El número de personas que murieron ayer en un ataque a manifestantes opositores en la ciudad meridional de Asiut se eleva a siete, según informaron a Efe fuentes de la seguridad egipcia. Las fuentes explicaron que las víctimas recibieron disparos cuando protestaban frente a la sede del Partido Libertad y Justicia (PLJ) en esa ciudad.
Además, un joven de 22 años falleció hoy en el hospital por las heridas sufridas en un ataque perpetrado por desconocidos contra manifestantes antigubernamentales en la ciudad de Beni Suef. Con estas muertes, ya son cinco los fallecidos en incidentes violentos a lo largo de la jornada de ayer, en la que se celebraron multitudinarias manifestaciones en todo el país para exigir la renuncia del presidente Mohamed Mursi, cuando se cumple un año de su toma de posesión.
En Asiut los manifestantes fallecidos participaban en una de las concentraciones contra Mursi cuando fueron atacados por individuos no identificados cerca de la sede para el Alto Egipto del Partido Libertad y Justicia, brazo político de los Hermanos Musulmanes de Mursi, según informa el diario estatal Al Ahram, que cita al jefe de la seguridad de la ciudad, el general Abou el Qassem Abou el Deif.
Uno de los fallecidos, Abanob Atef, murió debido a una herida de bala en la cabeza, por un disparo efectuado por un individuo que se desplazaba en motocicleta, según 'Al Ahram'. Otras ocho personas, incluido un policía, han resultado heridas en el mismo ataque.
El ministro de Sanidad egipcio, Mohamed Hamed, ha confirmado la muerte de un manifestante en Beni Suef y ha revelado su identidad: Ammar Gouda, de 25 años. Además, Hamed ha informado de que 228 personas han sido atendidos en hospitales de siete gobernaciones, 36 de los cuales ya han recibido el alta. Muchos de los atendidos han sufrido percances debido al calor y a los tumultos, más que incidentes violentos.
Masas ingentes de personas se echaron ayer a las calles de todo Egipto para tratar de resolver en ellas la aguda crisis política que sufre el país, dividido entre seguidores del presidente Mohamed Mursi y sus detractores. Las calles de El Cairo, entre las más bulliciosas del mundo, adquirieron hoy un misterioso e inusual aspecto desértico.
Los pocos transeúntes y vehículos que circulaban se dirigían sin excepción a alguna de las tres grandes concentraciones en la capital a favor y en contra de Mursi, que congregaron a un número de gente sin apenas parangón desde la revolución que desbancó del poder a Hosni Mubarak, en febrero de 2011.
Cientos de miles de personas recuperaron los lemas que acabaron con Mubarak y gritaron 'Fuera' o 'El pueblo quiere la caída del régimen' de Mursi, en la icónica plaza Tahrir y frente al palacio presidencial de Itihadiya. No muy lejos de ese palacio, en el barrio de Ciudad Naser, una multitud de seguidores islamistas reivindicaron por tercer día consecutivo la legitimidad del mandatario, elegido en los primeros comicios presidenciales democráticos hace un año.
Con estas y otras manifestaciones en las principales ciudades se forma el retrato de un país dividido, donde los llamamientos al diálogo como el que hoy realizó la Presidencia son poco más que un brindis al sol. Quienes no participaron en las marchas -comercios y empresas cerraron sus puertas, como si de un día festivo se tratase- siguieron por televisión todo lo que sucedía, encerrados en sus casas por temor a un estallido de violencia que, por fortuna, no se produjo.
La mejor noticia fue el ambiente festivo y mayoritariamente pacífico que reinó en las protestas. Pese a ello, entrada la noche se informó de dos muertes: un joven de 22 años falleció en la ciudad de Beni Suef, al sur de El Cairo, en un ataque de desconocidos contra opositores, mientras que otra persona falleció en enfrentamientos frente a la sede del partido gubernamental en la ciudad meridional de Asiut.
Además, cientos de incontrolados se dirigieron a la sede central de los Hermanos Musulmanes en El Cairo, contra la que lanzaron cócteles molotov, que causaron pequeños incendios en las instalaciones, de acuerdo con testigos. La violencia, sin embargo, no fue la regla. Por un día volvieron a Tahrir familias, mujeres, niños, estampas más habituales en la revolución de 2011 que durante la tumultuosa transición que ha llevado al país a una polarización sin precedentes.
'Mursi nos ha hecho odiarnos los unos a los otros. Nos ha hecho pelearnos en el trabajo, en la calle, y todo en nombre de la religión. Encima, trata a la oposición de minoría, la menosprecia. Pues por eso estamos aquí, para decirle que somos una mayoría', declaró la funcionaria Hala Zidan Ali, mientras agitaba una bandera.
En pocas ocasiones se habían visto antes tantas banderas egipcias al viento como hoy. Con ese gesto, los manifestantes querían dejar claro que su oposición a Mursi obedece más a un sentimiento patriótico y colectivo que a los cálculos tácticos de los partidos, que continúan a rebufo de la sociedad civil. 'Estados Unidos y Europa tienen que saber que los partidos opositores no guían a la calle egipcia. Quien lidera la escena es el pueblo egipcio, que es quien tiene la primera y la última palabra', dijoMohamed Abdala.
La Presidencia egipcia, en su única reacción oficial a las masivas protestas, destacó hoy que 'el diálogo es la única vía' para salir de la crisis. En rueda de prensa, el portavoz de la Presidencia, Ihab Fahmi, afirmó que Mursi está dispuesto a dialogar, ya que esa 'es la única vía de conseguir un acuerdo nacional' que permita superar las diferencias. Asimismo, negó que vaya a haber cambios en el Gobierno del primer ministro, Hisham Qandil, o un hipotético traspaso del poder a las fuerzas armadas egipcias.
Frente a ellos, el Frente de Salvación Nacional, que agrupa a los líderes de la atomizada oposición, instó a los egipcios a que continúen las protestas y las acampadas hasta que Mursi se marche. Como a nadie se le escapa que las posibilidades de que el presidente decida dimitir y convocar elecciones de forma voluntaria son escasas, muchos manifestantes fiaron en el ejército las posibilidades de que éste obligue a Mursi a renunciar. '¡El ejército y el pueblo son una mano!', entonaron muchos en Tahrir y frente al palacio presidencial.
Pero este lema ha abierto nuevas heridas entre quienes no quieren oír ni hablar de un Gobierno militar y quienes creen que el ejército es la única institución capaz de tomar las riendas del país en este momento. En cualquier caso, el cómo era hoy lo menos relevante. El grito que resonó en la mayoría de calles egipcias fue sencillo: '¡Fuera!'.
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