Este artículo se publicó hace 9 años.
Crímenes con sabor a venganza
El parricidio de Moraña y el asesinato de las dos amigas que desaparecieron en Cuenca son obra de psicópatas integrados con gran poder de simulación.
Patricia López
-Actualizado a
Marina Okarynska y Laura de Hoyo, 24 y 26 años, han aparecido asesinadas en una poza del río Huécar (Cuenca). Quemadas y en cal viva, su aún presunto asesino Sergio Morate intentó borrar así sus identidades antes de desaparecer él también la noche del pasado jueves. Un crimen premeditado. Una doble venganza en la que el odio vuelve a ser un sello que en este caso enseña además una evolución en la conducta del criminal, un joven fornido en el gimnasio que ha estado en la cárcel por abusar sexualmente de una pareja anterior a quien también acompañaba otra persona. La primera vez no asesinó y eso le llevó a prisión. Esta vez ha culminado su terrible hazaña.
Fue a las cinco de la tarde del pasado jueves 6. Laura de Hoyo acompañaba a su amiga Marina a casa de Sergio Morate, la expareja con la que había convivido un tiempo; iban a recoger unas pertenencias personales y no quería verse a solas con él. Él único rastro era el coche de Laura que apareció no muy lejos del domicilio de Sergio, donde se halló su teléfono móvil y una medicación que tomaba para el corazón. El asunto preveía muy mal camino. Las familias de las chicas temían lo peor, y con razón.
Lo novedoso de este caso, desde el punto de vista criminológico, es que Laura no fue suficiente protección para Marina, y que Sergio actuó contra dos mujeres jóvenes y fuertes en un mismo tiempo. Pero hay antecedentes: Pedro Jiménez, el preso de permiso en L'Hospitalet de Llobregat (Barcelona) que mató a las dos policías en prácticas en un mismo acto.
Sin embargo, una peculiaridad ha rodeado estas tres desapariciones que ahora se han convertido sólo en una: la colaboración de un cuarto hombre que pudiera haber ayudado a Sergio a deshacerse de las jóvenes. ¿Es posible esta hipótesis? Todo es posible pero es poco probable. En la casuística española cuando dos o más hombres han agredido juntos a una mujer ha sido un acto espontáneo y no premeditado, por ejemplo el caso de Marta del Castillo, a no ser que mediara dinero de por medio. No es fácil vincular a alguien a cometer un asesinato, aunque una de las hipótesis con las que trabajan los investigadores sea que un ex recluso compañero de prisión pudiera haberle ayudado.
El perfil de Sergio también habla de que él mismo se vale para arremeter contra las dos mujeres. Su estancia en prisión se debió a una agresión sexual a una ex novia, a la cual retuvo también cuando iba acompañada de otra persona. En este caso, como en el anterior, el odio a su expareja y la venganza parecen ser su motivación. Y ese es un móvil muy personal.
Una de las hipótesis con las que trabajan los investigadores es que un expreso compañero de prisión pudiera haber ayudado al presunto agresor
Interpol sigue ayudando a las autoridades españolas. En principio se barajó la opción de que este pudiera haberse llevado a las mujeres fuera, ayudado por alguna organización internacional de tráfico de personas o vehículos. Los teléfonos móviles sin señal de las dos jóvenes y de Sergio y la falta de movimientos bancarios de ningún tipo hacían sospechar que quizá podría haber recibido ayuda para sacar a las jóvenes de España. Pero para que una organización criminal perpetrase junto con él los crímenes tendría que haber un estrecho vínculo con ella, incluso un alto rango, lo que debería ser una pista relativamente fácil de seguir por los investigadores. No todos los criminales carecen de escrúpulos para matar.
En paralelo la policía ha trabajado teniendo en cuenta que dos mujeres jóvenes con posibilidades de defensa eran muy difíciles de manejar tantos días. De hecho, diferentes equipos caninos rastrearon una finca de la familia Morate descartando que pudieran estar vivas. Como finalmente ha resultado.
Sin embargo, la opción de que algún tipo de organización o su excompañero de prisión hayan podido ayudarle a salir de España es más viable. Algunos testimonios dicen que Sergio manejaba diferentes vehículos con matrículas de otras provincias y su trayectoria de gimnasio podría encajar con el perfil de joven que trapichea en estas organizaciones.
