Esquivos con las cámaras y tachados en muchas ocasiones de especiales, los hermanos Lana y Andy Wachowski desembarcan esta semana en las salas abordo de El atlas de las nubes, junto a Tom Tykwer, en una película dirigida a tres voces. Con cuatro meses de retraso -el público estadounidense pudo verlo a finales de octubre-, el nuevo trabajo de este dúo de cineastas habituado a tratar con conceptos como la redención y el mesías es la adaptación al cine del best-seller homónimo de David Mitchell.
El planteamiento de El atlas de las nubes es, de entrada, complicado de explicar y mucho más de adaptar al cine. Un argumento coral sobre la reencarnación que cuenta con seis historias que atraviesan cinco siglos en los que se comprueba como cada acto, por insignificante que parezca, afecta a presente, pasado y futuro. Complicada de leer sobre el papel (donde siempre existe la posibilidad de volver a la página anterior) y todo un ejercicio de concentración en la butaca del cine. Ni un segundo se puede despistar el espectador. Si lo hace, es posible que pierda el hilo de una intrincada narración de tres horas.
Para acotar, los personajes principales son al menos cuatro, con otros tantos secundarios de mucho peso. Los primeros están interpretados por Tom Hanks, Halle Berry, Jim Sturgess y Doona Bae. Los segundos, por Jim Broadbent, Hugo Weaving, Ben Whishaw y James D'Arcy. Cada uno de ellos interpreta a un alma (por decirlo de algún modo) que se reencarna en distintos tiempos y lugares hasta conseguir completar su ciclo vital. Algunos de ellos en busca de esa acción que redima su alma y la libere poniendo el punto y final a la espiral de reencarnaciones.
El actor es el mismo y el personaje va cambiando en función de la historia. Así, Hugo Weaving puede ser un extraño duende diabólico o una enfermera con muy mala uva al tiempo que Halle Berry es un ser de otro mundo en el futuro y una judía blanca en el siglo XX. Llega un momento en el que intentar descubrir quién es quién debajo de tanto maquillaje se convierte en un juego. Incluso el autor de la novela se ha colado en una escena. 'Aparezco en la película durante un instante. Si pestañeas, te lo pierdes, pero según Sonmi sale de la base rebelde y sube unas escaleras, yo las bajo. Cruzamos la mirada durante segundo y medio, y seguimos andando', ha explicado.
El atlas de las nubes arranca con un envejecido Tom Hanks interpretando a un anciano que cuenta una historia en un lenguaje gramaticalmente incorrecto. Pese a parecer miembro de una tribu del pasado, en realidad es de un futuro sin determinar en el que al fin su camino y el de Halle Berry parecen encajar. Ellos dos junto con los personajes de Sturgess y Bae son los hilos conductores de una historia que gira en torno a los conceptos del alma gemela y la reencarnación, la redención y el mesías. Algo de lo que también había mucho en Matrix.
Cuando en 1999 los Wachowski estrenaron la primera entrega de su trilogía marcaron un antes y un después en el cine de ciencia ficción. Como con la Blade Runner de Ridley Scott en los ochenta, a finales de los noventa estos dos hermanos revolucionaron el séptimo arte con su estética a medio camino entre el cómic y el videojuego y su manejo de las peleas a cámara lenta y sin perder detalle. Los cara a cara de Neo (Keanu Reeves) y el Agente Smith (Hugo Weaving) crearon escuela y lo que se denominó ‘efecto matrix' se convirtió en un recurso lingüístico más del cine del que se ha llegado a abusar en exceso.
A parte de lo que supuso estética y técnicamente, esta irregular trilogía fue un fenómeno. Videojuegos, cómics, cortos... Los Wachowski crearon un universo cargado de simbolismo en torno a Neo y su rebelión contra las máquinas. Un argumento el de esta trilogía que mantiene ciertos paralelismos con el de El atlas de las nubes, donde el personaje de Sonmi 451 (Doona Bae) es una especie de Neo versión femenina y oriental. Ambos han sido creados por métodos no biológicos; se encuentran sometidos a sus creadores y llegado un momento despiertan de su letargo para erigirse en mesías de una civilización que necesita un líder al que seguir para rebelarse contra sus opresores. Algo de esto último también hay en V de Vendetta, en la que los Wachowski se encargaron del guión cinematográfico a partir de la novela gráfica de Alan Moore.
La diferencia entre Matrix y El atlas de las nubes es que en una los ‘tiranos' eran las máquinas y en otra son los propios humanos (no todos). Más allá de eso ambas comparten esa figura del salvador, ese mundo tecnológico y futurista y la necesidad de rebelarse. Al menos, en parte. Ambas historias contienen también la idea del alma gemela. En Matrix es un oráculo el que vaticina la unión de Trinity (Carrie-Anne Moss) y en El atlas de las nubes es el propio destino el que une a los protagonistas a través de sus distintas vidas.
Matrix fue revolucionaria en su momento y se convirtió en una película de culto cuyas segunda y tercera parte no estuvieron a la altura pero sirvieron para cerrar la historia. No ocurre lo mismo con El atlas de las nubes. No será tan importante en cuanto a aportaciones, aunque es cierto que la complejidad de su narración es un reto para comprobar hasta dónde puede llegar el lenguaje del cine. Aún así, este trabajo supone un salto hacia delante para los seguidores de los Wachowski tras el experimento visual y casi vacío de contenido que fue la infantil Speed Racer.
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