puntos de partida del estudio elaborado por un grupo de investigadores, algunos de varias universidades catalanas, que indica que tras sus primeros once meses los bebés empiezan a establecer categorías de sonidos, creando un espacio cognitivo y perceptivo más concreto que reduce su capacidad de aprendizaje.
El estudio ("Narrowing of intersensory speech perception in infancy") ha sido elaborado por Ferran Pons, del departamento de Psicología Básica de la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona; David J. Lewkowicz, de la Florida Atlantic University (EEUU), y Núria Sebastián y Salvador Soto-Faraco, de la Pompeu Fabra, y los laboratorios del Hospital Sant Joan de Déu.
La investigación, enmarcada en el proyecto Brainglot Consolider de neurociencia cognitiva, se ha llevado gracias a la colaboración de padres que facilitaron la participación de sus bebés: una muestra de bebés de ambiente monolingüe de Barcelona (24 bebés de 6 meses y 24 de 11 meses) y otros 24 bebés de 6 meses y 16 de 11 meses de Florida, ha informado hoy la UB.
Los expertos partían de la base de que cada lengua tiene unos sonidos particulares a los que el cerebro del bebé está abierto, con habilidad para percibirlos, aprenderlos y pronunciarlos.
Aunque tradicionalmente el aprendizaje se entendía como una ampliación de la suma de habilidades, muchos científicos defendían la hipótesis de que éste es resultado de una reestructuración o delimitación del espacio perceptivo ("narrowing"), denominador común en la evolución global del desarrollo cognitivo.
"Este estudio es pionero porque incorpora por primera vez el conjunto de estímulos reales que recibe un bebé de su entorno. Queríamos explorar el mundo real en el que están los bebés, porque el mundo no es únicamente visual o acústico, sino que es una combinación de estímulos, y hasta ahora los estudios habían explorado una única modalidad", ha explicado Ferran Pons.
Según los investigadores, los bebés no sólo escuchan palabras, sino que las ven. Perciben la lengua de forma auditiva y visual: ni escuchan sin mirar, ni miran las caras de las personas que les hablan sin escuchar, explica Pons, experto en el estudio de los mecanismos cognitivos para la adquisición y el uso de diferentes idiomas.
Los bebés fueron expuestos a estímulos visuales y auditivos (en concreto, fonemas en lengua inglesa) para estudiar su percepción por los recién nacidos.
La reorganización perceptiva muestra la influencia de la lengua materna en la capacidad de los bebés para captar estímulos auditivos.
"Es el coste de especializarse en su entorno, según sus habilidades cognitivas; con ello pierdes la habilidad de aprender otras cosas. Un coste que es preciso pagar y sería altamente inadaptativo no hacerlo así", añade Pons, quien indica que el bebé deja de hacer una serie de labores porque no las necesita.
A los seis meses, la respuesta de los bebés es "universal", independientemente de su lengua de origen. Así, todos ellos supieron integrar audiovisualmente los fonemas del inglés: eran capaces de percibir la correspondencia entre el sonido del habla y el correspondiente gesto de la cara al pronunciarlo.
Pero a los once meses, el proceso de percepción multisensorial de estímulos fue diferente, más selectivo y más parecido al de los adultos, informan las autores del estudio, que se publica en "Proceedings of the National Academy of Sciences".
Las diferencias frente a los fonemas se aprecian en el grupo de bebés de once meses, concretamente en los de Barcelona. Los bebés que adquirieron más experiencia con su lengua ya no fueron capaces de percibir la correspondencia auditiva y visual de los fonemas del inglés. Habían comenzado su proceso de reorganización perceptiva.
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