En breve sabremos si la clave para seguir leyendo a Stieg Larsson (1954-2004) está en el inacabado cuarto volumen -continuación de la trilogía Millennium (Destino)-, o en toda su obra periodística anterior.
La editorial Destino está a punto de cerrar la publicación de la antología de algunos artículos sobre violencia política, crímenes de odio y organizaciones de extrema derecha que Larsson escribió para Expo, la publicación sueca que fundó en 1995 y dirigió hasta su muerte, así como algunos de los que produjo para la revista inglesa antifascista Searchlight, de la que fue corresponsal 20 años.
Aunque los lectores que ya conocen las aventuras de sus personajes Mikael Blomkvist y Lisbeth Salander se muestren impacientes, tendrán que esperar hasta septiembre para ver de qué manera se concreta uno de los nuevos lanzamientos editoriales más sonados, porque esta faceta ampliará lectores fieles al escritor y periodista, si cabe.
Larsson saltó a la fama con las tres novelas que escribió por las noches y casi en secreto, al mismo tiempo que ejercía de periodista, antes de que un ataque al corazón se lo llevara a los 50 años de edad. Durante tres décadas fue un combativo investigador de los entresijos de la extrema derecha sueca, de sus conexiones con el panorama ultra
europeo y de cualquier otro tipo de discriminación. Ese es su otro legado y el filón que terminaremos leyendo.
Centenares de reportajes en revistas, libros de investigación e incluso informes para el Gobierno sueco, así como las sinergias que activó fundando Expo, inspirándose en su hermana mayor, Searchlight, como consecuencia de todo su trabajo anterior.
Siete personas fueron asesinadas en Suecia a manos de neonazis en 1995. Preocupados por la gravedad de esos hechos y por la influencia que empezaba a tener esa ideología entre los más jóvenes, un grupo de periodistas y maestros crearon la fundación Expo para velar por la democracia, protegiéndola de las actitudes totalitarias, racistas y antisemitas que asolaban el país escandinavo. Así surgió la publicación mensual del mismo nombre, sin ningún vínculo partidario. Entonces Larsson llevaba casi 20 años investigando la extrema derecha y 11 como corresponsal de Searchlight, donde colaboró desde 1984 hasta su muerte en 2004.
Fundada a mediados de los setenta e inspirada en los ideales de resistencia de las Brigadas Internacionales que vinieron a España a combatir el fascismo durante la Guerra Civil, esta veterana publicación denuncia las políticas del British National Party (formación británica ultraderechista) y vigila las actividades de organizaciones xenófobas de skinheads.
Ahí fue donde coincidió con Xavier Vinader, veterano periodista de investigación catalán. Vinader recuerda al sueco como 'un investigador muy preciso, casi obsesivo, que compraba infinidad de libros para documentarse y que acumulaba conocimientos como si fuese un ordenador con patas'.
'No se cansaba nunca, era un verdadero idealista', afirma Sven Ove Hansson, catedrático de la Royal Institute of Technology de Estocolmo, recordando su relación con el escritor. Se conocieron a finales de los ochenta, en una publicación que ponía al descubierto las falsedades de las llamadas pseudociencias aportando argumentos científicos.
Larsson escribió sobre 'las dos pseudociencias más peligrosas que existen: las teorías racistas y la negación del Holocausto judío', recuerda Hansson.
Ferviente defensor de los derechos humanos, tras hacer el servicio militar y viajar a Eritrea -presenciando su guerra civil-, en 1977 Larsson entró a formar parte de la plantilla de Tidningarnas Telegrambyra (TT), la mayor agencia de noticias de los países escandinavos, donde trabajaría hasta 1999. Hacía de ilustrador y dibujante -no tenía la carrera de periodista- pero, cuando podía, también escribía críticas de novelas negras y cómics, dos géneros que le apasionaban.
