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Los socialdemócratas renuevan su cúpula y programa en uno de los congresos más difíciles

EFE

El Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) celebra a partir de mañana, en plena crisis de identidad y popularidad, uno de los congresos más difíciles de los últimos años, en el que renovará su cúpula y aprobará un nuevo programa, el tercero desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Durante tres días, medio millar de delegados debatirán en Hamburgo sobre el rumbo que deberá tomar el partido en la era de la globalización y encorsetado en un gobierno de gran coalición que ha difuminado su perfil político.

El presidente de la formación, Kurt Beck, elegido hace año y medio tras el breve reinado de Matthias Platzeck, se someterá por primera vez a su reelección y el partido aprobará además el denominado "Programa de Hamburgo", las nuevas bases programáticas con las que el SPD quiere adaptarse al mundo globalizado.

Beck llega al congreso fortalecido tras su pugna con el vicecanciller y ministro de Trabajo, el también socialdemócrata Franz Müntefering, sobre las reformas laborales.

Además, todo indica que, superada su crisis de mando hace algunos meses, Beck está determinado a devolver a la socialdemocracia el perfil social que ha ido perdiendo en los últimos años, sobre todo desde que el ex-canciller Gerhard Schröder presentó su Agenda 2010, el programa de reformas socio-económicas mantenido luego por el gobierno de gran coalición.

El primer paso en esa dirección lo dio al proponer dar marcha atrás a algunas de las reformas laborales de la Agenda 2010, programa que él mismo defendió a ultranza antes de convertirse en líder del partido.

Con su cambio de opinión, Beck no ha hecho más que reaccionar como un bombero ante un incendio intentando sofocar una crisis de popularidad que empezó cuando el canciller Gerhard Schröder optó por la llamada "tercera vía" y que se acrecentó a partir de la aprobación de la Agenda 2010 en 2003.

Desde 1998 el SPD ha perdido más de 200.000 afiliados -ahora se ha quedado en algo más de medio millón- y en las encuestas ha bajado de casi el 41 por ciento que obtuvo en las elecciones de 1998 hasta el 28 por ciento la semana pasada.

Esta caída de popularidad se debe en buena parte al descontento de los electores con la política reformista del SPD, pero se ha visto acentuada desde que en 2005 se forjó la gran coalición y la canciller cristianodemócrata, Angela Merkel, imprimió un sello socialdemócrata a su propia política.

Con esta estrategia Merkel se ha ganado el respaldo de ministros socialdemócratas como Müntefering, que hubiera preferido seguir por la actual línea política, sobre todo teniendo en cuenta que está dando frutos en el mercado laboral, y ganarse así poco a poco la confianza de los electores.

Beck, en cambio, tiene la sensación de que no puede esperar, y aunque las elecciones legislativas en principio no deberían celebrarse hasta 2009, para él la campaña ya ha empezado.

Más que ir dirigida contra la CDU de Merkel su gestión de crisis va encaminada a evitar un aún mayor ascenso del que es en realidad su principal rival político, el nuevo partido de La Izquierda, dirigido por el ex-líder socialdemócrata Oskar Lafontaine.

El que llegará a ser candidato socialdemócrata a la cancillería en los años 80 y la era de Helmut Kohl es odiado en su antigua formación por haber "abandonado las tropas", debido a diferencias con Schröder, al poco de asumir el SPD el gobierno con los verdes en 1998.

Desde su fundación este año como producto de la fusión de dos partidos -los pos-comunistas del PDS y el relativamente nuevo WASG, formado por ex-socialdemócratas disidentes como Lafontaine y sindicalistas- La Izquierda se ha ido consolidando como tercera fuerza, con un respaldo de en torno al nueve por ciento, por delante de los liberales y los verdes.

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