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Berlusconi llega al G-8 desgastado por escándalos e incumplimientos

La cumbre de LAquila puede terminar de hundir la pésima imagen internacional del líder italiano

SANDRA BUXADERAS

Habrá un antes y un después del G-8 para Silvio Berlusconi. El primer ministro italiano tiene en la cumbre de los países más poderosos del planeta la oportunidad de redimir su mala imagen internacional o acabar de hundirla. De momento, no podía empezar peor: con las críticas de las delegaciones por celebrar el encuentro en las afueras del LAquila, la ciudad que todavía tiembla tras el mortífero terremoto del pasado 6 de abril, y las de la prensa internacional por su gestión de la cumbre.

Il Cavaliere no puede atribuir todos sus problemas a los escándalos causados por la difusión de detalles de su vida privada: sus llamadas obsesivas a la menor de edad Noemi Letizia, su noche con una prostituta, sus fiestas repletas de mujeres en Villa Certosa, o el portazo final de su esposa Veronica Lario, cansada de que su marido se fuera con 'menores de edad'.

Estas revelaciones han dañado su imagen, pero las críticas le llueven también por su gestión política, tanto desde dentro del país como desde el extranjero.

El diario Financial Times, la biblia del mundo económico y empresarial, ha acusado a Berlusconi de desatender sus deberes internacionales y de país anfitrión, dejando que el peso de la cumbre en la que se hablará de la crisis, cambio climático y ayuda al desarrollo recayera en EEUU. El Gobierno Berlusconi admite que EEUU ha tomado algunas de las iniciativas, pero lo atribuye a que este país organiza en septiembre una cumbre del G-20 en Pittsburgh para acabar de pactar nuevas reglas financieras internacionales.

A Berlusconi se le critica, además, por presidir una cumbre con la ayuda al desarrollo como uno de los ejes cuando, según varias organizaciones, es el país que más ha faltado a su palabra respecto a lo que el G-8 prometió en 2005 en la cumbre de Gleneagles. El ex secretario general de la ONU, Kofi Annan, ha reprochado a Berlusconi el incumplimiento de sus promesas en materia de ayuda al desarrollo.

Quien también se siente traicionada es la población de LAquila, la ciudad devastada por el terremoto del 6 de abril. Berlusconi apareció como el gran líder en los días posteriores a la tragedia, que se saldó con casi 300 muertos, y su popularidad subió como la espuma. Envalentonado, el primer ministro cambió la sede inicial de la cumbre, prevista en la paradisíaca isla de La Maddalena, cerca de Cerdeña, por LAquila.

Tres meses después, esta decisión se vuelve en su contra: los aquilanos aprovechan la cumbre para manifestarse y exigir que llegue la ayuda prometida.

Además, la tierra no ha cesado de temblar la réplica más fuerte, el viernes pasado, superó la magnitud 4 y ha causado una gran preocupación en las delegaciones que se alojan en el edificio de la Guardia de Finanzas, uno de los pocos que aguantaron el seísmo.

Berlusconi ha tenido que desplegar un plan para desalojar la cumbre en caso de fuertes sacudidas.

No acaban aquí las situaciones embarazosas. El dirigente ya no tiene a su esposa Veronica Lario para acoger a las parejas de los líderes. En su lugar ha designado a Mara Carfagna, la ministra de Igualdad de Oportunidades. Pero algunos medios internacionales han sacado las fotos de la ministra en ropa interior, de la época en que era una modelo que fascinó a Berlusconi, y a la que dijo en público que, si no estuviera casado ya, la tomaría por esposa. Por si acaso, The Wall Street Journal ha pedido a la canciller Angela Merkel que evite fotografiarse demasiado cerca del italiano, no sea que empeore su reputación ante los alemanes.

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