El climatólogo cubano Ramón Pichs-Madruga, copresidente del denominado grupo de trabajo sobre mitigación del panel intergubernamental sobre cambio climático (IPCC), considera que 'todavía' estamos a tiempo de frenar el calentamiento global, pero es 'urgente' comenzar ya a atajarlo.
A su juicio, la inacción es más costosa que cualquier medida para combatir el cambio climático -pese a que reconoce la necesidad de 'sustanciosas inversiones'- y agrega que, cuanto más se tarde en empezar, más arriesgada y costosa será la batalla contra el calentamiento global.
Pichs-Madruga (Cienfuegos, 1962) sostiene que la publicación del informe sobre mitigación del IPCC -que cierra una terna de documentos que recogen de forma exhaustiva el conocimiento sobre el cambio climático - es una gran aportación al debate de la comunidad científica, que obliga ahora a la política a mover ficha.
¿Cuáles son las conclusiones del informe?
Una muy importante es que en los últimos 40 años se ha acelerado el crecimiento de las emisiones de los gases que provocan el efecto invernadero. Entre 2000 y 2010 han crecido mucho más que en las tres décadas anteriores. Además, pone sobre la mesa un conjunto de opciones sobre cómo pudiera comportarse el futuro en ausencia de medidas adiciones de mitigación, cómo pudiera ser el crecimiento de las temperaturas si no hay esas medidas adicionales.
¿Es posible contener la subida de las temperaturas por debajo de los 2 grados?
Todavía es posible. Pero eso requeriría importantes transformaciones tecnológicas, institucionales y también en los patrones de conducta.
Y fuertes inversiones.
Implica dinero. Pero lo importante es que si no se adoptan acciones inmediatas, si hay una demora en las acciones de mitigación, las tecnologías que quedarían disponibles para conseguir el objetivo de los 2 grados serían cada vez más costosas y más arriesgadas.
¿Esas inversiones serían siempre menores que los costes derivados de no actuar contra el cambio climático?
Por supuesto. El coste de la inacción frente al cambio climático es el escenario más costoso y más arriesgado. Es importante no perder tiempo.
¿Quién está detrás del último repunte de las emisiones?
Los países de rápida industrialización han estado incidiendo en ese crecimiento de las emisiones, pese a que en muchos casos emiten a partir de niveles per cápita muy bajos. Eso no quiere decir que se deban imitar los patrones de consumo de energía del mundo desarrollado. La solución pasa por que se adopten patrones sostenibles de producción y consumo a escala global, lo que es válido para los países en vías de desarrollo y los industrializados.
¿Cree que con estos informes la comunidad científica ya ha hecho su parte y que ahora llega el turno de la política?
Está claro que se está trabajando a dos velocidades. La ciencia va a una velocidad acorde con las exigencias del momento. Sin embargo, las negociaciones políticas están mucho más fragmentadas, mucho mas estancadas y su velocidad es mucho más lenta. Todo el proceso político está orientado a la conferencia sobre el cambio climático de París en 2015, donde se debe adoptar un acuerdo global que entraría en marcha en 2020. Pero es un proceso negociador muy complicado. Hay muchos intereses y el IPCC se limita a poner sobre la mesa un conjunto de opciones.
No hay un mensaje explícito, pero sí uno implícito: la urgencia.
La urgencia es un mensaje claro.
¿Puede la ciencia con estos informes espolear a la política?
En este momento se están subutilizando los resultados de la ciencia porque se carece de la voluntad política para tomar decisiones que estén a la altura requerida.
¿Es posible un modelo económico en el que se desvincule el crecimiento de las emisiones?
Hay experiencias que demuestran que se puede crecer cada vez con un menor intensidad de emisiones. Los países desarrollados lograron una reducción importante de energía tras la crisis del petróleo de los 70. La propia China ha logrado una reducción importante en su intensidad de carbono desde que inició sus reformas energéticas.
¿Puede ser la crisis una oportunidad?
Muchas veces se utiliza la crisis como un argumento para la inacción contra el cambio climático. Pero hay muchas medidas de enfrentamiento al cambio climático que tienen sinergias con las acciones anticrisis. Por ejemplo, acciones de eficiencia energética.
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