De ser cierto, la difusión de su imagen en los medios de comunicación puede ser crucial para su captura. Sus compinches podrían abandonarle en cuanto sepan los crímenes que ha cometido. No es lo mismo involucrar a alguien para robar, que para matar. Para esconder un botín, que para ser acusado de cómplice o cooperador necesario de dos asesinatos y ser castigado con una condena similar al propio crimen.
En Castelldefels, el 6 de agosto, un tipo mata a tiros a su mujer y a sus hijos de 12 y 7 años y luego se vuela los sesos. Todos los vecinos conocían que el matrimonio se llevaba muy mal. Los mossos habían acudido varias veces a mediar en las disputas. Un chalet de lujo en una zona privilegiada; las fotos del lugar nos muestran una piscina grande que antecede a un jardín cuidado que rodea una casa de diseño.
Pero hay diferencias criminológicas sustanciales entre el parricidio de Castelldefels y el más brutal de los crímenes que se han cometido en los últimos años, el parricidio de Moraña (Pontevedra). Pensábamos que ya lo habíamos visto todo con un José Bretón capaz de dormir y después quemar a sus hijos en una hoguera, manteniendo a su ex mujer un año con la desesperación de no encontrar sus cuerpos. O con el famoso parricida de Elche, que despachó a sus dos hijos pequeños con un martillo, hace ya unos años, según dijo él, “por el demonio de las drogas”.
El asesino había escrito cartas advirtiendo de su suicidio e incluso llamó a la Guardia Civil para avisar que iba a matar a las niñas
Sin embargo, lo que hizo el 30 de julio David Oubel con una radial a sus hijas Amaia (4 años) y Candela (9) no puede ni escribirse. El fiscal del caso ha llorado al hablar con los medios, pues su misión es narrar los hechos. De nuevo, una vivienda de gente pudiente. Esta vez en un entorno rural. El asesino había escrito cartas advirtiendo de su suicidio e incluso llamó a la Guardia Civil para avisar que iba a matar a las niñas y también a él, antes de sellar la puerta de su casa con silicona para que nadie pudiera salir ni entrar, poner la música al mayor volumen y encender la radial.
El fiscal sólo ha podido intentar definir lo que sucedió allí dentro: “Puede ser una forma de vengarse, pero, en todo caso, se aleja de cualquier tipo de planteamiento comprensible desde el punto de vista humano. No acierto a [entender] cómo alguien se puede vengar de esta manera porque, al fin y al cabo, en alguna ocasión de su vida ha tenido que querer a sus hijas”.
Son todos casos de venganza, aunque el de Castelldefels incluye un fuerte componente de desesperación. Llega un punto en que el asesino juzga que el futuro que le espera no lo puede soportar y decide que ha llegado el fin para todos, con lo que el problema que le atormenta desaparece. El crimen de Moraña rompe los esquemas. El padre había abandonado a su mujer porque reconoció ser gay y haberse enamorado de otro hombre; si alguien podía sentirse humillado era la madre de los niños.
El padre había abandonado a su mujer porque reconoció ser gay y haberse enamorado de otro hombre
Hay un libro que nos vendría al caso, El adversario, de Carrière, que se ocupa de Jean-Claude Romand, un tipo que fingía ser médico durante muchos años y que mata a su familia (mujer, hijos y padres) cuando se va a descubrir su impostura y su estafa. El francés mata por ira pero en parte por vergüenza. No se suicida. El homicida de Moraña mata por puro odio y como castigo; lo que hay que averiguar es el contenido o el origen de ese odio. No tiene por qué ser para la sociedad algo muy importante; basta que lo sea para él. También podría darse una acumulación de razones: decepción con el novio, problemas o discusiones con la ex, contratiempos en la cría y competición de perros a los que era muy aficionado, lo que sea.
Esto lleva al investigador criminológico al meollo del asunto del fiscal: si David de verdad había querido alguna vez a sus hijos. Y es lo mismo que preguntarse si Romand los había querido alguna vez. Una teoría válida para el asunto en cuestión es que hay adultos (generalmente hombres, aunque también mujeres) que tienen una capacidad de afecto epidérmica, superficial, que realmente no les llega a calar… y que viven en un filo, que descubren de mayores que determinados hechos resultan para ellos una ofensa o una situación que les produce un enorme desasosiego y que transforman en ira.
No hay todavía un nombre para esos sujetos, sólo que tienen componentes muy fuerte de los psicópatas integrados: gente con poca conciencia y capacidad de vivir emociones humanas y profundas muy limitada, con gran poder de simulación y que no tienen problemas intelectuales ni son psicóticos, también carecen de antecedentes criminales.
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