Este artículo se publicó hace 8 años.
Cinzia Arruzza: "Es vergonzoso que algunas feministas defiendan la prohibición del velo"
La profesora de Filosofía en la New School for Social Research de Nueva York y autora del libro 'Las sin parte: matrimonios y divorcios entre marxismo y feminismo' arremete contra la prohibición de la vestimenta de las musulmanas en una entrevista concedida en el marco de la VII Universidad de Verano Anticapitalista. Defiende que la lucha contra el capitalismo es una condición necesaria para acabar con la opresión de género.
En el feminismo existe un debate sobre la relación que existe entre el capitalismo y el patriarcado, entendido como sistema que privilegia a los hombres y oprime a las mujeres. ¿Qué postura defiendes tú?
Es una cuestión compleja, pero intentaré explicarla brevemente. La idea principal que defiende la teoría unitaria es que el patriarcado no es un sistema autónomo y ajeno al capitalismo. Esto no significa que la opresión de las mujeres empezara con el capitalismo, sino que una vez implantado, éste transformó las relaciones sociales a nivel mundial y absorbió las formas previas de opresión hasta el punto de que hoy, para entender por qué existe la opresión de las mujeres, necesitamos entender la manera en que funciona el capitalismo, cómo la división sexual del trabajo tiene un impacto en la reproducción o cómo las políticas de austeridad afectan al sistema sanitario, el acceso al aborto libre, etc.
Evidentemente, hay sociedades no industrializadas en las que el patriarcado aún organiza la producción y la distribución de bienes. Pero estos países, como algunas áreas de Sudáfrica, no existen en un lugar aislado y de alguna manera también se integran en el capitalismo, aunque en una posición subordinada. Así que sus relaciones patriarcales están moldeadas también por este sistema. Por poner un ejemplo, el trabajo de reproducción que llevan a cabo las mujeres de países no industrializados con la producción de alimentos está condicionado por el impacto medioambiental que tiene el capitalismo. No podemos examinar su opresión como patriarcal solamente, porque está profundamente determinada por el colonialismo, el imperialismo y el capitalismo.
Esto nos puede llevar a pensar que acabar con el capitalismo implica acabar al mismo tiempo con la opresión sexual.
Acabar con el capitalismo es una condición previa para acabar con la opresión de género, pero por supuesto la violencia contra las mujeres también tiene una base interpersonal y psicológica. No es un proceso automático. Para acabar con la opresión de las mujeres necesitamos que éstas se autoorganicen y luchen, pero quiero insistir en el hecho de que es imposible acabar con la violencia sexista sin acabar con el capitalismo. Para mí es imposible.
¿Está viviendo el feminismo un momento de auge en la actualidad?
Creo que hay un resurgir de la teoría feminista y que están proliferando perspectivas muy interesantes, pero no creo que haya un 'revival' del movimiento feminista. No veo nada comparable con el movimiento feminista de los setenta. Esto conlleva algunos problemas para la teoría, porque se aísla y se convierte en algo muy abstracto cuando no está conectada con una movilización real. No obstante, creo que hay esperanza, es uno de los retos que tenemos.
En el Estado español puede que haya una situación particular, porque se ha vivido un momento de agitación social y esto da lugar a que aparezca un movimiento feminista. Sin embargo, si miramos al resto de Europa, por ejemplo Italia, la situación es diferente. Existe una movilización electoral en torno a la candidatura de Corbyn en el Reino Unido, pero esta movilización es diferente, no crea ese tipo de dinámicas sociales. En Estados Unidos ha habido una fuerte movilización con el movimiento Occupy y el Black Lives Matters, donde el liderazgo de mujeres negras está muy presente, pero no tengo la impresión de que esto se traduzca en un movimiento feminista con continuidad.
¿Qué se puede hacer para transformar la movilización electoral en movilización social?