Su trabajo en TT y Searchlight, sus colaboraciones con otras publicaciones y todas sus lecturas lo convirtieron en 'un maestro de la recogida de información aparentemente sin importancia, que luego puede ser muy útil', asegura Hansson. Se documentaba mucho y también sabía moverse en la calle. Acabó siendo 'el mejor de toda la red de investigadores suecos dedicados a este delicado tema' y además tenía 'muy buenos contactos internacionales', afirma Hansson. Por eso el catedrático no dudó en presentarle a la también periodista e investigadora, Anna-Lena Lodenius, para que colaboraran y escribieran Extremhögern (1991), libro que serviría para sensibilizar a los ciudadanos sobre los peligros de la extrema derecha sueca.
Los conocimientos sobre el terreno de Larsson, sumados al dominio que tenía Lodenius de la delgada línea que separa 'a los extremistas de los políticos normales', era, según Hansson, la mejor manera de tener cubiertos 'los dos aspectos más peligrosos de la ultraderecha: su factor violento y su infiltración en la política'.
Lodenius recuerda que estuvieron casi dos años consultando fuentes. Entrevistaron a personas de dentro del movimiento ultra, rastrearon las propias publicaciones neonazis y bucearon en el material generado por casos de crímenes de odio en los tribunales suecos. También en los informes anuales del Consejo Nacional para la Prevención de Crímenes, que registra la violencia política -de derechas o de izquierdas- del país.
El resultado de esa colaboración fue un libro de casi 400 páginas. La primera parte se ocupaba de los orígenes y la organización de distintos grupos neonazis suecos. La segunda describía la escena ultra internacional, con casos de Inglaterra, Italia, EEUU, Francia, Dinamarca y Noruega, entre otros. Y la tercera recogía la violencia política sobrevenida en Suecia hasta el año de la publicación del libro. Tres años más tarde, en 1994, los periodistas revisarían Extremhögern para añadir nuevos casos.
'Stieg se preocupaba mucho por la seguridad, yo era más ingenua hasta que fui madre', admite Lodenius. 'Es normal estar obsesionado, teniendo en cuenta a lo que nos dedicábamos', añade Vinader. 'Pero a pesar de todo reíamos mucho juntos, y es que no había otra manera de llevarlo', remata el periodista catalán. Era 'muy frecuente que se presentaran bandas de neonazis a mis conferencias, aunque normalmente no hacían nada', apunta Lodenius a Público.
Fiel a su dieta de comida basura, cigarrillos y cafés con leche, Larsson trabajó -como periodista y escritor- hasta el final. Su última colaboración en Searchlight fue un artículo publicado un mes antes de su muerte sobre la crisis interna que vivía por aquel entonces (finales de 2004) el Partido Demócrata Nacional de Suecia al que Larsson tachaba de racista.
En 2004 escribió Handbok för demokrater, junto a Daniel Poohl. Este pequeño manual trataba de desenmascarar cómo distorsiona la realidad la extrema derecha, dando claves para combatirla y explicando todos sus símbolos.
Puede decirse que Extremhögern, Handbok för demokrater y Sverigedemokraterna (2001) -que escribió con Mikael Ekman, sobre el partido político xenófobo sueco del mismo nombre- son sus obras de no ficción más destacadas. Ejemplos de la infatigable tarea de Larsson, hábil rastreador de las actividades de aquellos que, desde la palestra política o la clandestinidad, conspiran para propagar el odio y la discriminación.
Aunque mucho más modesta que Millennium, su equivalente en la ficción, Expo continúa saliendo cada mes, fiel al espíritu con el que se fundó hace 14 años. Muchos de sus colaboradores trabajan en otros medios y le dedican a la revista su tiempo libre.
Daniel Poohl, el actual redactor jefe de Expo, comenta que no sabría decir si las cosas están peor o mejor que en 1995, cuando se fundó la revista. Pero sostiene que están observando 'antisemitismo en más ámbitos políticos', y un 'preocupante y creciente odio a todo lo islámico, tanto en Suecia como en toda Europa'.
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