Tiene 82 años, una media melena blanca, la voz cascada y unos pies traicioneros que le obligan desde hace un tiempo a andar ayudándose con un bastón. Sus manos de trabajador del campo reconvertido en obrero de la construcción y su rostro anónimo -sin gafas entonces- fueron el lema y la imagen del cartel electoral del Partit Socialista Unificat de Catalunya en las primeras elecciones generales que se celebraron en España tras las de la Segunda República. 'Mis manos: mi capital. PSUC, mi partido', decía. Era 1977 y hacía más de una década que Luis Romero Huertes había dejado atrás su Córdoba natal y un par de encierros en la cárcel para esconderse en Barcelona. Cambió la militancia en el PCE por la del PSUC y se implicó en la actividad sindical en Comisiones Obreras. Dos infartos y una operación de corazón, le obligaron hace tres décadas a hacer marcha atrás y apartarse de la lucha. Hasta que llegó la crisis, surgió el 15M y se sintió revivir.
'Ahora estoy con los yayoflautas, y a mucha honra y con mucho gusto. Y muy pacíficamente. Lo remarco mucho porque hay voces malignas que quieren desprestigiarnos. Este es nuestro camino, el de la lucha pacífica, pero no nos conformaremos hasta que no consigamos las conquistas sociales y las libertades por las que luchamos y conseguimos', afirma.
Luis Romero llegó ayer por la mañana con tiempo a la última 'travesura' del colectivo de abuelos y jubilados rebeldes nacido en Barcelona durante el otoño de 2011 al calor de la acampada en plaza Catalunya. Se levantó pronto en su piso del barrio de la Verneda-La Pau, el mismo al que se trasladó con su familia hace décadas en el marco de un plan para acabar con el barraquismo en la zona de Collcerola. Desayunó, se vistió con pantalón corto y unas abarcas menorquinas y viajó en metro hasta la parada de la plaza Joanic. Lo esperaban ahí ya un buen número de yayoflautas charlando en corrillos, todavía vestidos de paisano y con la gorra y el chaleco amarillo fosforescente que los distingue bien escondidos en bolsos, bolsas y mochilas.
La consigna de ayer era la misma de siempre -un lugar y una hora de encuentro, y luego ya se verá- pero con una pequeña variación. Si hasta ahora había sido 'ir, entrar y salir', esta vez era 'ir, entrar y quedarse'. Hasta que les echen, se cansen o el cuerpo aguante, afirmaban. Por ello, se conminó a todo el mundo a llevarse bocadillos y algo para beber. Medicamentos, también, para quien los necesitara.
El 'luego ya se verá' era esta vez la delegación provincial de la Seguridad Social en el Ensanche barcelonés. Y el lema, el mismo que a las 12 en punto del mediodía se empezó a difundir en Twitter: #SOSpensiones. 'No luchamos solo por nuestras pensiones, sino por las de nuestros hijos y nuestros nietos', afirma el comunicado que leyeron, repartieron en papel en la protesta y colgaron en su web. 'Solo un gran movimiento popular parará estas medidas'.
'Venimos a reclamar que nos nos quiten nada de las pensiones', le había contado antes Luis Romero a una señora mayor que se paró a preguntar qué hacía tanto veterano junto concentrado. 'Que nos pongan, que nos pongan, que buena falta que hace', le contestó ella con indignación. 'Yo cobro 600 euros, tengo 84 años, no me encuentro nada bien y tengo que buscarme a alguien para que me ayude con la faena', agregó.
'Yo cobro 600 euros, tengo 84 años, no me encuentro nada bien y tengo que buscarme a alguien para que me ayude con la faena'
Uno a uno, un centenar, quizá bastantes más, de mujeres y hombres con poco pelo, pelo gris o ya muy cano, jubilados la gran mayoría, desfilaron en grupos hasta el objetivo y, una vez ahí, se pusieron los chalecos y desplegaron pancartas. Luis Romero, como tantos otros, llevaba el suyo decorado con una chapa del colectivo, otra contra los recortes y un pequeño broche con la bandera republicana. Un escamote de cerca de una veintena entraron a ocupar las oficinas. Estaba ahí Adrián Risques, antiguo sindicalista, y Antonia Jover, hija de republicanos que se crió hasta los tres años en la prisión de Alcalá de Henares. Los acompañaba Rosario Cunillera, cuyos padres se exiliaron en Francia, y el abuelo de Ismael, uno de los tres estudiantes que pasaron más de un mes en prisión preventiva el año pasado tras ser detenidos por participar en un piquete durante la huelga general del 29 de marzo.