Ojalá tuviera la respuesta [risas]. Creo que sobre todo en Europa, porque en Estados Unidos nunca tuvimos un movimiento obrero real excepto en los treinta, se ha cerrado un ciclo. El ciclo de la clase obrera, de la socialdemocracia y de los sindicatos se ha acabado por varias razones. Entre ellas, la transformación de la socialdemocracia en liberalismo y de los sindicatos, en organizaciones empresariales. También debido a la transformación de la composición de clase.
Estamos en una situación muy complicada en la que la visibilidad de la izquierda se reduce a la parcela electoral. En algunos casos puede conectar con la movilización, como en España o Grecia, pero en la mayoría no. El primer problema es cómo recrear la autoorganización de clase y que ésta sea estable y continua, más democrática que en el pasado. El segundo problema es repensar la organización política, porque la forma tradicional de los partidos está en crisis y no estoy segura de que pueda implicar a la clase trabajadora nunca más. Hay que pensar cuál es la organización que funciona con la configuración de clase actual, porque ésta es la que tenemos.
No tengo una respuesta clara, sinceramente. Pero no tenemos que tener miedo a formular esta pregunta, aunque no podamos responderla.
¿Qué papel juega la perspectiva queer en el feminismo?
La teoría queer aporta muchos aspectos positivos. Uno es que da lugar a un feminismo mucho más inclusivo que integra por ejemplo a personas transexuales y abre un interesante debate sobre la transfobia. Por otro lado, permite la inclusión de activistas lesbianas y abre un debate sobre la identidad de género, sobre lo que se entiende por ser mujer.
No obstante, uno de los problemas del feminismo queer es que la cuestión de clase se deja fuera. No hay una reflexión profunda sobre la relación entre identidad sexual y capitalismo. Necesitamos hacer la teoría queer más marxista.
¿Qué piensas sobre el debate que se ha abierto en torno a la vestimenta de las mujeres musulmanas?
Honestamente, creo que el hecho de que algunas feministas estén defendiendo la prohibición del “burkini” en la playa es uno de los momentos más bajos para el feminismo, una vergüenza. De ninguna manera, obligar a las mujeres a desvestirse en las playas puede ser algo que las libere. No sé cómo puede defenderse esto desde un punto de vista feminista. Estamos viendo imágenes vergonzosas, con policías totalmente equipados y armados obligando a mujeres a desvestirse en una playa y a un montón de gente alrededor asintiendo y aprobando esta conducta. Es la imagen más bochornosa que he visto en años.
El hecho de considerar que hay opresión en que una mujer vista un niqab o un velo merece una reflexión más profunda de la que se está haciendo, porque depende del contexto. Porque ¿qué pasa si hablamos de llevar un velo en Francia donde la reafirmación de la identidad existe como respuesta a la islamofobia? Aquí es incluso un acto político.
Incluso si de verdad hubiera una opresión en el hecho de vestir un burkini en la playa, la resistencia tiene que partir de estas mujeres y no de la policía. Y tienen que encontrar solidaridad en nosotras. Tenemos que ser hermanas.
La islamofobia es de lo más preocupante que está ocurriendo en Europa y también aquí hay una conexión con el capitalismo. La interpretación de la religión musulmana, la radicalización que ha ocurrido en países musulmanes y europeos, ha sido el resultado de la opresión de las últimas décadas. La imposición del velo es un fenómeno relativamente reciente y tiene que ver con el desarrollo del capitalismo, con la resistencia de estos países a este sistema.
En Europa, la conexión entre islamofobia y austeridad es clara. Hubo una simultaneidad entre el deterioro de las condiciones de vida de los europeos, con los recortes en educación o sanidad, y el aumento de la inmigración de gente musulmana que llegaba huyendo de los bombardeos. El hecho de que estos procesos ocurrieran al mismo tiempo crea claramente el desastre que vivimos y el rechazo a los inmigrantes, así que los musulmanes son víctimas por partida doble. Son víctimas de la austeridad y víctimas principales de los ataques del ISIS. No hay comparación, ni si quiera numérica, entre las muertes que se están produciendo en Occidente y las que hay en los países musulmanes.
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