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Fernando Arrabal dice que le gustaría que se le otorgara "el título de santo civil"

EFE

Tan polifacético como acostumbrado a recibir premios por sus múltiples creaciones, el escritor español Fernando Arrabal confiesa que el título que persigue es el de "santo civil".

"El premio que me gustaría recibir es un premio que no se da. Me gustaría que se me otorgara el título de santo civil, de santo pagano", explica Arrabal (Melilla, 1932) en una entrevista con Efe en Londres, donde anoche asistió a la representación de "Cementerio de Automóviles", una de sus obras de teatro más aclamadas.

"Es como una charlotada eso de los premios, como una lotería de Babilonia. Se me han dado los más prestigiosos y creo que el Nobel, que es el único que me falta, es otra lotería", añade.

El dramaturgo relaciona ese título de "santo civil" con sus vivencias personales, sobre todo, las que acaecieron tras la muerte de su padre, un militar de carrera fiel a la Segunda República y opuesto al golpe militar del 18 de julio de 1936.

"Desde que el bando franquista condenó a muerte a mi padre a principios de la Guerra (Civil, 1936-1939), he estado siempre rodeado de personas curiosas que me han formado, por ejemplo la monja que me acogió siendo el hijo de un hombre que, según ella, había quemado iglesias y violado a monjas", apunta Arrabal.

Este episodio que tiene tan presente el poeta no impide que Arrabal, que reside en París desde 1955, se mantenga alejado de la polémica surgida en torno a la Ley de Memoria Histórica, recientemente aprobada en el Parlamento español con la oposición del Partido Popular (PP) y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC).

"Estoy desconectado completamente de España. Hasta ahora he hablado muy poco de la política española y debo llevar como 15 años sin hacerlo. Me interesa mucho más la literatura y la ciencia, ya que estamos viviendo un momento muy interesante en estos campos. Sería una pena que me dedicara a hablar de política", incide.

Arrabal cita el ensayo "Carta al general Franco" (1978) como una de sus únicas alusiones a la política, obra en la que pone de relieve su disconformidad con la dictadura española (1939-1978) y que en su día causó uno de sus acostumbrados escándalos literarios dentro y fuera de España.

"Creo que he vivido momentos muy dramáticos, y muy alegres también, en este mundo, por eso hablé de política en ese renacimiento que vivimos tras la caída de los titanes", comenta el Premio Nacional de Literatura Dramática 2003 y Premio Nacional de Teatro 2001.

Precisamente este último galardón le fue concedido por su obra "Cementerio de Automóviles", que estos días se representa en una pequeña sala del popular barrio londinense de Notting Hill y que, escrita en 1957, no se estrenó en España hasta 1977.

"Es una obra que veo casi todos los años con montajes muy espectaculares. Siempre se hace en teatros muy grandes, pero nunca así. Está hecha con mucho talento porque es difícil hacerla en un espacio tan reducido", afirma el autor de una texto que narra una versión moderna de la pasión de Cristo.

"¿Irreverente? -se pregunta.- Creo que cabe todo dentro de la pasión. Ya el hecho de interesarse por esta obra es la mayor irreverencia que se puede hacer. Es una obra muy antigua, que fue escrita hace ya casi medio siglo y aun así es de las que más se representan", añade.

Este novelista de extensa trayectoria, amigo de grandes figuras de la escena cultural del último siglo, conoció en 1962 en París al escritor francés André Breton e intervino en las reuniones de los surrealistas, sin llegar a formar parte del movimiento.

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