Este artículo se publicó hace 9 años.
Un 'mar de luces' contra la política penitenciaria del PP
Una multitudinaria movilización en Bilbao reclama el acercamiento de los presos a cárceles vascas. Sólo los gritos contra la dispersión rompieron el silencio de la marcha
-Actualizado a
BILBAO.- Las furgonetas Mirentxin conocen, como pocas, las carreteras de España. Cada fin de semana, sus conductores voluntarios llevan a los familiares de presos abertzales hasta las cárceles de diferentes puntos del Estado. No siempre son viajes tranquilos: más de una vez han sido apedreadas por “espontáneos” de ultraderecha. Este sábado, las Mirentxin hicieron el recorrido más corto, y a la vez más aplaudido, de sus vidas: 10 furgonetas y decenas de miles de personas tomaron parte en una multitudinaria movilización contra la dispersión en las calles de Bilbao.
Tal como ya había adelantado la plataforma ciudadana Sare, no hubo pancartas ni consignas. “No hacen falta: aquí hay gente de diferentes sensibilidades”, comentó a Público uno de los tantos manifestantes que llegaron a Bilbao en alguno de los 300 autobuses que fueron contratados para el evento. Siguiendo el guión previsto, el protagonismo recayó en los familiares de presos, que estuvieron al frente de las dos columnas que sobre las 17.45 salieron desde el Ayuntamiento y desde el parque de La Casilla.
La manifestación, para la que se habían acreditado 150 periodistas, transcurrió en absoluta normalidad. Poco y nada se parecía al escenario del año pasado, cuando la Audiencia Nacional ilegalizó el acto convocado por otra plataforma, Tantaz Tanta, lo que dio lugar a una inédita manifestación conjunta a favor de los derechos humanos, convocada principalmente por partidos y sindicatos nacionalistas.
En el caso del acto de este año, sólo el presidente de la asociación Dignidad y Justicia, Daniel Portero, se animó a soñar con el fantasma de la ilegalización. “Los batasunos estáis nerviosos porque nadie ha pedido suspender la manifa de los terroristas de ETA de mañana?? Todo a su debido momento”, escribió el viernes en su cuenta de Twitter. En realidad, Portero estaba más ocupado en responder al aluvión de críticas por su denuncia contra el cómico Facu Díaz, al que ha llevado a los tribunales por su ya célebre sketch sobre la disolución del PP en el programa La Tuerka.
Rafael Larretxea: "La política del ‘todo es ETA’ por la que se condenó a mucha gente ha calado muy hondo en la opinión pública española"
“Castigo añadido”
Sin advertencias serias de prohibición a la vista, los promotores de la marcha se dedicaron a mover por las redes sociales el hashtag bilingüe #NowEuskalHerrira, mitad en inglés y mitad en euskera, para expresar el lema central de la jornada: "Ahora a EuskalHerria". La propaganda dio sus frutos: antes de que el sol se ocultase, el recorrido de la manifestación ya estaba repleto de gente.
El silencio fue interrumpido a lo largo del recorrido en varias ocasiones, aunque siempre con un mismo grito: "Euskal presoak, Etxera! (los presos vascos, a casa). “Los presos ya están privados de libertad, pero con la dispersión se busca un castigo añadido: tenerles lejos de su entorno afectivo”, aseguró a este diario una de las portavoces habituales de Etxerat, Jone Artola. Hace cuatro meses, esta bilbaína protagonizó un grave accidente de tráfico cuando regresaba de visitar a su hijo Ugaitz, preso en la cárcel de Alboccaser (Alicante) bajo la acusación de cometer actos de kale borroka. Tras chocar contra otro vehículo siniestrado, Artola, que viajaba en la parte trasera del coche, sufrió varias heridas, principalmente en uno de sus brazos. "Desde entonces no he podido volver a visitar a Ugaitz. Eso es lo que más me duele", comenta.
Al igual que los demás familiares de presos, Artola realizó el recorrido de la manifestación con su pañuelo blanco al cuello, uno de los sellos de identidad de los familiares de presos de ETA y de otras organizaciones de la izquierda independentista vasca. A pocos pasos suyos venía Mayi Ugartemendia. “Mi hijo está en la cárcel de Jaén. Cuando vamos a verle, son ocho horas de viaje para una visita de 40 minutos, siempre detrás de un cristal”, señala.
Siguiendo las instrucciones de la organización, los familiares no se detuvieron ni un solo momento en su recorrido. El objetivo, indicaron los organizadores, era “no romper el ritmo”. “Lo que sí hay que romper es el cerco informativo que seguimos sufriendo los familiares”, afirma Rafael Larretxea, padre de un preso de Herrera de la Mancha. “La política del ‘todo es ETA’, por la que se condenó a mucha gente –continúa-, ha calado muy hondo en la opinión pública española, y a nosotros también nos meten en ese círculo”.
Luces en la noche
El acto, que algunos medios próximos al Gobierno del PP habían llegado a calificar como "liturgia abertzale", acabó con una colorida demostración de fuerza en pleno corazón de Bilbao. Tras la intervención de dos representantes de los familiares de presos, el público recibió una instrucción muy precisa: “Ahora mostraremos al mundo que lo tenemos claro”. En ese momento, los participantes que se agolpaban en las calles comenzaron a agitar unos pequeños soportes lumínicos, lo que provocó una catarata de luces.
“El acto de hoy nos permite cargar pilas, porque sabemos que esto va para largo”, comentó a este periódico otro familiar de presos, José Ángel Aramendi. No le falta razón: tres años y tres meses después del cese definitivo de la violencia anunciado por ETA, el Gobierno de Rajoy no ha mostrado el más mínimo interés en modificar su política penitenciaria. Precisamente por eso, desde los altavoces colocados a lo largo del recorrido se escuchó una consigna muy clara: “No lo consiguieron y no lo conseguirán. Vamos a seguir visitando a nuestros familiares presos”.
Algunos minutos antes, el cantante Fermin Muguruza había leído una nota en la que se resaltaba que “por ley, a los presos vascos les corresponde estar en Euskal Herria”. Entonces se volvieron a oír aplausos. Tampoco faltaron las lágrimas. “Hator, hator Euskadira, hator, hator Etxera” (ven a Euskadi, ven a casa), cantaron miles de gargantas, siguiendo el ritmo de una vieja canción vasca. Para entonces, la calle Autonomía de Bilbao -testigo de cientos de manifestaciones en los años más duros- se había convertido en un mar de luces.
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