María Molina, una de las yayoflautas más activas, animó a los de fuera a través del altavoz portátil: 'Si viene los malos, no nos vamos a identificar', avisó. Gritos, cantos, puños en alto, palmas abiertas, se coreó un poco de todo, aplaudiendo cada vez que un coche hacía sonar el claxon en señal de apoyo: 'No hay pan para tanto chorizo', 'Manos arriba, esto es un atraco', 'Políticos fascistas, sois los terroristas', 'Esto ladrones nos roban las pensiones'.
Formado al principio por veteranos vinculados a la lucha de izquierdas y antifranquista y al movimiento sindical y vecinal, los iaoflautas son ya un colectivo heterogéneo y muy numeroso que engloba también a personas que nunca se habían involucrado en ningún activismo político y social. SosPensiones ha sido la última hasta ahora de las innumerables 'acciones directas' o 'travesuras' -como les gusta llamarlas- que han llevado a cabo desde que en noviembre de 2011 actuaron por primera vez como grupo y ocuparon la sede del Banco Santander en Barcelona.
Desde entonces ha llovido mucho y el colectivo se ha replicado en franquicias por todo el territorio catalán y español. La más veterana, tras la de Barcelona, es la de Madrid, seguida por la de Valencia, que en mayo cumplió su primer aniversario. Su web recoge una decena de 'filiales', pero hay más: de Sevilla a Murcia, pasando por Mallorca y Oviedo. Su cuenta en Twitter tiene más de 30.000 seguidores y las etiquetas con las que siempre difunden sus acciones una vez han empezado -antes se mantienen en secreto- han sido trending topic en más de una ocasión.
'Vamos a ir a por ellos, hasta que dimitan todos, el gobierno central y el catalán'
La acción de ayer, sin embargo, tiene un significado especial. El objetivo es que sea el arranque de una campaña de más largo aliento que englobe a otras plataformas -asociaciones de vecinos, colectivos ciudadanos, sindicatos- contra la reforma de las pensiones que plantea el Gobierno español. Un panfleto distribuido durante la protesta basado en la calculadora de pensiones del diario El País permite hacerse una idea aproximada 'del dinero que te quieren robar' o del poder adquisitivo que se perdería en 2019 en el supuesto de que las pensiones se incrementen anualmente en un 0,25%. Luis Romero, por ejemplo, que cobra ahora 1.000 euros mensuales, perdería entre 650 y 2.500 euros al año en función de la inflación.
'Las pensiones es lo que expresa más claramente el bienestar de una sociedad. Nosotros cobraremos menos, pero los jóvenes no tendrán. Vamos a ir a por ellos, hasta que dimitan todos, el gobierno central y el catalán', afirmaba ayer el exdiputado catalán Celestino Sánchez, uno de los fundadores del colectivo. 'Será una campaña larga. Este es el pistoletazo de salida', añadía el sociólogo Felipe Aranguren, uno de sus miembros más activos y conocidos.
El objetivo es construir un movimiento de protesta que confluya en Madrid, cuando se tramite en el Congreso la reforma de las pensiones. Seguramente, Luis Romero estará allí, como siempre que nada de fuerza mayor se lo impide desde que el país empezó a 'ir atrás como los cangrejos'. Ayer tuvo que irse pasado el mediodía. Como cada lunes y cada miércoles, le tocaba recoger a los nietos al colegio y darles de comer en casa. 'Mi mujer y yo vamos tirando con nuestras pensiones. Pero tenemos que ayudar con los nietos. Nuestros hijos están en paro. Así estamos', se despidió.
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