'Un sádico, un torturador nato'. Así define Josu Arrizabalaga, vecino de la pequeña localidad de Zarautz (Guipuzcoa) al capitán de la Guardia Civil Jesús Muñecas, cuyo futuro inmediato se decide este jueves en la Audiencia Nacional. Argentina ha dictado una orden de detención internacional y extradición contra él por un presunto delito de torturas. Muñecas ha negado los hechos que se le imputan y el Fiscal ya señaló hace meses que consideraba que los presuntos delitos ya estarían prescritos por la Ley de Amnistía de 1977. Las presuntas víctimas, por supuesto, tienen otra concepción de la Justicia.
'Fue Muñecas, él personalmente, quien me agarró para hacerme la bañera, el que me interrogó y el que me golpeó. Dirigía el grupo y actuaba', denuncia Josu Arrizabalaga, de 69 años, que explica que el método de la bañera consiste en envolver el cuerpo del interrogado en una manta, atarlo de manos y meterlo dentro de una bañera con el 'agua más negra que te puedas imaginar' hasta que el interrogado esté al borde del desmayo. Aquel día era el domingo de ramos de la Semana Santa de 1976. Josu y su hermano Mikel habían sido detenidos y pasarían tres días en las dependencias de la Guardia Civil para después salir sin cargos.
'Me sacaron de la bañera y me dejaron tirado en el suelo hasta que recobré el sentido. Cuando pude ponerme de pie me ataron a una viga colgado de las esposas. Entonces empezaron a golpearme en el vientre y a interrogarme a base de preguntas de todo género. Me tuvieron colgado de las esposas desnudo durante una hora y media aproximadamente. A consecuencia de eso no sentí las muñecas durante casi un año', prosigue Josu.
Pero lo más doloroso para este hombre, según reconoce, no fueron los golpes que recibió. En la habitación de al lado estaba su hermano pequeño, Mikel, quien había sido detenido junto a él. 'Me dejaron sentado en una silla, esposado. Hasta entonces no tenía noticias de mi hermano. En ese momento es cuando empecé a oír los gritos de dolor y desesperación de Mikel. Aquello fue mucho peor que el sufrimiento de mis propias torturas. Fue verdaderamente desgarrador e insoportable', relata.
Esa no era la primera vez que Josu veía a Muñecas. En 1976 este hombre tenía 31 años. Ocho antes, en 1968, fue cuando vio al capitán por primera vez. Josu fue a comisaría junto a su padre a visitar a su hermano Andoni, fallecido en 1984, que en aquel momento se encontraba detenido. Muñecas permitió la visita. 'Cuando vimos a mi hermano no parecía un ser humano. Estaba irreconocible. Creo que nos permitió verlo a propósito para que sufriéramos'. Por eso, cuando Muñecas se encontró a Josu detenido años más tarde, le espetó: 'Si dices algo te haré lo mismo que a Andoni'.
Es precisamente por lo que, presuntamente, le hizo a Andoni por lo que Muñecas está imputado. El hermano mayor de Josu y Mikel, Jon Arrizabalaga, presentó una querella en Argentina por las torturas recibidas por su hermano Andoni. Mikel y Josu también se han decidido a presentar una querella ante la Justicia argentina. 'Sólo quiero que se haga justicia', dice Josu.
La querella presentada contra Muñecas por las presuntas torturas que infligió a Andoni tras su detención el 18 de agosto de 1968 y permanecer 22 días incomunicado dice: 'Según Andoni los momentos y días mas crueles fueron los transcurridos en el cuartel de Zarautz a manos del capitán de la Guardia Civil Jesús Muñecas Aguilar, quien, posteriormente, en abril del año 1976, torturó también a Josu y Mikel, hermanos de Andoni'.
Uno de los casos más conocidos de presuntas torturas de Jesús Muñecas fue el caso de Amparo Arangoa, fallecida años atrás por una enfermedad. Las fotografías de las consecuencias de su tortura recorrieron entonces medio mundo. Era el año 1976 y Muñecas ya era capitán en Tolosa, su superior era entonces el jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de San Sebastián, Antonio Tejero, con quien tiempo después volvió a coincidir para dar el golpe de Estado del 23-F.
