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Paul McCartney dice que aún mantiene la ilusión por su trabajo

EFE

El músico británico Paul McCartney, de 65 años, asegura que mantiene la ilusión de hace varias décadas por su trabajo, de manera que, si echa la vista atrás, "antes ser músico era excitante y nuevo. Ahora sólo excitante".

McCartney da esta noche un concierto en la mítica sala Olympia de París, donde en 1964 actuó con The Beatles en una serie de galas en las que tenían como socios de escenario a Trini López o Sylvie Vartan.

Cuando, tras una larga espera, más de un centenar de periodistas de todo el mundo son autorizados a entrar al final de la prueba de sonido, McCartney y su banda les reciben a los sones de "Let it be".

Luego, "Lady Madonna", otro clásico de la banda de Liverpool, pone fin al ensayo y, antes de retirarse unos minutos antes de someterse a las preguntas de la prensa, McCartney filma a los informadores con una vídeo-cámara y les hace una reverencia.

El retraso con el que se ha desarrollado toda la sesión de prueba hace que la rueda de prensa sea corta y desigual: los periodistas están en el patio de butacas y el músico de pie sobre el escenario, el que ha dominado durante décadas y desde el que desgrana simpatía y deja la imagen de "niño bueno" que ha tenido siempre, aunque ahora sea un feliz abuelo.

Lo que no cambia es su interés por su trabajo: "Me gusta lo que hago, amo la música", dice el bajista, que hace unos meses sacó un enésimo álbum, llamado "Memory almost full".

La razón de ese título hay que encontrarla en su teléfono móvil, siempre lleno de mensajes y en el que aparece a veces el de que la memoria está casi llena.

"Es un símbolo del mundo de hoy, de lo rápida que va la vida, de la cantidad de información que tenemos que ir borrando de la memoria para seguir viviendo", afirma el cantante británico.

Ignora si lo que vive ahora como músico es mejor que lo de décadas atrás y se limita a decir que "es diferente", pero deja claro que mantiene su deseo de seguir adelante mientras tenga vivencias y situaciones de las que poder hablar en sus canciones.

Sin modestia alguna admite que le gusta el éxito y gozar del afecto de sus seguidores, como los que esta noche llenarán el Olympia, una sala de 2.000 plazas.

Decenas de personas ha pasado la noche a la intemperie para comprar las entradas, que sólo salían a la venta antes de mediodía de hoy, en medio de grandes controles para evitar la reventa.

Constatar que todavía tiene "tirón" entre todo tipo de público es un motivo de satisfacción para el artista, que reconoce que, en lo referente a las nuevas generaciones, "el problema es presentarles la música" que hace, ante la cantidad de sonidos variados que reciben.

Tras la separación de The Beatles, McCartney creó The Wings y entonces tuvo el deseo de cortar con la etapa anterior, pero admite que pasado ese momento de descompresión, goza con la música que generó el cuarteto de Liverpool.

"Ha sido un orgullo haber estado en uno de los más grandes grupos británicos", afirma "Sir" Paul, quien desde su atalaya de consagrado se muestra algo crítico con las multinacionales, por considerar que a veces no dedican al artista toda la atención que merece.

Esa condición de "monstruo sagrado" de la música no preocupa a McCartney, quien no obstante señala que es "extraño" que objetos suyos sean piezas de museo o que casas en las que ha vivido sean objeto de interés por personas anónimas.

La rueda de prensa termina y más de uno se queda con una pregunta en la boca, porque los tabloides británicos (y no sólo) se ocupan ampliamente desde hace tiempo de las difíciles negociaciones para el acuerdo de divorcio del músico de su segunda esposa, Heather Mills.

En los breves minutos de reposo entre el ensayo y la comparecencia ante la prensa, un colaborador ha advertido a los periodistas de que "sólo son bienvenidas las preguntas sobre temas musicales".

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