Pedro José Gómez Serrano
Director del Departamento de Economía Internacional y Desarrollo de la Universidad Complutense de Madrid
Hoy se multiplican las voces de reconocimiento a José Luis Sampedro al conocerse la noticia de su muerte. Como director del departamento de Economía Internacional y Desarrollo de la Universidad Complutense que él creó junto al también fallecido y querido Manuel Varela Parache, quiero sumarme a este agradecido recuerdo, haciendo memoria de su faceta docente que resulta menos conocida para el conjunto de la sociedad, que la del brillante literato o el pensador crítico del vigente orden económico y político.
José Luis Sampedro fue pionero en la universidad española en la formulación y defensa del enfoque estructural para análisis económico. Una perspectiva de estudio de la realidad que subraya la existencia de profundos condicionantes técnicos y sociales que modulan el comportamiento de unos actores económicos reales que no operan como sugieren los manuales convencionales de economía. La existencia de rupturas y conflictos, de intereses e ideas contrapuestas, de grupos y clases sociales, de posiciones de mercado heterogéneas, de un acceso diferenciado al progreso técnico o de mediaciones políticas e institucionales que influyen en la actuación de todos los actores (empresarios, trabajadores ahorradores y consumidores) convierten a la economía 'realmente existente' en una realidad social compleja y dinámica que la perspectiva estructuralista promovida por nuestro primer catedrático intenta captar en su integridad.
A Sampedro le gustaba autocalificarse como metaeconomista porque, como indicó en su memoria de oposición a cátedra y repitió en la memorable lección magistral que impartió con motivo de su jubilación: 'Me dediqué a repasar la historia de la teoría económica y especialmente la obra de los 'disidentes': los históricos, los institucionalistas, el marxismo, incluso los estructuralistas franceses que estaban entonces más de moda de lo que a mi juicio merecían'. No es de extrañar que sus clases tuvieran el 'sabor a realidad' y 'sensibilidad humanista' propio de los autores clásicos de la economía política.
De ahí que su visión de la economía tuviera tres rasgos distintivos que no deberíamos perder quienes nos dedicamos a su docencia: el espíritu crítico, la visión amplia y la pasión por lo humano. No había en sus explicaciones cabida para la ingenuidad, el sectarismo ideológico o la asepsia tecnocrática. Pues si merece la pena estudiar economía no es para encontrar los mecanismos y tretas más astutos para enriquecerse a costa de los demás -lo que conduce al desastre colectivo como la crisis actual no deja de recordarnos-, sino para encontrar caminos que permitan a todos los seres humanos satisfacer adecuadamente sus necesidades básicas de un modo equitativo. A este respecto, José Luis Sampedro solía señalar con ironía que la Ciencia Económica había tomado un derrotero equivocado al haberse construido a partir del famoso libro de Adam Smith que -en su versión abreviada- se denomina La Riqueza de las Naciones, en lugar de haber partido de otro que se titulara hipotéticamente Investigación sobre la naturaleza y causa de la Pobreza de las Naciones y cómo superarla, dado que la pobreza es un problema mucho más serio y, por supuesto, más extendido que la riqueza.
Si he incorporado en el título este breve escrito de homenaje el neologismo transprofesor aunque él no lo utilizara nunca es porque también su magisterio fue más allá de lo ordinario. Y no porque creara un grupo de discípulos definido y llevara a cabo una estrategia tendente a ampliar su influencia académica o doctrinal -algo que no iba con su espíritu quijotesco-, sino porque su talante humano e intelectual inspiró, en el mejor de los sentidos, a muchos de sus alumnos que aún recuerdan sus clases como un prodigio de lucidez, rigor, agudeza, originalidad y apasionamiento ético. Es esa autoridad moral que nunca se tradujo en vasallaje sobre nadie, la que le valió el aprecio, la admiración y la amistad de muchas personas, en particular de algunos de los miembros históricos de nuestro departamento como Rafael Martínez Cortiña, Carlos Berzosa o Ángel Martínez González Tablas. Pero fueron muchos otros los que, sin llegar a conocerle personalmente o careciendo de un trato personal directo, se vieron seducidos o provocados por su manera de entender la economía y aceptaron formar parte de un colectivo minoritario en la profesión por fidelidad a la realidad y por sensibilidad sociopolítica. No es vacua la distinción entre el profesor y el maestro y de esto último estamos hablando al recordar hoy a José Luis.
Cuando el 29 de mayo de 1987 se jubiló el profesor Sampedro confesó que toda su labor universitaria había estado guiada por una frase que había escuchado, cuando era un joven estudiante, a un anciano y famoso profesor británico -Sir William Beveridge (el 'padre' de la 'Seguridad Social')-, durante una visita en la que le había acompañado por Madrid en el año 1945: 'Life is serving, not enjoying'. Esto es, la vida consiste en servir, no en disfrutar. Señaló entonces honradamente que no estaba orgulloso de haberlo conseguido, sino de haberlo intentado. Los miles de alumnos que pasaron por sus aulas, los que escucharon sus conferencias e, incluso, los 'jóvenes indignados' que han alimentado su capacidad utópica en sus palabras y escritos más allá de toda frontera generacional, pueden hoy atestiguar que su vida ha servido para mucho. Más joven de espíritu que muchos de los que le sobrevivimos, era una chispa de alegría y optimismo en un mundo al que esas actitudes le faltan a raudales y por eso hoy somos muchos los que nos sentimos un poco huérfanos al constatar que una de las pequeñas luces que iluminaban las penumbras que nos rodean se ha apagado.
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