La Guardia Civil detuvo a Amparo en abril de 1976 en su lugar de trabajo. Era vicepresidenta del sindicato del Papel y Artes Gráficas y vocal del Consejo de Trabajadores de Navarra. En apenas ocho horas en la comisaria, la familia vio a Amparo con la cara destrozada, mechones de pelo colgando y amoratada completamente de cintura para abajo. Los agentes, contó entonces Amparo, la habían golpeado, dado patadas y tirado contra la pared y el suelo.
El parte médico de Amparo Arangoa indicaba que presentaba 'hematomas por todo el cuerpo, de gran profundidad en la región glútea, con posible bloqueo intestinal y renal y choque traumático'. Su pareja en aquel momento, Txomin Olaetxea, cuenta a Público cómo vivió este suceso. 'El día que detuvieron a Amparo también vinieron a por mí a mi casa, pero yo pude escapar por la ventana. Cuando estaba fuera, escapado, me contaron lo que había pasado. Todo el mundo sabía que había torturas, pero no nos podíamos imaginar que llegarían a tal nivel', asegura.
Tras este suceso, Muñecas fue trasladado de Euskadi. Txomin Olaetxea ha esperado desde entonces que se hiciera justicia con su pareja. Una posibilidad que ha permanecido cerrada hasta la apertura de la causa en Argentina. 'Es muy triste y desolador que sea Argentina pero parece la única vía. A las víctimas nos da moral y esperanza. Estas personas tienen que ser juzgadas por haber hecho lo que hicieron. No sólo en el caso de Amparo. Infligió torturas a mucha gente', sentencia Txomin.
Elisabete Nosellas y su pareja Jokin Sarasola también sufrieron las presuntas torturas de Muñecas. Era el año 1976 y Elisabete tenía 16 años; Jokin, 19. Era el 6 de octubre y Elisabete regresaba a casa tras una tarde en el cine con el hombre con el que entonces estaba comenzando una relación y que después sería su marido. En la puerta de casa le esperaba la Guardia Civil. Ella era la responsable de formar las juventudes de la Organización Revolución de Trabajadores.
'Nos detuvieron ocho días con sus ocho noches. Me torturaron física y psicológicamente. Y, ojo, hoy se sigue torturando en las comisarías. Me hicieron la bañera. Pensaba que no iba a salir de allí. Muñecas era el que estaba al mando de aquello y nos hicieron verdaderas barbaridades sabiendo que éramos inocentes. ¡Yo sólo tenía 16 años!', denuncia esta mujer, que en la actualidad tiene 44 y se dedica 'al mundo de la cultura'.
'La tortura psicológica era casi más dura que la física. Nos llevaban al monte y nos ponían la pistola en la cabeza y nos decían: 'Te puedo matar ahora y nadie se daría cuenta'. Y era verdad. También recuerdo que a mi novio lo sacaron a la calle desnudo en la noche y mientras le pegaban me hacían mirarlo y que él viera como yo miraba', continua esta mujer, que también denuncia que fue 'drogada' en comisaria para que 'largara'.
'Me acuerdo de pensar acerca del odio que se veía en sus ojos hacia nosotros. No lo podía entender. Finalmente, terminé reconociendo todo lo que me decían para poder salir de allí', afirma. Elisabete reconoce que desde entonces ha tratado de mantener enterrado lo que ocurrió, aunque ahora, tras ser contactada por una asociación memorialista, ha decidido desenterrar el pasado. 'Sé que en el juicio de mañana [por hoy] no pasará nada. No lo extraditarán, pero la memoria tiene que existir y España tiene que conocer lo que ha pasado aquí. En Euskalherria se ha torturado y se tortura. Todos tenemos amigos y familiares que han sido torturados sin motivo alguno', sentencia esta mujer.
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