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Ulises africanos sin rumbo

Susana Hidalgo

'Llega a Ibiza una patera', reza el titular del telediario y la televisión muestra un grupo de inmigrantes llegando a la playa. Mohamed, pelo rizado y cuerpo de pájaro, levanta la mirada de su partida de billar y da un salto para subir el volumen del aparato. Él, hoy 14 años, pasó en su momento por lo mismo. La televisión también mostró un día las imágenes de Mohamed llegando en un cayuco con un centenar de inmigrantes a las playas de Lanzarote.

De eso hace ya un año, y Mohamed, con otros 13 adolescentes africanos pasa ahora los días en el único centro de acogida de menores inmigrantes (Came) que hay en la isla canaria de La Gomera. Una casa que desde hace un año y tres meses está gestionada por el cabildo de la isla (PSOE) a través de la ONG Movimiento por la Paz. Una cocinera, cuatro educadores, seis cuidadores y el director, Sergio Ginolia, se encargan de los pequeños. Un paraje idílico a cuatro kilómetros de San Sebastián de La Gomera, donde sólo se oye de vez en cuando el kikiriki de un gallo y el sonido de una campana lejana. Los chicos se tumban como lagartijas en la carretera para sentir el calor del asfalto, uno cruza el camino con una bicicleta. Ventajas del aislamiento: los educadores pueden vigilarles mejor y evitan que los menores se metan en líos. Desventajas: aburrimiento adolescente, falta de transporte público y escasos recursos para poder aprender un oficio. Su mayor entretenimiento: ver en el salón con las cortinas corridas el culebrón Chocolate, al que todos confiesan estar enganchados, y en DVD la serie de los setenta Raíces, con el mítico Kunta Kinte, de la que también se declaran fans.
 

Mesa, silla, piña

Del grupo de 14, procedentes de Marruecos, Senegal o Gambia, seis están recién llegados y de momento sólo aprenden español en el centro con los educadores. En un cuaderno, Seku enseña las palabras que ha escrito: 'Mesa, silla, piña, coca cola, La Gomera, culo'. El resto de chicos están escolarizados. Seis en Garantía Social (un programa educativo donde aprenden un oficio) y dos en Educación Secundaria Obligatoria (ESO). Una solución 'insuficiente' para el director del centro, Sergio Ginolia. Primero, porque a Garantía Social sólo pueden ir los de mayores de 16 años y hay chicos de 13 y 14 años que en las clases de ESO se pierden. 'Sería mejor que estuviesen en Garantía Social aprendiendo un oficio que en ESO', reclama Ginolia. Y segundo porque, aún estando en Garantía Social las posibilidades de aprender un oficio en La Gomera se reducen a ser cocinero o mecánico. 'Antes había un módulo para ser camarero pero lo quitaron', se quejan en el centro. A los chicos se lo han intentado explicar: 'Es que la ley educativa es así...'.
Niños con síndrome de Ulises y que viven presionados en sus países de origen por sus familias, que les reclaman que se pongan, ya, a trabajar. Así le pasa a Aliou, que ya ha explicado a su madre, que está en Senegal, que no puede trabajar. Aliou trabajó de niño como panadero en su país hasta conseguir reunir los 400 euros que pagó por el viaje en cayuco. 'Cuando llegué a Canarias llamé a mi madre y le dije: Estoy bien, y ella se puso a llorar. Siempre llora', cuenta este adolescente mientras a su alrededor sus compañeros juegan al futbolín.
Es la hora de la sobremesa y hay un momento de distracción entre las preocupaciones. Los responsables del centro ya han tramitado los permisos de residencia para los chicos porque, si cuando cumplan los 18 años no tienen la documentación, serán deportados. 'El sistema no es justo. Les educamos, intentan aprender un oficio y, si a los 18 no tienen los papeles, se acaba el sueño', afirma Ginolia, que interrumpe la conversación porque uno de los chicos le reclama agua oxigenada para curarse una espinilla de la nariz. Y así todo el día: atención y cariño las 24 horas. Padres, médicos, maestros y amigos. Hasta que cumplan 18 años.

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